Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

97/197

Lo que Dios espera de sus obreros

Si los hombres sólo se humillaran delante de Dios, si dejaran de exaltar su propio parecer como influencia que todo lo domina, si le dieran lugar al Señor para planificar y trabajar, Dios emplearía las aptitudes que les ha dado de tal manera que su nombre fuera ensalzado. Purificaría a sus obreros de todo egoísmo, cortando las ramas que se enredan alrededor de objetos indeseables, podando la viña para que dé fruto. Dios es el gran Labrador. Él hará que todo en la vida de los que son colaboradores de Cristo esté sujeto a su gran propósito de dar crecimiento y producir fruto. Es su propósito conformar a sus siervos diariamente a la imagen de Cristo y hacerlos participantes de la naturaleza divina, para que lleven fruto en abundancia. Es su deseo que los que pertenecen a su pueblo, por medio de una experiencia real en la verdad del evangelio, se conviertan en misioneros leales, sólidos, confiables y experimentados. Él espera que ellos demuestren resultados mucho más elevados, sagrados y definidos que los que han sido revelados hasta el momento en nuestros días. 8TPI 198.1

El alfarero toma el barro en sus manos y lo amolda y le da forma conforme a su voluntad. Lo soba y lo trabaja. Lo despedaza y lo vuelve a juntar. Lo moja y lo seca. Lo deja estar por unos momentos sin tocarlo. Cuando se pone del todo flexible, sigue adelante con la obra de formar una vasija. Le da forma y sobre la rueda lo afina y le da lustre. Lo seca al sol y lo cuece en el horno. Así se convierte en una vasija útil. De la misma manera el Alfarero Maestro desea amoldarnos y formarnos. Hemos de ser en sus manos lo que es el barro en manos del alfarero. No intentemos hacer la obra del alfarero. La parte que nos toca es la de entregarnos en las manos del Alfarero Maestro para ser amoldados. 8TPI 199.1