La gran comisión
Es el propósito de Dios que su pueblo sea un pueblo santificado, purificado y santo, que comunique luz a cuantos le rodean. Es su propósito que, al ejemplificar la verdad en su vida, le alabe el mundo. La gracia de Cristo basta para realizar esto. Pero deben recordar los hijos de Dios que únicamente cuando ellos crean en los principios del evangelio y obren de acuerdo con ellos, puede él hacer de ellos una alabanza en la tierra. Únicamente en la medida en que usen las capacidades que Dios les ha dado para servirle, disfrutarán de la plenitud y el poder de la promesa en la cual la iglesia ha sido llamada a confiar. Si los que profesan creer en Cristo como su Salvador alcanzan tan sólo la baja norma de la medida mundanal, la iglesia no dará la rica mies que Dios espera. “Hallada falta”, será escrito en su registro.
8TPI 21.1
La comisión que Cristo dio a sus discípulos precisamente antes de su ascensión es la magna carta misionera de su reino. Al darla a los discípulos el Salvador los hizo embajadores suyos y les dio sus credenciales. Si, más tarde, se les lanzaba un desafío y se les preguntaba con qué autoridad ellos, pescadores sin letras, salían como maestros y sanadores, podrían contestar: “Aquel a quien los judíos crucificaron, pero que resucitó de los muertos, nos designó para el ministerio de su palabra, declarando: ‘Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra’”.
8TPI 21.2
Cristo dio esta comisión a sus discípulos como sus ministros principales, los arquitectos que habían de echar el fundamento de la iglesia. Les impuso a ellos mismos y a todos los que habrían de sucederles como ministros, el encargo de comunicar su evangelio de generación en generación, de era en era.
8TPI 21.3
Los discípulos no habían de aguardar que la gente acudiera a ellos. Ellos debían ir a la gente y buscar a los pecadores como el pastor busca a la oveja perdida. Cristo les presentó el mundo como campo de labor. Debían ir “por todo el mundo” y predicar “el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15. Habían de predicar acerca del Salvador, acerca de su vida de amor abnegado, su muerte ignominiosa, su amor sin parangón e inmutable. Su nombre había de ser su consigna, su vínculo de unión. En su nombre habían de subyugar las fortalezas del pecado. La fe en su nombre había de señalarlos como cristianos.
8TPI 21.4
Al dar más indicaciones a los discípulos, Cristo dijo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Hechos 1:8; Lucas 24:49.
8TPI 22.1
En obediencia a la palabra de su Maestro, los discípulos se congregaron en Jerusalén para aguardar el cumplimiento de la promesa de Dios. Allí pasaron diez días que dedicaron a escudriñar profundamente su corazón. Desecharon todas las divergencias y unánimes se acercaron unos a otros en compañerismo cristiano.
8TPI 22.2
Al fin de los diez días, el Señor cumplió su promesa con un derramamiento maravilloso de su Espíritu. “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados: y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. “...y se añadieron aquel día como tres mil personas”. Hechos 2:2-4; 41.
8TPI 22.3
“Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”. Marcos 16:20. No obstante la fiera oposición que los discípulos encontraron, en poco tiempo el evangelio del reino fue proclamado en todas las partes habitadas de la tierra.
8TPI 22.4
La comisión dada a los discípulos nos es dada a nosotros también. Hoy como entonces, el Salvador crucificado y resucitado debe ser exaltado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el mundo. El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de la salvación. Las nuevas del perdón por medio de Cristo han de ser comunicadas a toda nación, tribu, lengua y pueblo.
8TPI 23.1
El mensaje ha de darse, no en forma tímida y sin vida, sino con expresión clara, decidida, conmovedora. Centenares están aguardando la amonestación a escapar por su vida. El mundo necesita ver en los cristianos la evidencia del poder del cristianismo. No sólo se necesita a los mensajeros de la misericordia en unos pocos lugares, sino en todas partes del mundo. De todo país proviene el clamor: “Pasa... y ayúdanos”. Ricos y pobres, humildes y encumbrados, están pidiendo luz. Hombres y mujeres tienen hambre de la verdad tal cual es en Jesús. Cuando oigan el evangelio predicado con poder de lo alto, sabrán que el banquete está preparado para ellos, y responderán a la invitación: “Venid, que ya todo está preparado”. Lucas 14:17.
8TPI 23.2
Las palabras: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15), se dirigen a todos los que siguen a Cristo. Todos los que son ordenados a la vida de Cristo están ordenados para trabajar por la salvación de sus semejantes. Ha de manifestarse en ellos el mismo anhelo que él sintió en su alma por la salvación de los perdidos. No todos pueden desempeñar el mismo cargo, pero hay cabida y trabajo para todos. Todos aquellos a quienes han sido concedidas las bendiciones de Dios deben responder sirviendo realmente; y han de emplear todo don para el progreso de su reino.
8TPI 23.3
230
8TPI
Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
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