Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
Una visión del conflicto
Vi en visión dos ejércitos empeñados en terrible conflicto. Una hueste iba guiada por banderas que llevaban la insignia del mundo; la otra, por el estandarte teñido en sangre del Príncipe Emanuel. Estandarte tras estandarte quedaban arrastrados en el polvo, mientras que una compañía tras otra del ejército del Señor se unía al enemigo, y tribu tras tribu de las filas del enemigo se unía con el pueblo de Dios observador de los mandamientos. Un ángel que volaba por el medio del cielo puso el estandarte de Emanuel en muchas manos, mientras que un poderoso general clamaba con voz fuerte: “Acudid a las filas. Ocupen sus posiciones ahora los que son leales a los mandamientos de Dios y al testimonio de Cristo. Salid de entre ellos y separaos, y no toquéis lo inmundo, que yo os recibiré, y os seré por Padre y me seréis por hijos e hijas. Acudan todos los que quieran en auxilio de Jehová, en auxilio de Jehová contra los poderosos”. 8TPI 48.1
La batalla seguía rugiendo. La victoria alternaba de un lado al otro. A veces cedían los soldados de la cruz, “como abanderado en derrota”. Isaías 10:18. Pero su retirada aparente era tan sólo para ganar una posición más ventajosa. Se oían gritos de gozo. Se elevó un canto de alabanza a Dios, y las voces de los ángeles se les unieron mientras los soldados de Cristo plantaban su estandarte en las murallas de las fortalezas hasta entonces sostenidas por el enemigo. El Capitán de nuestra salvación ordenaba la batalla y mandaba refuerzos a sus soldados. Su fuerza se manifestaba poderosamente y los alentaba a llevar la batalla hasta las puertas. Les enseñó cosas terribles en justicia, mientras que, venciendo y determinado a vencer, los conducía paso a paso. 8TPI 48.2
Al fin se ganó la victoria. El ejército que seguía la bandera que tenía la inscripción: “Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”, triunfó gloriosamente. Los soldados de Cristo estaban cerca de las puertas de la ciudad, y con gozo la ciudad recibió a su Rey. Se estableció el reino de paz, gozo y justicia eterna. 8TPI 48.3
La iglesia es ahora militante. Ahora nos vemos frente a un mundo sumido en las tinieblas de medianoche, casi completamente entregado a la idolatría. Pero llega el día en que la batalla habrá sido peleada, la victoria ganada. La voluntad de Dios ha de ser hecha en la tierra, como es hecha en el cielo. Entonces las naciones no reconocerán otra ley que la del cielo. Todos formarán una familia feliz y unida, revestidos con las vestiduras de alabanza y agradecimiento: el manto de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, con belleza insuperable, ofrecerá a Dios un constante tributo de alabanza y adoración. El mundo quedará inundado por la luz del cielo. Los años transcurrirán en alegría. La luz de la luna será como la del sol, y la del sol será siete veces mayor que ahora. Sobre la escena cantarán juntas las estrellas de la mañana y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo unirán su voz para proclamar: “No habrá más pecado, ni habrá más muerte”. 8TPI 49.1
Tal es la escena que me fue presentada. Pero la iglesia debe pelear contra enemigos visibles e invisibles, y peleará. Agentes de Satanás en forma humana están en el terreno. Los hombres se han confederado para oponerse al Señor de los ejércitos. Estas confederaciones continuarán hasta que Cristo deje su lugar de intercesión ante el propiciatorio, y se vista las vestiduras de venganza. Los agentes satánicos están en toda ciudad organizando febrilmente en partidos a los que se oponen a la ley de Dios. Los que profesan ser santos y los que son francamente incrédulos se deciden por dichos partidos. Para los hijos de Dios, no es el momento de ser débiles. Ni por un instante podemos dejar de estar en guardia. 8TPI 49.2
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios...”. Efesios 6:10-17. 8TPI 49.3
“Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. Filipenses 1:9-11. 8TPI 50.1
“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo,... firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, más para vosotros de salvación; y esto de Dios. Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él”. vers. 27-29. 8TPI 50.2
Están siendo reveladas en estos postreros días visiones de una gloria futura, escenas trazadas por la mano de Dios, y ellas deberían ser estimadas por su iglesia. ¿Qué fue lo que sostuvo al Hijo de Dios durante su traición y juicio? Vio el fruto de la aflicción de su alma y quedó satisfecho. Captó una visión de la expansión de la eternidad y vio la dicha de aquellos quienes a través de su humillación recibirían perdón y vida eterna. Él fue herido por sus rebeliones, molido por sus pecados. El castigo de su paz fue sobre él, y por su llaga fueron curados. Su oído escuchó el grito triunfante de los redimidos. Escuchó a los redimidos cantando el cántico de Moisés y del Cordero. 8TPI 50.3
Debemos tener una visión del futuro y de la dicha celestial. Deteneos sobre el umbral de la eternidad y escuchad la grata bienvenida dada a los que en esta vida han colaborado con Cristo, considerando como un privilegio y honor el haber sufrido en su nombre. Al unirse a los ángeles, depositan sus coronas a los pies del Redentor, mientras exclaman: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza... Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 5:12, 13. 8TPI 51.1
Allá los redimidos saludan a los que los condujeron al Salvador levantado. Se unen en adoración de Aquel que murió para que los seres humanos tuviesen la vida en la misma medida que la de Dios. El conflicto ha pasado. Toda tribulación y lucha ha llegado a su fin. Cantos de victoria embargan el cielo mientras los redimidos se reúnen en torno al trono de Dios. Al unísono cantan alegres el refrán: “Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y ha revivido como conquistador triunfante”. 8TPI 51.2
“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. Apocalipsis 7:9, 10. 8TPI 51.3
“Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”. “...y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Apocalipsis 7:14-17; 21:4. 8TPI 51.4
¿Captaréis la inspiración de la visión? ¿Dejaréis que vuestra mente contemple la escena? ¿Os convertiréis de verdad para luego salir a trabajar con un espíritu completamente diferente a aquel con que habéis trabajado en el pasado, desplazando al enemigo, derribando toda barrera al avance del evangelio, llenando corazones de la luz, la paz y el gozo del Señor? ¿No quedará enterrado el malvado espíritu de crítica y murmuración, para nunca más resucitar? ¿No ascenderá el incienso de alabanza y gratitud de corazones purificados y santificados por la presencia de Cristo? ¿No nos asiremos por fe de los pecadores para traerlos al pie de la cruz? 8TPI 52.1
¿Quiénes se consagrarán ahora al servicio del Señor? ¿Quiénes prometerán ahora no afiliarse al mundo, sino más bien salir de él y apartarse, rehusando contaminar su alma con los esquemas y prácticas mundanales que han estado manteniendo a la iglesia bajo la influencia del enemigo? 8TPI 52.2
Estamos en este mundo para levantar en alto la cruz de la abnegación. Al exaltar esta cruz, descubriremos que ella nos levanta a nosotros. Que todo cristiano ocupe su lugar, captando la inspiración de la obra que Cristo llevó a cabo en favor de las almas mientras estuvo en este mundo. Necesitamos la pasión del héroe cristiano que puede soportar ver al Invisible. Nuestra fe debe experimentar una resurrección. Los soldados de la cruz han de ejercer una influencia positiva en favor del bien. Cristo dice: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. Mateo 12:30. La indiferencia en la vida cristiana es una clara negación del Salvador. 8TPI 52.3
¿Acaso no deberían verse en el mundo hoy cristianos que en todos los aspectos de su obra sean dignos del nombre que llevan, que aspiran hacer las obras dignas de valientes soldados de la cruz? Estamos viviendo cerca del final del gran conflicto, cuando muchas almas serán rescatadas de la esclavitud del pecado. Estamos viviendo en un tiempo cuando de una manera especial pertenece a los seguidores de Cristo la promesa: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20. Aquel que mandó que la luz brillase en la oscuridad, que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable, nos pide que dejemos alumbrar nuestra luz delante de los hombres, para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos. La luz le ha sido dada al pueblo de Dios en tal abundancia que Cristo tiene razón en exigirles que sean la luz del mundo. 8TPI 52.4
A nuestros médicos y ministros envío este mensaje: Emprended la obra del Señor como si de veras creyeseis la verdad para este tiempo. Los obreros médico misioneros y los obreros en el ministerio evangélico deberán estar unidos con vínculos indisolubles. Deben hacer su obra con nuevo aliento y poder. En nuestras iglesias debe haber una nueva conversión y una reconsagración al servicio. En nuestra obra futura y en las reuniones que llevemos a cabo, ¿no podríamos estar en común acuerdo? ¿No lucharemos con Dios en oración, pidiendo que el Espíritu Santo entre en cada corazón? La presencia de Cristo, manifestada en nuestro medio, curaría la lepra de la incredulidad que ha hecho que nuestro servicio sea débil e ineficiente. Necesitamos el soplo de vida divina. Debemos ser conductos por medio de los cuales el Señor pueda enviar su luz y su gracia al mundo. Debemos descartar nuestros pecados y por medio de la confesión y el arrepentimiento humillar nuestros corazones orgullosos ante Dios. Un caudal de poder espiritual fluirá sobre aquellos que estén preparados para recibirlo. 8TPI 53.1
Si tan sólo nos diésemos cuenta con cuánto ahínco trabajó Jesús para sembrar la semilla del evangelio, nosotros, que estamos viviendo tan cerca del cierre de la gracia, trabajaríamos infatigablemente para proporcionarles el pan de vida a las almas que perecen. ¿Por qué somos tan fríos e indiferentes? ¿Por qué será que nuestro corazón es tan insensible? ¿Por qué somos tan reacios a entregarnos a la obra a la cual Cristo dedicó su vida? Algo tiene que hacerse para curar esta terrible indiferencia que se ha apoderado de nosotros. Inclinemos nuestro rostro con humildad al ver cuánto menos hemos hecho de lo que pudiéramos haber hecho para sembrar la semilla de la verdad. 8TPI 53.2
Mis queridos hermanos y hermanas, os hablo con palabras de amor y ternura. Despertad y consagraos sin reservas a la obra de comunicar la luz de la verdad para este tiempo a aquellos que están en oscuridad. Captad el espíritu del gran Obrero Maestro. Aprended del Amigo de los pecadores cómo ministrar a las almas enfermas de pecado. Recordad que en la vida de sus seguidores ha de verse la misma devoción, la misma sujeción a la obra de Dios de toda exigencia social, de todo afecto terrenal, que se vio en su propia vida. A los requerimientos de Dios hay que darles siempre la máxima importancia. El ejemplo de Cristo es para inspiramos a que nos esforcemos incansablemente para hacer el bien a los demás. 8TPI 54.1
A cada miembro de iglesia Dios pide que entre en su servicio. La verdad que no se vive, que no se imparte a los demás, pierde su poder vivificador, su virtud sanadora. Todos deben aprender a trabajar y ocupar su lugar como portadores de cargas. Todo aquel que es añadido a la iglesia debe ser un medio más para el cumplimiento del gran plan de redención. La iglesia entera, actuando como un solo cuerpo, combinándose en perfecta unión, deberá ser una agencia misionera y viviente, movida y controlada por el Espíritu Santo. 8TPI 54.2
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No es sólo por medio de hombres en puestos elevados de responsabilidad, ni sólo por hombres que ocupan puestos en juntas o comités, o sólo por gerentes de nuestros sanatorios y casas publicadoras, que será hecha la obra que llenará la tierra del conocimiento del Señor, como el agua llena la mar. Esta obra será realizada únicamente por la iglesia entera, haciendo todos su parte bajo la dirección y el poder de Cristo. 8TPI 54.3