Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

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Auxiliar para el estudio de la naturaleza

El que tiene un conocimiento de Dios y su Palabra por experiencia propia está preparado para dedicarse al estudio de las ciencias naturales. Acerca de Cristo está escrito: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Juan 1:4. Cuando Adán y Eva en el Edén perdieron sus vestimentas de santidad, perdieron la luz que había iluminado la naturaleza. No podían ya leerla correctamente. Pero para aquellos que reciben la luz de la vida de Cristo, la naturaleza vuelve a iluminarse. En la luz que brilla de la cruz, podemos interpretar correctamente las enseñanzas de la naturaleza. 8TPI 339.2

El que tiene un conocimiento de Dios y su Palabra tiene una fe que está asentada en la divinidad de las Sagradas Escrituras. No mide la Biblia a la luz de los conceptos científicos. Al contrario, somete esos conceptos al escrutinio de la norma inequívoca. Sabe que la Palabra de Dios es la verdad, y la verdad nunca se contradice a sí misma; lo que de la enseñanza de la presunta ciencia contradice la verdad de la revelación de Dios es mera conjetura o su posición humana. 8TPI 339.3

Para los que son verdaderamente sabios, la investigación científica abre ante ellos un vasto panorama de estudio e información. Los caminos de Dios, según están revelados en el mundo natural y en sus relaciones con el hombre, constituyen un tesoro del cual puede beneficiarse todo alumno en la escuela de Cristo. 8TPI 339.4

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Lejos de ser una teoría, la verdadera evidencia que comprueba la existencia de un Dios viviente es la convicción que Dios ha grabado en nuestros corazones, ilustrada y explicada por su Palabra. Es la energía vital de sus obras creadas, percibida por el ojo iluminado por el Espíritu de Dios. 8TPI 340.1

Los que juzgan a Dios en base a las obras de sus manos, y no a raíz de las suposiciones de hombres egregios, ven su presencia en todas las cosas. Perciben su sonrisa en los alegres rayos del sol, y su amor y cuidado por el hombre en los ricos campos otoñales de maduras mieses. Aun las cosas que engalanan la tierra -la hierba de un verde subido, las exquisitas flores de variados matices, los majestuosos árboles de distintas clases del bosque, el arroyo burbujeante, el río imponente, el lago plácido- dan testimonio del tierno y paternal cuidado de Dios y de su esmero por hacer felices a sus hijos. 8TPI 340.2