Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
Los juicios de Dios sobre nuestras ciudades
Estando en Loma Linda, California, el 16 de abril de 1906, pasó delante de mí una escena asombrosa. En una visión de la noche, yo estaba sobre una altura desde donde veía las casas sacudirse como el viento sacude los juncos. Los edificios, grandes y pequeños, se derrumbaban. Los sitios de recreo, los teatros, hoteles y palacios suntuosos eran conmovidos y derribados. Muchas vidas eran destruidas y los lamentos de los heridos y aterrorizados llenaban el espacio. 9TPI 76.1
Los ángeles destructores, enviados por Dios, estaban obrando. Un simple toque, y los edificios construidos tan sólidamente que los hombres los consideraban resguardados de todo peligro quedaban reducidos a un montón de escombros. Ninguna seguridad había en parte alguna. Personalmente, no me sentía en peligro, pero no puedo describir las escenas terribles que se desarrollaron ante mi vista. Era como si la paciencia de Dios se hubiese agotado y hubiese llegado el día del juicio. 9TPI 76.2
Entonces el ángel que estaba a mi lado me dijo que muy pocas personas se dan cuenta de la maldad que reina en el mundo hoy, especialmente en las grandes ciudades. Declaró que el Señor ha fijado un tiempo cuando su ira castigará a los transgresores por su persistente menoscabo de su ley. 9TPI 76.3
Aunque terrible, la escena que pasó ante mis ojos no me hizo tanta impresión como las instrucciones que recibí en esa ocasión. El ángel que estaba a mi lado declaró que la soberanía de Dios, el carácter sagrado de su ley, deben ser manifestados a los que rehúsan obstinadamente obedecer al Rey de reyes. Los que prefieran quedar infieles habrán de ser heridos por los juicios misericordiosos de Dios, a fin de que, si posible fuere, lleguen a percatarse de la culpabilidad de su conducta. 9TPI 76.4
Durante el día siguiente, estuve pensando en las escenas que habían pasado ante mis ojos y en las instrucciones que las habían acompañado. Por la tarde fuimos a Glendale, cerca de Los Angeles. En el transcurso de la noche siguiente, recibí nuevas instrucciones acerca del carácter santo y obligatorio de los diez mandamientos y de la supremacía de Dios sobre todos los gobernantes terrenales. 9TPI 76.5
Me parecía estar en medio de una asamblea, presentando al público los requerimientos de la ley divina. Leí el pasaje relativo a la institución del sábado en el Edén, al final de la semana de la creación, y lo referente a la promulgación de la ley en el Sinaí. Después declaré que el sábado debe observarse como señal de un “pacto perpetuo” entre Dios y los que le pertenecen, a fin de que sepan que son santificados por Jehová, su Creador. 9TPI 76.6
Luego insistí en el hecho de que el gobierno de Dios rige supremo sobre todos los gobiernos de los hombres. Su ley debe ser regla de conducta para todos. No es permitido a los hombres pervertir sus sentidos por la intemperancia, o someter su mente a las influencias satánicas, porque ello los deja en la imposibilidad de observar la ley de Dios. Aunque el divino Soberano soporte con paciencia la maldad, no puede ser engañado y no callará para siempre. Su autoridad y supremacía como Príncipe del universo deben ser reconocidas, y las justas exigencias de su ley vindicadas. 9TPI 77.1
Muchas otras instrucciones acerca de la longanimidad de Dios y la necesidad de hacer comprender a los transgresores cuán peligrosa es su posición a la vista de Dios, fueron repetidas al público tal como yo las había recibido de mi instructor. 9TPI 77.2
El 18 de abril, dos días después de haber tenido la visión del derrumbamiento de los edificios, fui a la capilla de la calle Carr, en Los Angeles, donde se me esperaba. Cuando estábamos cerca de la iglesia, oímos a los vendedores de diarios que gritaban: “¡San Francisco destruido por un terremoto!” Con el corazón lleno de angustia leí las primeras noticias del terrible desastre. 9TPI 77.3
Dos semanas más tarde, al volver a nuestra casa, pasamos por San Francisco, y en un coche alquilado visitamos por una hora y media la desolación de aquella gran ciudad. Edificios reputados indestructibles yacían en ruinas. Algunas casas estaban parcialmente hundidas en el suelo. La ciudad ofrecía un cuadro lamentable de la vanidad de los esfuerzos humanos para construir edificios a prueba de fuego y terremotos. 9TPI 77.4
Por la boca del profeta Sofonías, el Señor habla de los juicios con que afligirá a los que hacen el mal: “Destruiré por completo todas la cosas de sobre la faz de la tierra, dice Jehová. Destruiré los hombres y las bestias; destruiré las aves del cielo y los peces del mar, y cortaré a los impíos; y raeré a los hombres de sobre la faz de la tierra, dice Jehová... 9TPI 77.5
“Y en el día del sacrificio de Jehová castigaré a los príncipes, y a los hijos del rey, y a todos los que visten vestido extranjero. Asimismo castigaré en aquel día a todos los que saltan la puerta, los que llenan las casas de sus señores de robo y de engaño. 9TPI 77.6
“Y habrá en aquel día, dice Jehová, voz de clamor desde la puerta del Pescado, y aullido desde la segunda puerta, y gran quebrantamiento desde los collados. Aullad, habitantes de Mactes, porque todo el pueblo mercader es destruido; destruidos son todos los que traían dinero. 9TPI 78.1
“Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal. Por tanto, serán saqueados sus bienes, y sus casas asoladas; edificarán casas, mas no las habitarán, plantarán viñas, mas no beberán el vino de ellas. 9TPI 78.2
“Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres. Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra Jehová; y la sangre de ellos será derramada como polvo, y su carne como estiércol. Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehová, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra”. Sofonías 1:2, 3, 8-18. 9TPI 78.3
Dios no puede tener paciencia por mucho más tiempo. Sus juicios ya comienzan a caer en algunos lugares, y pronto su desagrado se manifestará abiertamente en otros sitios. 9TPI 78.4
Habrá una serie de acontecimientos que tendrán por objeto mostrar que Dios domina la situación. La verdad será proclamada en un lenguaje claro e inequívoco. A nosotros, como pueblo, nos incumbe preparar el camino del Señor bajo la dirección de su Espíritu Santo. El Evangelio debe ser proclamado en su pureza. El raudal de aguas vivas debe profundizar y ensanchar su curso. En todos los campos, cercanos y lejanos, habrá hombres que serán llamados a dejar el arado y los negocios que ocupan de costumbre el pensamiento, para prepararse junto a hombres de experiencia. A medida que aprendan a trabajar con éxito, anunciarán la verdad con poder. Merced a las maravillosas operaciones de la Providencia divina, montañas de dificultades serán removidas y arrojadas al mar. El mensaje, que tanto significa para todos los habitantes de la tierra, será oído y comprendido. Los hombres verán dónde está la verdad. La obra progresará más y más hasta que la tierra entera sea amonestada; y entonces vendrá el fin. 9TPI 78.5