Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

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El esfuerzo unido

Cooranbong, Australia,

15 de abril de 1899.

A un médico perturbado

Mi querido hermano,

Tengo un profundo interés en usted y en su trabajo. Ruego al Señor que guíe mi pluma al escribirle. El Señor lo ha hecho un hombre de su elección, y los ángeles de Dios han sido sus ayudadores. El Señor lo ha colocado en el puesto que ocupa ahora, no porque sea usted infalible, sino porque él desea guiar su mente por medio del Espíritu Santo. Él desea que imparta el conocimiento de la verdad presente a todos aquellos con quienes se relaciona. Se le han encomendado graves responsabilidades, y de ninguna manera debiera dejarse envolver en tareas que vayan a debilitar su influencia entre los adventistas del séptimo día. El Señor lo ha escogido para que ocupe un lugar designado por él, ante la profesión médica, no para ser moldeado por las influencias mundanales, sino para moldear las mentes de otros. Diariamente necesita estar bajo la supervisión de Dios. Él es su Hacedor, su Redentor. Él le tiene una obra reservada para que la lleve a cabo unido a los adventistas del séptimo día y no separado de ellos. Sea usted una bendición para sus hermanos, impartiéndoles el conocimiento que él le ha dado. 8TPI 184.1

Dios ha actuado por medio de usted y anhela aún seguir trabajando, honrándolo al encomendarle deberes importantes. “Porque nosotros somos colaboradores de Dios”. 1 Corintios 3:9. Él nos utilizará, a usted, a mí y a todo ser humano que se inicie en su servicio, si nos sometemos a su dirección. Cada cual ha de mantenerse en su torre de vigilancia, escuchando atentamente lo que el Espíritu tiene que decirle, recordando que todas sus palabras y actos dejan su impresión, no sólo sobre su propio carácter, sino sobre el de las personas con quienes se asocia. 8TPI 184.2