Testimonios para la Iglesia, Tomo 9

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La mayordomía fiel*

Cristo nos ha comprado por el precio de su propia sangre. Pagó el precio de compra por nuestra redención, y si nos aferramos del tesoro, éste será nuestro por el don gratuito de Dios. 9TPI 197.1

“¿Cuánto debes a mi amo?” Lucas 16:5. Resulta imposible decirlo. Todo lo que tenemos proviene de Dios. Él pone su mano sobre nuestras posesiones y dice: “Yo soy el dueño legítimo de todo el universo; éstos son mis bienes. Consagradme los diezmos y las ofrendas. Al traer estos recursos especificados como señal de vuestra lealtad y sumisión a mi soberanía, mi bendición aumentará vuestros bienes y tendréis abundancia”. 9TPI 197.2

Dios prueba a cada persona que afirma creer en él. A todos se les confían talentos. El Señor ha dado a los hombres sus recursos para que negocien con ellos. Los ha convertido en sus mayordomos, y ha colocado en su posesión dinero, casas y tierras. Todo esto debe considerarse como los bienes del Señor y usarse para promover su obra, para edificar su reino en el mundo. Al negociar con los bienes del Señor debemos pedirle sabiduría para no usar su legado sagrado a fin de glorificamos a nosotros mismos o para complacer nuestros impulsos egoístas. La cantidad confiada varía, pero los que tienen los dones más pequeños no deben sentir que debido a que su talento de recursos es demasiado pequeño, no pueden hacer nada con él. 9TPI 197.3

Todo cristiano es un mayordomo de Dios que ha recibido sus recursos. Recordad las palabras: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”. 1 Corintios 4:2. Asegurémonos de que no estamos robando a Dios ni siquiera en lo mínimo, porque este asunto es muy abarcante. 9TPI 197.4

Todas las cosas pertenecen a Dios. Los hombres pueden ignorar sus derechos. Mientras él derrama abundantemente sus bendiciones sobre ellos, pueden utilizar sus dones para su propia gratificación egoísta; pero serán llamados a rendir cuentas de su mayordomía. 9TPI 198.1

Un mayordomo se identifica con su señor. Acepta las responsabilidades de un mayordomo y debe actuar en lugar de su señor y hacer lo que haría su señor si estuviera a cargo de la situación. Los intereses de su señor se convierten en los suyos. La posición de un mayordomo está revestida de dignidad porque su señor confía en él. Si en alguna cosa actúa egoístamente y se aprovecha de las ventajas obtenidas al negociar con los recursos de su señor, ha pervertido la confianza con que se lo ha investido. 9TPI 198.2