Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

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El valor de la palabra de Dios

Oakland, California,

13 de junio de 1901.

A un médico y su esposa

Estimados hermano y hermana,

Nuestro viaje de regreso fue exitoso. Asistí a reuniones en muchos lugares. Fue una sorpresa conocer a un buen número de creyentes en la ciudad de Indianápolis. Hablé dos veces allí. El Señor me dio un mensaje para el pueblo parecido al que me fue dado en Battle Creek concerniente a los errores que se han infiltrado entre nosotros. La gente estaba dispuesta a escuchar y recibir la palabra. 8TPI 204.1

Cuando penetran errores en nuestras filas, no hemos de entrar en controversia acerca de ellos. Debemos dar fielmente el mensaje de reprensión, y luego presentar la verdad en contraste con el error para desviar al pueblo de las ideas antojadizas y erróneas. La presentación de los temas celestiales revelará a la mente principios que descansan sobre un fundamento tan duradero como la eternidad. 8TPI 204.2

Los creyentes de convicciones cristianas firmes y consecuentes, y de carácter sólido, prestan gran servicio al Maestro. Nada puede apartarlos de la fe. La verdad es para ellos un tesoro precioso. 8TPI 204.3

La verdad de Dios se halla en su Palabra. Los que consideran que deben buscar en otra parte la verdad presente necesitan convertirse de nuevo. Tienen que enmendar malos hábitos, abandonar malas prácticas. Necesitan buscar nuevamente la verdad como es en Jesús, para que la edificación de su carácter se realice en armonía con las lecciones de Cristo. Al abandonar sus ideas humanas y asumir los deberes que Dios les ha dado, dicen mientras contemplan a Cristo y se van transformando a su semejanza: “Más cerca, oh Dios de ti; más cerca sí”. 8TPI 204.4

Con la Palabra de Dios en la mano, podemos acercarnos cada vez más a Jesús, paso a paso, con amor consagrado. A medida que conozcamos mejor el Espíritu de Dios, iremos aceptando la Biblia como único fundamento de la fe. El pueblo de Dios recibirá la palabra como las hojas del árbol de la vida, más preciosas que el oro purificado en fuego, y más poderosas que cualquier otro agente de santificación. 8TPI 205.1