Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

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Una visión más amplia

Santa Helena, California,

30 de octubre de 1903.

A los misioneros médicos

Cristo, el gran Médico misionero, vino a nuestro mundo como el ideal de toda verdad. La verdad nunca languideció en sus labios, nunca sufrió daño en sus manos. De sus labios brotaban palabras de verdad con la frescura y el poder de una nueva revelación. Desplegó los misterios del reino de los cielos, revelando joya tras joya de verdad. 8TPI 213.1

Cristo habló con autoridad. Toda verdad esencial para el pueblo fue proclamada con el aplomo de un conocimiento certero. No proclamó nada imaginario ni sentimental. No expuso sofismas ni opiniones humanas. No salían de sus labios cuentos ociosos o falsas teorías expresadas en lenguaje engalanado. Sus declaraciones eran verdades establecidas por el conocimiento personal. Él previó las doctrinas engañosas que llenarían el mundo, pero no las explicó. Concentraba sus enseñanzas en los principios inmutables de la Palabra de Dios. Magnificaba las verdades sencillas y prácticas que el pueblo pudiera entender e incorporar a sus vidas diarias. 8TPI 213.2

Cristo pudo haber expuesto ante los hombres las verdades más profundas de la ciencia. Pudo haber desatado misterios que han tomado siglos de esfuerzo y estudio para penetrar. Pudo haber hecho sugerencias en el ramo científico, que hubieran dado mucho que pensar y estimulado la facultad inventiva del hombre hasta el fin del tiempo. Pero no hizo nada de esto. No dijo nada que pudiera satisfacer la curiosidad o las ambiciones del hombre y abrir paso a la fama mundanal. En toda su enseñanza, Cristo puso las mentes de los hombres en contacto con la Mente Infinita. No le indicaba al pueblo que estudiara las teorías humanas acerca de Dios, su Palabra, o sus obras. Les enseñaba a contemplar a Dios según lo manifestaban sus obras, su Palabra, y sus providencias. 8TPI 213.3