Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

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Desprecio por las responsabilidades que Dios da

¿No nos ha dado el Señor una obra que hacer? ¿No nos ha pedido que vayamos adonde hay influencias contrarias para convertir a los hombres del error a la verdad? ¿Por qué los que con tanta frecuencia se han congregado en las grandes asambleas de Battle Creek no han puesto por obra la verdad que han escuchado? Si hubieran compartido la luz que recibieron, habrían experimentado una gran transformación de carácter. Dios habría añadido gracia sobre la gracia impartida. No apreciaron como debieran la obra hecha en su favor, de lo contrario habrían salido a los lugares oscuros de la tierra para diseminar la luz. Habrían dado al mundo el mensaje de la justificación por la gracia, y su propia luz se habría esclarecido más y más porque Dios hubiera obrado en su favor. Muchos han bajado a la tumba estando en el error porque los que conocen la verdad faltaron a su obligación de comunicarles el precioso conocimiento que recibieron. Si la luz que ha brillado tan ampliamente en Battle Creek se hubiera difundido, muchos habrían llegado a ser obreros colaboradores de Dios. 8TPI 163.2

¡Ojalá que nuestros hermanos y hermanas valoraran la verdad como es debido, que fueran santificados por ella, que se dieran cuenta que sobre ellos descansa el deber de comunicar esta verdad a otros! Pero no sienten la importancia de vivir la verdad, de ser hacedores de las palabras de Cristo. Muchos son independientes. No están llenos del espíritu misionero que debiera animar a todo discípulo de Cristo. Si supieran lo que significa sentir aflicción del alma por los demás, los ángeles de Dios obrarían por medio de ellos para comunicar el conocimiento de la verdad. Conocerían la verdad, y la verdad los haría libres. Se dejaría de gastar dinero en añadir edificio tras edificio en un solo lugar y se emplearía para abrir obra en campos nuevos y en plantar el estandarte de la verdad en ciudades que no han sido trabajadas. Los principios enriquecedores, purificadores y ennoblecedores del cielo serían introducidos en la sociedad y obrarían como levadura dentro de ella. 8TPI 164.1

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Extracto de una carta escrita en 1899 desde Cooranbong, Australia.

Es el designio de Dios que los campos que disfrutan de abundantes comodidades compartan sus recursos con los campos donde hay más necesidad. Este principio debe seguirse siempre en todas nuestras instituciones. Dios requiere que haya menos planificación para la construcción de edificios en lugares donde ya la obra está establecida, y que los recursos sean enviados a los campos en donde, por escasez de comodidades, los obreros trabajan en gran desventaja. 8TPI 164.2