Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Las advertencias de Dios son rechazadas
Jeremías ya había sido privado de su libertad porque había obedecido a Dios y había dado las palabras de advertencia que había recibido de boca de Dios al rey y a los otros que ocupaban puestos de responsabilidad en Israel. Los israelitas no estaban dispuestos a aceptar las reprensiones ni tampoco que su conducta fuese cuestionada. Habían manifestado un gran descontento ante las palabras de reproche y los juicios que habían sido predichos sobre ellos si continuaban en rebelión contra el Señor. Aunque Israel no las escuchara, las palabras de consejo divino no tendrían menor efecto. Tampoco Dios dejaría de reprender ni amenazar con sus juicios y su ira a aquellos que rechazaran obedecer sus advertencias. 4TPI 175.3
El Señor dijo a Jeremías: “Toma un rollo de libro y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy. Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado”. Jeremías 36:2-3. 4TPI 176.1
Ésta es una prueba de que Dios se resiste a abandonar a su pueblo. Y para que Israel no descuidara tanto sus reprobaciones y sus advertencias, hasta el punto de olvidarse de ellas, demoró el juicio sobre su pueblo y le dio un registro completo de su desobediencia y graves pecados, así como de los juicios que había declarado como consecuencia de sus transgresiones, desde los días de Josías hasta aquel tiempo. De ese modo, los israelitas tendrían una nueva oportunidad para ver su maldad y arrepentirse. Esto nos demuestra que Dios no se complace en afligir a su pueblo; sino que, con un cuidado que sobrepasa el de un padre que se apiada de su hijo descarriado, ruega a su pueblo errante que regrese a la lealtad. 4TPI 176.2
El profeta Jeremías, obedeciendo los mandamientos de Dios, dictó las palabras que el Señor le había dado a Baruc, su escriba, el cual las escribió en un rollo. Vea. Jeremías 36:4. Ese mensaje era una reprensión por todos los pecados de Israel y una advertencia de las consecuencias que se seguirían si perseveraban en sus malos caminos. Era un sincero llamamiento para que renunciaran a sus pecados. Después de haberlo escrito, Jeremías, que estaba prisionero, envió a su escriba para que leyera el rollo a todas las personas que había reunido “en la casa de Jehová, el día del ayuno”. Jeremías 36:6. El profeta dijo: “Quizá llegue la oración de ellos a la presencia de Jehová, y se vuelva cada uno de su mal camino; porque grande es el furor y la ira que ha expresado Jehová contra este pueblo”. Jeremías 36:7. 4TPI 176.3
El escriba obedeció al profeta y leyó el rollo ante el pueblo de Judá. Pero su tarea no acabó aquí, debía leerlo ante los príncipes, quienes escucharon con gran interés. Sus rostros tenían una expresión de temor mientras preguntaban a Baruc al respecto del misterioso escrito. Prometieron referir al rey todo lo que habían oído sobre él y su pueblo, pero aconsejaron al escriba que se escondiera porque temían que el rey rechazaría el testimonio que Dios había dado por medio de Jeremías y querría matar tanto al profeta como a su escriba. 4TPI 176.4
Cuando los príncipes refirieron al rey lo que Baruc había leído, inmediatamente ordenó que trajeran el rollo y se lo leyeran. Pero en lugar de aceptar sus advertencias y temblar ante el peligro que se cernía sobre él y su pueblo, en un arrebato de furia, lo arrojó al fuego, a pesar de que algunos que gozaban de su confianza le habían suplicado que no lo quemara. Cuando la ira de aquel malvado monarca se alzó contra Jeremías y su escriba, ordenó que los aprehendieran inmediatamente; “pero Jehová los escondió”. Jeremías 36:26. Después que el rey hubo quemado el sagrado rollo, la palabra de Dios vino a Jeremías, diciendo: “Vuelve a tomar otro rollo, y escribe en él todas las palabras primeras que estaban en el primer rollo que quemó Joacim rey de Judá. Y dirás a Joacim rey de Judá: ‘Así ha dicho Jehová: Tu quemaste este rollo, diciendo: ¿Por qué escribiste en él diciendo: De cierto vendrá el rey de Babilonia, y destruirá esta tierra, y hará que no queden en ella ni hombres ni animales?’”. Jeremías 36:28-29. 4TPI 177.1
El Dios de misericordia advertía al pueblo por su bien. “Quizá”, dijo el Creador compasivo, “oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado” Jeremías 36:3 Dios se apiada de la ceguera y la perversidad del hombre; envía luz a su entendimiento sumido en tinieblas por medio de reprobaciones y amenazas con el fin de que los poderosos se den cuenta de su ignorancia y lamenten sus errores. Hace que los que se complacen en sí mismos se sientan insatisfechos con sus logros y busquen mayores bendiciones con una unión más estrecha con el cielo. 4TPI 177.2
El plan de Dios no es enviar mensajeros que complazcan y adulen a los pecadores. Sus mensajes no arrullan a los que permanecen en la seguridad carnal y no se santifican. Pone pesadas cargas sobre las conciencias de los que obran el mal y traspasa sus almas con afiladas flechas de culpabilidad. Los ángeles ministradores presentan ante ellos los temibles juicios de Dios para que sientan su gran necesidad y fuerza el clamor de agonía: “¿Qué puedo hacer para ser salvo?” La misma mano que humilla hasta el polvo, que reprende el pecado y avergüenza el orgullo y la ambición, levanta al penitente y quebrantado y pregunta llena de compasión: “¿Qué quieres que te haga?” Marcos 10:51. 4TPI 177.3
Cuando el hombre ha pecado contra el Dios santo y misericordioso, no hay conducta más noble que el arrepentimiento sincero y la confesión de sus errores con lágrimas en los ojos y el alma doliente. Dios sólo acepta un corazón traspasado y un espíritu contrito. Pero el rey y sus gobernantes, llenos de orgullo y arrogancia, rechazaron la invitación de Dios para que regresaran a él. No estaban dispuestos a escuchar sus advertencias y arrepentirse. Ésta fue su última oportunidad. Dios había declarado que si no escuchaban su voz les infligiría una temible retribución. No quisieron oír y fue pronunciado juicio sobre Israel y el hombre que se había enorgullecido y se había levantado contra el Todopoderoso sintió toda su ira. 4TPI 178.1
“Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de Joacim rey de Judá: ‘No tendrá quien se siente sobre el trono de David; y su cuerpo será echado al calor del día y al hielo de la noche. Y castigaré su maldad en él, y en su descendencia y en sus siervos; y traeré sobre ellos, y sobre los moradores de Jerusalén y sobre los varones de Judá, todo el mal que les he anunciado y no escucharon’”. Jeremías 36:30-31. 4TPI 178.2
Quemar el rollo no acabó con el asunto. Fue más fácil arrojar las palabras escritas que la reprobación y la advertencia que contenían y el inminente castigo que Dios había pronunciado contra el rebelde Israel. El Señor ordenó que se reprodujera el rollo destruido. Las palabras del Infinito no podían ser destruidas. “Y tomó Jeremías otro rollo y lo dio a Baruc hijo de Nerías escriba; y escribió en él de boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó en el fuego Joacim rey de Judá; y aun fueron añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes”. Jeremías 36:32. 4TPI 178.3
Dios no envía juicios sobre su pueblo sin antes haberlo avisado para que se arrepienta. Usa todos los medios para hacerlo volver a la obediencia y no visita su iniquidad con juicios hasta que le ha dado amplias oportunidades de arrepentimiento. Los hombres airados querían impedir la labor del profeta de Dios privándolo de libertad. Sin embargo, Dios puede hablar a los hombres aun a través de los muros de las prisiones e incrementar la efectividad de sus siervos con los mismos medios con que sus perseguidores quieren limitar su influencia. 4TPI 178.4
En este tiempo muchos menosprecian las fieles reprensiones de Dios dadas en testimonio. Se me ha mostrado que algunos, tal como hizo aquel malvado rey de Israel, han llegado a quemar las palabras escritas de reprobación y advertencia. Sin embargo, la oposición a los designios de Dios no aplaza su ejecución. Desafiar las palabras que el Señor habla a través de sus instrumentos escogidos sólo provocará su ira y, finalmente, traerá la ruina segura al transgresor. A menudo, la indignación enciende el corazón del pecador contra el agente que Dios escoge para hacerle llegar sus reprensiones. Siempre ha sido así, y ese mismo espíritu que encarceló a Jeremías por haber obedecido la palabra del Señor persiste en nuestros días. 4TPI 179.1
A la vez que los hombres no aceptan humildemente las repetidas advertencias se complacen con falsos maestros que adulan su vanidad y refuerzan su maldad y, sin embargo, no son capaces de ayudarlos en los días de tribulación. Los siervos escogidos de Dios deben afrontar con valor y paciencia todos los sufrimientos y las pruebas que les traen los reproches, la negligencia o las interpretaciones erróneas porque cumplen fielmente el deber que Dios les ha encomendado. Deben recordar que los profetas de la antigüedad y el Salvador del mundo también sufrieron los malos tratos y la persecución por causa de la palabra. Deben esperar la misma oposición que se manifestó al quemar el rollo que había sido escrito al dictado de Dios. 4TPI 179.2
El Señor prepara un pueblo para el cielo. Los defectos de carácter, la voluntad obstinada, la idolatría soberbia, la indulgencia con las faltas, el odio y las contiendas provocan la ira de Dios; el pueblo que guarda sus mandamientos debe abandonar todas esas taras. Las argucias de Satanás engañan y enceguecen a los que viven en esos pecados. Creen que están en la luz y, sin embargo, andan a tientas en las tinieblas. En nuestros días hay murmuradores entre nosotros, como también hubo murmuradores en el antiguo Israel. Los que, con una tolerancia imprudente, mueven a rebelión a los hombres, cuando su egoísmo los atenaza ante las reprensiones merecidas, no son amigos de Dios, el gran Reprensor. Dios enviará reprensión y advertencia a su pueblo mientras esté en la tierra. 4TPI 179.3
Los que, valientemente, escogen el bando correcto, los que alientan la sumisión a la voluntad revelada de Dios, esforzándose por abandonar sus malas acciones, son amigos del Señor; el cual, por amor, desea corregir los errores de su pueblo para así poder limpiarlos y, tras borrar todas sus transgresiones, prepararlos para su santo reino. 4TPI 180.1
Sedequías sucedió a Joacim en el trono de Jerusalén. Pero ni el nuevo rey ni su corte, ni tampoco el pueblo, escucharon las palabras del Señor habladas por medio de Jeremías. Los caldeos comenzaron el asedio a Jerusalén, pero durante un tiempo tuvieron que emplear sus armas contra los egipcios. Sedequías envió un mensajero a Jeremías pidiéndole que orara al Dios de Israel en favor de su pueblo. La temible respuesta del profeta fue que el ejército caldeo regresaría y destruiría la ciudad. El Señor mostraba así que el hombre no puede retener los juicios divinos. “Así ha dicho Jehová: ‘No os engañéis a vosotros mismos, diciendo: ‘Sin duda ya los caldeos se apartarán de nosotros’; porque no se apartarán. Porque aun cuando hiriereis a todo el ejército de los caldeos que pelean contra vosotros, y quedasen de ellos solamente hombres heridos, cada uno se levantará de su tienda, y pondrán esta ciudad a fuego’”. Jeremías 37:9-10. 4TPI 180.2
Jeremías consideró que había cumplido con su tarea e intentó abandonar la ciudad. Pero se lo impidió el hijo de uno de los falsos profetas, el cual dio informes de que se iba a unir al enemigo. Jeremías negó la falsa acusación, pero fue traído de vuelta a la ciudad. Los príncipes prefirieron creer al hijo del falso profeta porque odiaban a Jeremías. Creían que él les había traído la calamidad que había predicho. Enfurecidos, lo golpearon y lo encarcelaron. 4TPI 180.3
Tras haberlo retenido durante varios días en las mazmorras, el rey Sedequías mandó que lo trajeran a su presencia y, en secreto, le preguntó si había alguna otra palabra de parte del Señor. Jeremías repitió otra vez su advertencia de que la nación sería entregada en las manos del rey de Babilonia. 4TPI 180.4
“Dijo también Jeremías al rey Sedequías: ‘¿En qué pequé contra ti, y contra tus siervos, y contra este pueblo, para que me pusieseis en la cárcel? ¿Y dónde están vuestros profetas que os profetizaban diciendo: ‘No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra?’ Ahora pues, oye, te ruego, oh rey mi señor, caiga mi súplica delante de ti, y no me hagas volver a casa del escriba Jonatán, para que no muera allí’. Entonces dio orden el rey Sedequías, y custodiaron a Jeremías en el patio de la cárcel, haciéndole dar una torta de pan al día, de la calle de los panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se gastase. Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel”. Jeremías 37:18-21. 4TPI 181.1
El malvado rey no se atrevió a mostrar públicamente que creía en Jeremías, sino que su temor lo llevó a querer obtener información de él. Era demasiado débil para oponerse a las acusaciones de sus gobernantes y del pueblo, sometiéndose a la voluntad de Dios tal como la había declarado el profeta. Finalmente, algunos hombres que gozaban de autoridad y estaban enfurecidos por la obstinación del profeta en predecir calamidades se acercaron al rey y le dijeron que mientras el profeta viviera no cesaría en sus predicciones de desastre. Afirmaron que era un enemigo de la nación y que sus palabras habían debilitado las manos del pueblo y atraído la desdicha; por eso querían matarlo. 4TPI 181.2
El cobarde rey sabía que esos cargos eran falsos. No obstante, quería que los que ocupaban puestos de poder e influencia en la nación le fueran propicios; por lo que fingió que creía sus falsedades y les entregó a Jeremías para que hicieran con él como les pluguiera. “Entonces tomaron a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno”. Sin embargo, Dios levantó a sus amigos para que intercedieran por él ante el rey y volvieron a sacarlo al patio de la cárcel. 4TPI 181.3
Una vez más, el rey quiso entrevistarse secretamente con Jeremías y le pidió que le relatara fielmente los propósitos de Dios sobre Jerusalén. “Y Jeremías dijo a Sedequías: ‘Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás?, y si te diere consejo, no me escucharás’. Y juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: ‘Vive Jehová que nos hizo esta alma, que no te mataré, ni te entregaré en mano de estos varones que buscan tu vida”. Jeremías 38:15-16. Entonces Jeremías repitió la advertencia del Señor a oídos del rey. Dijo: “‘Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: ‘Si te entregas enseguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa. Pero si no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos’. Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: ‘Tengo temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan’. Y dijo Jeremías: ‘No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás’”. Jeremías 38:17-20. 4TPI 181.4
He aquí una prueba de la sufriente misericordia de Dios. Aún a tan tardía hora, si se hubiese sometido a sus requerimientos, el pueblo habría salvado la vida y la ciudad se habría librado de la conflagración. Pero el rey pensó que había ido demasiado lejos para retractarse. Temía a los judíos, temía que lo ridiculizaran, temía por su vida. En aquel día era demasiado humillante decir al pueblo: “Acepto la palabra del Señor dicha por boca de su profeta Jeremías. No me aventuraré a guerrear contra el enemigo por causa de sus advertencias”. 4TPI 182.1
Con lágrimas en los ojos Jeremías suplicó al rey que se salvara él mismo y al pueblo. Con angustia de espíritu le aseguró que no escaparía con vida y que todas sus posesiones caerían en manos del rey de Babilonia. Tenía la oportunidad de salvar la ciudad; pero había emprendido el mal camino y no estaba dispuesto a volver sobre sus pasos. Decidió seguir el consejo de los falsos profetas y de los hombres a quienes despreciaba y ridiculizaban su debilidad de carácter porque se rendía tan prontamente a sus deseos. Cedió la noble libertad de su humanidad para convertirse en un atemorizado esclavo de la opinión pública. Aunque no tenía ningún propósito malvado, carecía de la resolución necesaria para mantenerse firme al lado de la verdad. Aunque estaba convencido de que Jeremías decía la verdad, no poseía el talante moral para obedecer su consejo, sino que se obstinó en avanzar en la dirección equivocada. 4TPI 182.2
Era tan débil, sus temores humanos se habían apoderado de su alma hasta tal punto, que ni siquiera quería que sus cortesanos y el pueblo supieran que se había reunido con el profeta. Si ese cobarde gobernante se hubiese mantenido firme ante su pueblo y hubiera declarado que creía las palabras del profeta, las cuales ya se habían cumplido, habría evitado una gran desolación. Debería haber dicho: “obedeceré al Señor y salvaré la ciudad de la ruina total. No menospreciaré los mandamientos de Dios por temor a los hombres o en busca de su favor. Amo la verdad, odio el pecado y seguiré el consejo del Todopoderoso de Israel”. Sólo así el pueblo habría respetado su valeroso espíritu y los que dudaban entre la fe y la infidelidad habrían tomado un firme partido por la verdad. El valor y la justicia de su conducta habrían inspirado a sus súbitos con admiración y lealtad. Habría tenido un amplio apoyo e Israel no habría sufrido la indescriptible calamidad del fuego, las matanzas y las hambrunas. 4TPI 183.1
Sedequías pagó un alto precio por su debilidad. El enemigo avanzó como una avalancha irresistible y devastó la ciudad. El ejército hebreo se batió en retirada víctima de la confusión. La nación fue conquistada. Sedequías fue tomado prisionero y sus hijos murieron asesinados ante sus propios ojos. Después fue llevado cautivo fuera de Jerusalén mientras oía los alaridos de su desdichado pueblo y el rugir de las llamas que devoraban sus casas. Le arrancaron los ojos y cuando llegó a Babilonia murió en la miseria. Ésta fue la pena por haber caído en la infidelidad y haber seguido consejos impíos. 4TPI 183.2
En nuestros días hay muchos falsos profetas que no consideran que el pecado sea repulsivo. Se quejan de que las reprensiones y las advertencias de los mensajeros de Dios alteran innecesariamente la paz del pueblo. Arrullan las almas de los pecadores, y las suyas propias, llevándolas a una acomodación fatal con sus enseñanzas agradables y engañosas. El antiguo Israel cayó víctima de las adulaciones de los sacerdotes corruptos. Su predicción de prosperidad era más agradable que el mensaje del verdadero profeta, quien aconsejaba el arrepentimiento y la sumisión. 4TPI 183.3
Los siervos de Dios deben manifestar un espíritu tierno y compasivo y mostrar a todos que en sus asuntos con el pueblo no les impulsa ningún motivo personal y no se complacen en dar mensajes de furia en nombre del Señor. Sin embargo, nunca deben titubear a la hora de señalar los pecados que corrompen a los que profesan ser el pueblo de Dios ni cesar en su empeño de influir en ellos para que se vuelvan de sus errores y obedezcan al Señor. 4TPI 183.4
Los que se esfuerzan por esconder el pecado y hacer que parezca menos serio a las mentes de los transgresores hacen la labor de los falsos profetas y la ira de Dios retribuirá su conducta. El Señor nunca entrará en componendas con los deseos de los hombres corruptos. El falso profeta condenó a Jeremías por haber afligido al pueblo con sus graves acusaciones; quiso tranquilizarlo prometiéndole seguridad y prosperidad, pensando que no debía recordar continuamente los pecados de las pobres gentes ni amenazarlas con el castigo. Esta conducta aumentó aún más, si cabe, la resistencia de los judíos al consejo del verdadero profeta e intensificó su enemistad hacia él. 4TPI 184.1
Dios no se complace con el que obra el mal. No permite que ninguna libertad brille por encima de los pecados de su pueblo ni que se proclame “paz, paz” cuando ha declarado que los condenados no tendrán paz. Los que alientan a rebelión contra los siervos que Dios envía para dar su mensaje se rebelan contra la palabra del Señor. 4TPI 184.2