Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
La obra dentro y fuera del país
Santa Helena, California
7 de agosto de 1902
“¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntameme con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega”. Juan 4:35-37. 8TPI 37.1
Después de sembrar la semilla, el labrador se ve obligado a aguardar durante meses para que germine y se desarrolle hasta ser grano listo para ser cosechado. Pero al sembrar se siente alentado por la expectativa del fruto venidero. Su labor queda aliviada por la esperanza de un buen rendimiento en la cosecha. 8TPI 37.2
No sucedía así con las semillas de verdad sembradas por Cristo en la mente de la mujer samaritana durante su conversación con ella al lado del pozo. La mies de la siembra que hizo no fue remota, sino inmediata. Apenas había pronunciado sus palabras, cuando la semilla así sembrada brotó y produjo frutos, despertó el entendimiento de ella y la capacitó para saber que había estado conversando con el Señor Jesucristo. Ella dejó brillar en su corazón los rayos de la luz divina. Olvidando su cántaro, se apresuró a comunicar las buenas nuevas a sus hermanos samaritanos. “Venid -dijo-, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho”. Juan 4:29. Y ellos salieron en seguida a verle. Entonces fue cuando comparó las almas de los samaritanos a un campo de cereal. “Alzad vuestros ojos -dijo a sus discípulos- y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. Juan 4:35. 8TPI 37.3
“Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días”. ¡Y cuán ocupados fueron esos días! ¿Qué se nos dice del resultado? “Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”. Juan 4:40-42. 8TPI 38.1
Al presentar la palabra de vida a la mente de los samaritanos, Cristo sembró muchas semillas de verdad y mostró a sus oyentes cómo ellos también podían sembrar semillas de verdad en otras mentes. ¡Cuánto bien podría lograrse si todos los que conocen la verdad trabajaran por los pecadores, por aquellos que tanto necesitan conocer y comprender la verdad bíblica, y que responderían a ella en forma tan voluntaria como los samaritanos respondieron a las palabras de Cristo! ¡Cuán poco hacemos para participar de la simpatía de Dios en el punto que debiera ser el más fuerte vínculo de unión entre nosotros y él: la compasión por las almas depravadas, culpables y dolientes, muertas en sus delitos y pecados! Si los hombres compartiesen las simpatías de Cristo, sentirían constantemente tristeza en su corazón por la condición de los muchos campos menesterosos, tan destituidos de obreros. 8TPI 38.2
En los campos extranjeros la obra debe llevarse adelante con fervor e inteligencia, sin que se descuide en ningún sentido la obra en los Estados Unidos. No pasemos por alto ni descuidemos los campos que están a la misma sombra de nuestra puerta, como las grandes ciudades de nuestro país. Estos campos son tan importantes como cualquier campo extranjero. 8TPI 38.3
El alentador mensaje de misericordia de Dios debe ser proclamado en las ciudades de los Estados Unidos. Los hombres y las mujeres que viven en estas ciudades se enfrascan cada vez más en sus relaciones comerciales. Actúan desenfrenadamente en la creación de edificios cuyas torres se elevan hacia los cielos. Su mente rebosa de planes y designios ambiciosos. Dios ordena a cada uno de sus siervos ministrantes: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”. Isaías 58:1. 8TPI 38.4
Demos gracias a Dios porque hay unos pocos obreros que hacen todo lo posible para levantar algunos monumentos para Dios en nuestras ciudades descuidadas. Recordemos que es nuestro deber dar aliento a estos obreros. Dios siente desagrado por la falta de aprecio y apoyo que sus hijos dan en esta tierra a los fieles obreros que trabajan en las grandes ciudades. La obra que debe hacerse en este campo es ahora mismo un problema vital. El tiempo actual ofrece la oportunidad más favorable que tendremos para trabajar en estos campos. Dentro de poco la situación será mucho más difícil. 8TPI 39.1
Jesús lloró sobre Jerusalén por la culpabilidad y obstinación de su pueblo escogido. Llora también ahora por la dureza de corazón de aquellos que, profesando ser sus colaboradores, se conforman con no hacer nada. ¿Están llevando con Cristo una carga de pesadumbre y constante tristeza, mezclada de lágrimas, por las perversas ciudades de la tierra, los que debieran apreciar el valor de las almas? Es inminente la destrucción de estas ciudades casi completamente entregadas a la idolatría. En el gran día del ajuste final de cuentas, ¿qué respuesta podrá darse por haber descuidado la entrada en estas ciudades ahora? 8TPI 39.2
Mientras se lleva adelante la obra en los Estados Unidos, que el Señor nos ayude a dar a los demás países la atención que deben recibir, para que los obreros de estos campos no se vean paralizados e incapacitados para dejar en muchos lugares monumentos para Dios. No permitamos que se absorban demasiados recursos en este país. No continuemos descuidando nuestro deber para con los millones que viven en otras tierras. Obtengamos una mejor comprensión de la situación, y redimamos lo pasado. 8TPI 39.3
Mis hermanos y hermanas de Estados Unidos, puede ser que al alzar vuestros ojos para mirar los campos lejanos que están blancos para la mies, recibáis en vuestro corazón abundante gracia de Dios. Los que por incredulidad habéis sido pobres espiritualmente llegaréis a ser, por el trabajo personal, ricos en buenas obras. Ya no padecerán hambre vuestras almas en medio de la abundancia, sino que os aprovecharéis de las buenas cosas que Dios tiene en reserva para vosotros. Cuando empecéis a comprender cuán destituidos de recursos están los obreros para realizar la obra en los campos extranjeros, haréis lo que podáis para ayudarles, y vuestras almas empezarán a revivir, recobraréis el apetito espiritual y vuestra mente será refrigerada por la Palabra de Dios, que es una hoja del árbol de vida para la sanidad de las naciones. 8TPI 40.1
En respuesta a la pregunta del Señor: “¿A quién enviaré...?” Isaías respondió: “Heme aquí, envíame a mí”. Isaías 6:8. Hermano, hermana, tal vez no puedas ir tú a la viña del Señor, pero puedes proveer recursos con qué enviar a otros. Así estarás confiando tu dinero a los banqueros; y cuando venga el Maestro, podrás devolverle lo suyo con creces. Tus recursos pueden ser empleados para enviar y sostener a los mensajeros de Dios que por su voz y su influencia darán el mensaje: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”. Mateo 3:3. Se están haciendo planes para que la causa progrese, y ahora es el momento en que se ha de trabajar. 8TPI 40.2
Si trabajas con abnegación, haciendo todo lo que puedas para hacer progresar la causa de Dios en nuevos campos, el Señor te ayudará, te fortalecerá y te bendecirá. Confía en la seguridad de su presencia, que te sostiene, y que es luz y vida. Hazlo todo por amor a Jesús y las preciosas almas por cuales murió. Trabaja con un propósito puro y divinamente implantado de glorificar a Dios. El Señor ve y entiende, y te empleará a pesar de tu debilidad, si ofreces tu talento como don consagrado a su servicio, porque en el servicio activo desinteresado los débiles se vuelven fuertes y gozan de su precioso elogio. El gozo del Señor es un elemento de fuerza. Si eres fiel, la paz que sobrepuja todo entendimiento será tu recompensa en esta vida, y en la venidera entrarás en el gozo de tu Señor. 8TPI 40.3
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23 de enero de 1903
Debo escribir algo concerniente a la manera en que nuestras ciudades en Estados Unidos han sido pasadas por alto y descuidadas, ciudades en las cuales no se ha proclamado la verdad. El mensaje debe ser llevado a los millones de extranjeros que viven en estas ciudades de los Estados Unidos. 8TPI 41.1
No puedo entender por qué nuestro pueblo siente tan poca responsabilidad por emprender la obra que el Señor por años ha mantenido delante de mí: la de dar el mensaje de la verdad presente en los estados del Sur. Son pocos los que han sentido que sobre sus hombros descansa la responsabilidad de emprender esta obra. Nuestro pueblo no ha logrado entrar en nuevos territorios ni ha trabajado en las ciudades del Sur. Vez tras vez el Señor me ha presentado las necesidades de este campo, sin ningún resultado especial. A veces me he sentido como si no pudiera aguantar más el peso de esta obra. He pensado que si los hombres la siguieran descuidando, yo dejaría pasar el asunto y oraría que el Señor tuviera misericordia de los ignorantes y de aquellos que están fuera del camino. 8TPI 41.2
Pero el Señor tiene juicio contra nuestros ministros y contra el pueblo, y he de hablar, recargando sobre ellos la responsabilidad de la obra en el Sur y de las ciudades de nuestro país. ¿Quién siente el gran peso de la carga de proclamar el mensaje en el Gran Nueva York y en muchas otras ciudades que todavía no se han trabajado? No todos los recursos que se puedan acumular han de ser enviados de Estados Unidos a tierras distantes, mientras que en el campo dentro del país existen oportunidades tan providenciales para la presentación de la verdad a millones que nunca la han escuchado. Entre estos millones se cuentan representantes de muchas naciones, muchos de los cuales están listos para recibir el mensaje. Falta mucho que hacer dentro de la sombra de nuestra propia puerta: en las ciudades de California, Nueva York, y muchos otros estados. 8TPI 41.3
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Dios le dice a su pueblo: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Isaías 60:1. ¿Por qué, pues, sienten tan poca responsabilidad de plantar el estandarte de la verdad en nuevos lugares? ¿Por qué no obedecen la palabra: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye”? Lucas 12:33. ¿Por qué no devuelven al Señor lo que le pertenece, para ser invertido en mercancía celestial? ¿Por qué no se hace una apelación más fervorosa por voluntarios que entren en los campos blancos para la siega? A menos que se haga más de lo que se ha hecho por las ciudades de Estados Unidos, tanto ministros como pueblo tendrán que rendir serias cuentas ante Aquel que ha asignado a cada hombre su tarea. 8TPI 42.1
Repetimos la oración: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Mateo 6:10. ¿Estamos haciendo nuestra parte para que se cumpla esta oración? Profesamos creer que la comisión que Cristo dio a sus discípulos nos es dada a nosotros también. ¿Estamos cumpliéndola? Que Dios perdone nuestro terrible descuido de no hacer la obra que hasta ahora apenas hemos tocado con la yema de nuestros dedos. ¿Cuándo se terminará esta obra? Me enferma y hiere el corazón ver tal ceguedad de parte del pueblo de Dios. 8TPI 42.2
Hay miles en los Estados Unidos que perecen en ignorancia y pecado. Y, al poner la vista en cierto campo lejano, los que conocen la verdad pasan por alto con indiferencia los necesitados campos cercanos a ellos. Cristo dice: “Vé hoy a trabajar en mi viña”. “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. Mateo 21:28; Juan 4:35. 8TPI 42.3
Despertad, despertad, mis hermanos y hermanas, y penetrad los campos de Estados Unidos que nunca han sido trabajados. No penséis que después de haber dado algo para los campos extranjeros vuestro deber ya terminó. Hay una obra que hacer en los campos extranjeros, pero hay una obra que hacer en los Estados Unidos que es igual de importante. En las ciudades de Estados Unidos hay personas de casi todos los idiomas. Éstas necesitan la luz que Dios ha dado a su iglesia. 8TPI 43.1
El Señor vive y reina. Pronto se levantará en majestad para herir la tierra. Un mensaje especial debe ser llevado ahora, uno que penetre la oscuridad espiritual y que convenza y convierta a las almas. “Date prisa, escapa por tu vida”, es el llamado que hay que dar a los que viven en pecado. Debemos actuar ahora con sumo apremio. No tenemos ni un momento para emplear en críticas y acusaciones. Arrodíllense los que han hecho esto en el pasado y cuídense de no poner sus palabras y sus planes en lugar de las palabras y planes de Dios. 8TPI 43.2
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No tenemos tiempo para espaciamos en asuntos que no tienen importancia. Debemos dedicar nuestro tiempo a proclamar el último mensaje de misericordia a un mundo culpable. Se necesitan hombres que obren bajo la inspiración del Espíritu de Dios. Los sermones de algunos de nuestros ministros tendrán que ser mucho más poderosos que los que se predican ahora, o muchos apóstatas oirán un mensaje tibio e indirecto que arrulla a la gente y la hace dormir. Todo discurso debe darse bajo el sentido de los terribles juicios que pronto han de caer sobre el mundo. El mensaje de verdad ha de ser proclamado por labios tocados por un carbón encendido del altar divino. 8TPI 43.3
Mi corazón se llena de angustia cuando pienso en los mensajes tibios que dan algunos de nuestros ministros, cuando llevan un mensaje de vida o muerte. Los ministros están dormidos; los miembros laicos también; y el mundo perece en el pecado. Que Dios ayude a su pueblo a despertarse, a andar y obrar como hombres y mujeres que están en el umbral del mundo eterno. Pronto una terrible sorpresa sobrecogerá a los habitantes del mundo. Cristo vendrá repentinamente, con poder y grande gloria. Entonces no habrá tiempo para prepararse para recibirlo. Ahora es el tiempo en que hemos de dar el mensaje de advertencia. 8TPI 44.1
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Somos mayordomos a quienes nuestro Señor ausente ha encomendado el cuidado de su familia de fe y sus intereses, que él vino a esta tierra a atender. Ha regresado al cielo, dejándonos a nosotros a cargo, y espera que velemos y esperemos por su venida. Seamos fieles a nuestro cometido para que cuando venga de repente, no nos halle durmiendo. 8TPI 44.2