Testimonios para la Iglesia, Tomo 2

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La conducción de las reuniones

Se me ha mostrado, hermano M, que es necesario que se haga una gran obra antes de que usted pueda ejercer su influencia en la iglesia para corregir o señalar errores. No posee esa humildad de mente que puede alcanzar los corazones del pueblo de Dios. Usted es exaltado. Necesita examinar sus motivos y acciones para ver si tiene la mira puesta solamente en la gloria de Dios. Ni el hermano O ni usted son exactamente apropiados para satisfacer las necesidades de la juventud y de la iglesia en general. Usted no se acerca a ellos con espíritu sencillo para poder comprender cuál es el mejor modo de ayudarlos. No es conveniente que usted y el Hermano O dejen sus asientos y suban a la plataforma frente a la congregación. Cuando ocupan esa posición consideran que deben decir o hacer algo de acuerdo con su importancia. En lugar de levantarse y decir unas pocas palabras oportunas, frecuentemente pronuncian largos discursos, que realmente son negativos para el espíritu de la reunión. Muchos se sienten aliviados cuando ustedes se sientan. Si estuvieran en el campo donde hubiese poca gente deseosa de utilizar bien su tiempo, estos largos comentarios serían más apropiados. 2TPI 374.1

La obra del Señor es una gran obra, y se necesitan hombres sabios para llevarla a cabo. Se requieren hombres que puedan adaptarse a las necesidades de la gente. Si deseáis ayudar a la gente no debéis colocaros en una posición superior, sino que debéis estar entre ellos. Este es el gran error del hermano O. Es demasiado formal. No le resulta natural comportarse sencillamente. No es capaz de discernir entre la causa y el efecto. No ganará el afecto y el amor de la gente. No se hace entender por los niños ni les habla de un modo conmovedor que pueda penetrar en sus corazones. Se levanta y habla a los niños sabiamente, pero esto no los beneficia. Sus charlas son generalmente largas y cansadoras. A veces si sólo dijera una cuarta parte de lo que generalmente dice, dejaría una mejor impresión en las mentes. 2TPI 374.2

Los que instruyen a los niños debieran evitar las charlas tediosas. Las charlas cortas y oportunas tendrán una influencia positiva. Si hay mucho que decir, dense cortas charlas más frecuentemente. Unas pocas palabras interesantes de vez en cuando serán más beneficiosas que tratar de decirlo todo de una vez. Los largos sermones agobian las mentes de los niños. El hablarles demasiado los llevará a rechazar aun la instrucción espiritual, del mismo modo que el comer en exceso sobrecarga el estómago y disminuye el apetito, y hasta llega a hacernos rechazar la comida. Las largas peroratas pueden sobrecargar las mentes de la gente. La obra por la iglesia, pero especialmente por la juventud, debiera ser renglón tras renglón, mandamiento tras mandamiento, un poquito aquí, y un poquito allá. Dad tiempo a las mentes para digerir las verdades con las que los alimentáis. Debe atraerse a los niños hacia el cielo, no con rudeza sino con suavidad. 2TPI 374.3

Battle Creek, Míchigan,

2 de octubre de 1868.

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