Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Jeremías reprende a Israel
El Señor dio a Jeremías un mensaje de reprensión para que lo llevara a su pueblo, que continuamente rechazaba el consejo de Dios, diciendo: “Yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar, y no me habéis oído. Y envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestras obras, y no vayáis tras dioses ajenos para servirles, y viviréis en la tierra que di a vosotros y a vuestros padres”. Jeremías 35:14-15. 4TPI 165.1
Dios les rogó que no lo provocaran a ira con la obra de sus manos y de sus corazones; pero “no me habéis oído”, dijo. Entonces Jeremías vaticinó la cautividad de los judíos, como castigo por no obedecer la palabra del Señor. Los caldeos serían utilizados como instrumentos de Dios para castigar a su pueblo desobediente. Su disciplina estaría en proporción a su inteligencia y a las advertencias que despreciaron. Por largo tiempo Dios había demorado sus juicios por la renuencia que tenía de humillar a su pueblo escogido; pero ahora les mostraría su desagrado, como un último esfuerzo por enderezar sus caminos torcidos. 4TPI 165.2
En estos días no ha establecido ningún nuevo plan para preservar la pureza de su pueblo. De la misma manera en que lo hizo en la antigüedad, él ruega a los errantes que profesan su nombre que se arrepientan y se vuelvan de sus malos caminos. Por boca de sus siervos escogidos de ahora, como de entonces, predice los peligros que están delante de ellos. Hace sonar su nota de advertencia, y reprende el pecado tan fielmente como en los días de Jeremías. Pero el Israel de nuestro tiempo tiene las mismas tentaciones de desdeñar los reproches y odiar los consejos que el antiguo Israel. Demasiado a menudo prestan oídos sordos a las palabras que Dios ha dado a sus siervos para beneficio de los que profesan la verdad. Sin embargo, como en los días de Jeremías, la misericordia del Señor retiene por un tiempo la retribución de su pecado, pero no siempre los protegerá, sino que visitará la iniquidad con juicio justo. 4TPI 165.3
El Señor ordenó a Jeremías que se pusiese de pie en el atrio del templo, y allí hablase a todo el pueblo de Judá que acudiera para adorar. No debía quitar una sola palabra de los mensajes que se le daban, a fin de que los pecadores de Sión tuviesen las más amplias oportunidades de escuchar y apartarse de sus malos caminos. Entonces Dios se arrepentiría del castigo que estaba dispuesto a infligirles a causa de su maldad. 4TPI 165.4
Aquí se demuestra vívidamente la poca voluntad que el Señor tiene para castigar a su pueblo. Retuvo sus juicios y le rogó que regresara a la alianza con él. Israel había sido liberado de la esclavitud para que pudiera servir al Dios único y vivo. Sin embargo, los israelitas se desviaron y cayeron en la idolatría, tomando a la ligera las advertencias que les daban los profetas. Aun así, postergó el castigo para darles una nueva oportunidad de arrepentirse y evitar la paga de su pecado. Por medio de su profeta envió una clara y firme advertencia y puso delante de ellos la única vía para escapar del castigo que merecían: el arrepentimiento completo de su pecado y el abandono de los caminos del mal. 4TPI 166.1
El Señor ordenó a Jeremías que dijera al pueblo: “Así ha dicho Jehová: ‘Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros, para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído, yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra”. Jeremías 26:4-6. Los israelitas entendieron la referencia a Silo y el tiempo en que los filisteos vencieron a Israel y tomaron el arca de Dios. 4TPI 166.2
Elí pecó porque consideró en poco la iniquidad de sus hijos, los cuales desempeñaban funciones sagradas. Al descuidar la reprensión y la corrección de sus hijos trajo una temible calamidad a Israel. Los hijos de Elí fueron muertos, el mismo Elí perdió la vida, el arca de Dios fue robada y treinta mil cayeron muertos. Todo ello porque un pecado fue tomado a la ligera y se permitió que se perpetuara entre ellos. ¡Qué lección para los hombres que ocupan puestos de responsabilidad en la iglesia de Dios! Solemnemente, les exige que abandonen los errores que deshonran la causa de la verdad. 4TPI 166.3
En los días de Samuel, Israel pensó que, aunque no se arrepintieran de sus pecados, la presencia del arca que contenía los mandamientos de Dios les garantizaría la victoria sobre los filisteos. Del mismo modo, en los días de Jeremías los judíos creían que la estricta observancia de los servicios divinos establecidos en el templo los protegería del justo castigo que su mala conducta merecía. 4TPI 166.4
Ese mismo peligro corre el pueblo que, en nuestros días, profesa ser depositario de la ley de Dios. Está a punto de engañarse a sí mismo con la idea de que el modo en que guarda los mandamientos de Dios lo mantendrá a salvo del poder de la justicia divina. Rechaza la reprensión por el mal y carga a los siervos de Dios con un exceso de celo en expulsar el pecado. El Dios que aborrece el pecado llama a todos los que profesan guardar sus mandamientos que salgan de toda iniquidad. Si desobedece su palabra y no se arrepiente, el pueblo de Dios sufrirá unas consecuencias tan terribles hoy como el mismo pecado trajo al antiguo Israel. Hay un límite más allá del cual el Juez de jueces no demorará su sentencia. La desolación de Jerusalén es una solemne advertencia para los ojos del moderno Israel: pasar por alto las reprensiones que llegan por medio de sus siervos no pasará impunemente. 4TPI 167.1
Cuando los sacerdotes y el pueblo oyeron el mensaje que Jeremías les comunicaba en nombre de Dios se enfurecieron y declararon que el profeta debía morir. Sus protestas fueron ruidosas en extremo: “¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová, diciendo: ‘Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador’? Y todo el pueblo se juntó contra Jeremías en la casa de Jehová”. Jeremías 26:9. Así menospreciaron el mensaje de Dios y amenazaron de muerte al siervo en quien él había confiado. Los sacerdotes, los profetas infieles y todo el pueblo montaron en cólera contra él porque no les decía cosas amables ni profetizaba engaños. 4TPI 167.2
Es frecuente que los siervos perseverantes de Dios sufran las persecuciones más amargas de los falsos maestros de la religión. Pero los verdaderos profetas siempre preferirán el rechazo, e incluso la muerte, antes que mostrarse infieles a Dios. el Ojo Infinito está fijado en los instrumentos de reprensión divina, los cuales llevan una pesada carga de responsabilidad. Pero Dios contempla las injurias que se les infligen mediante la mistificación, la falsedad o el abuso como si fueran practicados con él mismo y las castigará de acuerdo con esa gravedad. 4TPI 167.3
Los príncipes de Judá habían oído las palabras de Jeremías y, subiendo desde el palacio del rey, se sentaron a las puertas del templo. “Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: ‘En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos’”. Jeremías 26:11. Jeremías se levantó, valiente, ante los príncipes y el pueblo, declarando: “Jehová me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las palabras que habéis oído. Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros. En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto os parezca. Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores; porque en verdad Jehová me envió a vosotros para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos”. Jeremías 26:12-15. 4TPI 168.1
Si las amenazas de las autoridades y el griterío de la turba hubiesen atemorizado al profeta, su mensaje no habría tenido efecto y habría perdido su vida. Pero el coraje con que cumplió su doloroso deber despertó el respeto del pueblo y volvió a los príncipes de Israel a su favor. Por eso Dios hizo que se levantaran defensores de su siervo para que razonaran con los sacerdotes y los falsos profetas, mostrándoles cuán poco sabios serían si tomaban las extremas medidas que habían defendido hasta entonces. 4TPI 168.2
La influencia de esas poderosas personas produjo una reacción en las mentes del pueblo. Entonces, los ancianos unidos en protesta contra la decisión que habían tomado los sacerdotes al respecto del destino de Jeremías, citaron el caso de Miqueas, que había profetizado juicios sobre Jerusalén, diciendo: “Sión será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque”. Jeremías 26:18. Entonces plantearon la pregunta: “¿Acaso lo mataron Ezequías rey de Judá y todo Judá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues, nosotros tan gran mal contra nuestras almas?” Jeremías 26:19. 4TPI 168.3
De este modo, la súplica de Ahicam y otros salvó la vida del profeta; aunque a muchos de los sacerdotes y los falsos profetas les hubiera complacido que fuera condenado a muerte bajo acusación de sedición, porque no podían soportar las verdades que había pronunciado y que exponían su maldad. 4TPI 168.4
Pero Israel se obstinó en no arrepentirse y el Señor vio que debía ser castigado por sus pecados. Por eso dio instrucciones a Jeremías para que hiciera yugos y coyundas, que se los pusiera en el cuello y que los enviara a los reyes de Edom, de Moab, de los Amonitas, de Tiro y de Sidón, ordenando a los mensajeros que dijeran que Dios había entregado todas esas tierras a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que todas esas naciones lo servirían a él y a sus descendientes durante algún tiempo, hasta que Dios las librara. Debían declarar que si esas naciones rechazaban servir al rey de Babilonia serían castigadas con hambrunas, con la espada y con pestilencias hasta que fueran consumidas. Dijo el Señor: “Y vosotros no prestéis oído a vuestros profetas, ni a vuestros adivinos, ni a vuestros soñadores, ni a vuestros agoreros, ni a vuestros encantadores, que os hablan diciendo: ‘No serviréis al rey de Babilonia’. Porque ellos os profetizan mentira, para haceros alejar de vuestra tierra, y para que os arroje y perezcáis. ‘Mas la nación que sometiere su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirviere, la dejaré en su tierra’, dice Jehová, ‘y la labrará y morará en ella’”. Jeremías 27:9-11. 4TPI 169.1
Jeremías declaró que deberían cargar con el yugo de servidumbre durante setenta años y que los cautivos que ya estaban en manos del rey de Babilonia, así como los vasos del templo que habían sido llevados, también deberían permanecer en Babilonia hasta que se agotara el tiempo establecido. Al final de los setenta años Dios los libraría de su cautiverio y castigaría a sus opresores sometiendo, a su vez, al rey de Babilonia a los reyes de otras naciones. 4TPI 169.2
Las naciones nombradas enviaron embajadores al rey de Judá para tratar el asunto de presentar batalla al rey de Babilonia. Sin embargo, el profeta de Dios, cargando los símbolos de sujeción, dio el mensaje del Señor a esas naciones y les ordenó que lo llevaran a sus respectivos reyes. Era el castigo más liviano que el Dios de misericordia podía infligir a su pueblo rebelde; pero si se oponían a ese decreto de servidumbre conocerían todo el rigor de su castigo. Recibieron la fiel advertencia de no escuchar a los falsos maestros que profetizan mentiras. 4TPI 169.3
El desconcierto del concejo de naciones sobrepasó todos los límites cuando Jeremías, que llevaba el yugo de sujeción alrededor del cuello, les hizo conocer la voluntad de Dios. Pero Hananías, uno de los falsos profetas contra los cuales había advertido a su pueblo por medio de Jeremías, levantó la voz y se opuso a la profecía declarada. Con el deseo de ganarse el favor del rey y de su corte, afirmó que Dios le había dado palabras de aliento para los judíos. Dijo: “‘Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor tomó de este lugar para llevarlos a Babilonia, y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los transportados de Judá que entraron en Babilonia’, dice Jehová; ‘porque yo quebrantaré el yugo del rey de Babilonia’”. Jeremías 28:3-4. 4TPI 170.1
Jeremías, en presencia de todos los sacerdotes y del pueblo, dijo que el deseo más sincero de su corazón era que Dios trajera los utensilios del templo y a los cautivos de regreso de Babilonia; pero eso sólo sucedería con la condición de que el pueblo se arrepintiera y, abandonando el camino del mal, regresara a la senda de obediencia a la ley de Dios. Jeremías amaba a su pueblo y deseaba ardientemente que la humillación del pueblo evitara la desolación predicha. Sin embargo, sabía que el deseo era vano. Tenía la esperanza de que el castigo de Israel sería tan suave como fuera posible y por eso urgía honestamente a sus conciudadanos a someterse al rey de Babilonia durante el tiempo que el Señor había especificado. 4TPI 170.2
Les urgió a escuchar sus palabras. Les citó las profecías de Oseas, Habacuc, Sofonías y otros cuyos mensajes de reprobación y advertencia eran similares al suyo. Les recordó acontecimientos de su historia que habían sido el cumplimiento de profecías de retribución por pecados de los que no se habían arrepentido. En algunas ocasiones, como sucedió en este caso, los hombres se habían levantado contra el mensaje de Dios y habían predicho paz y prosperidad para apaciguar los temores del pueblo y ganarse el favor de los gobernantes. Pero en todos y cada uno de los ejemplos del pasado el juicio de Dios había visitado a Israel tal como indicaron los verdaderos profetas. Jeremías dijo: “El profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió”. Jeremías 28:9. Si Israel escogía correr el riesgo, los acontecimientos futuros decidirían cuál de ellos era el falso profeta. 4TPI 170.3
Hananías, que había montado en cólera, tomó el yugo del cuello de Jeremías y lo rompió. “Y habló Hananías en presencia de todo el pueblo, diciendo: ‘Así ha dicho Jehová: ‘De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años”. Y siguió Jeremías su camino”. Jeremías 28:11. Había cumplido con su parte; había advertido al pueblo del peligro que corría; había indicado la única vía para poder recuperar el favor de Dios. Pero aunque su único delito fue referir fielmente el mensaje de Dios al pueblo infiel, sus palabras fueron objeto de burlas y escarnio y los hombres que ocupaban cargos de responsabilidad lo acusaron e intentaron instigar al pueblo para que lo matara. 4TPI 171.1
Jeremías recibió otro mensaje: “Ve y habla a Hananías, diciendo: ‘Así ha dicho Jehová: ‘Yugos y madera quebraste, mas en vez de ellos harás yugos de hierro’. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: ‘Yugo de hierro puse sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabudoconosor rey de Babilonia; y aun también le he dado las bestias del campo’”. Entonces dijo el profeta Jeremías al profeta Hananías: “‘Ahora oye, Ananás, Jehová no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo’. Por tanto, así ha dicho Jehová: ‘He aquí que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová’. Y en el mismo año murió Hananías, en el mes séptimo”. Jeremías 28:13-17. 4TPI 171.2
Aquel falso profeta había alimentado la falta de fe del pueblo hacia Jeremías y su mensaje. Con maldad, había declarado que él era el mensajero del Señor y sufrió la muerte como consecuencia de aquel temible delito. El quinto mes Jeremías profetizó la muerte de Hananías y en el séptimo su muerte probó las palabras de profeta verdadero. 4TPI 171.3
Dios había dicho que su pueblo se salvaría, que el yugo que pondría sobre su cuello sería ligero, si se sometía sin quejas a su plan. Su servidumbre estaba representada por el yugo de madera, que era fácil de llevar; pero la resistencia se encontraría con la severidad que le corresponde, representada por el yugo de hierro. Dios había decidido que el Rey de Babilonia no pudiera causar ninguna muerte ni tampoco pudiera oprimir en demasía al pueblo. Pero al hacer escarnio de su advertencia y sus mandamientos, los israelitas trajeron sobre sí todo el rigor de la esclavitud. El pueblo prefirió recibir el mensaje del falso profeta que predijo prosperidad porque era más agradable. Que constantemente les recordaran sus pecados hería el orgullo de los israelitas; habrían preferido mantenerlos escondidos. Se encontraban en unas tinieblas morales tales que no se daban cuenta de la enormidad de su culpa ni apreciaban los mensajes de reprobación y advertencia que les enviaba Dios. Si se hubieran dado cuenta de su desobediencia habrían agradecido la justicia del Señor y habrían reconocido la autoridad de su profeta. Dios los invitaba a arrepentirse y de ese modo podría librarlos de la humillación de que el pueblo escogido por Dios se viera sometido a ser vasallo de una nación idólatra. Sin embargo, se burlaron de su consejo y siguieron a los falsos profetas. 4TPI 171.4
Entonces el Señor ordenó a Jeremías que escribiera cartas a los capitanes, a los príncipes, a los profetas y a todo el pueblo que había sido llevado en cautiverio a Babilonia, pidiéndoles que no cayeran en el engaño de su pronta liberación, sino que se sometieran pacíficamente a sus capturadores, que siguieran con sus vocaciones y que construyeran hogares apacibles entre sus conquistadores. El Señor les pidió que no permitieran que sus profetas y sus adivinos los engañaran con falsas esperanzas; no obstante, por medio de las palabras de Jeremías les aseguró que al cabo de setenta años de servidumbre serían liberados y regresarían a Jerusalén. Escucharía sus oraciones y les daría su favor cuando se volvieran a él de todo corazón. “‘Y seré hallado por vosotros’, dice Jehová, ‘y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé’, dice Jehová; ‘y os haré volver al lugar de donde os hice llevar’”. Jeremías 29:14. 4TPI 172.1
¡Con qué tierna compasión informó Dios a su pueblo cautivo sobre sus planes para Israel! Conocía el sufrimiento y el desastre que experimentarían y sabía que los impulsarían a creer que rápidamente serían liberados de la servidumbre y llevados de vuelta a Jerusalén, tal como habían predicho los falsos profetas. Sabía que esta creencia haría que su posición fuera muy difícil. Cualquier muestra de insurrección de su parte despertaría la vigilancia y la severidad del rey y, en consecuencia, verían restringida su libertad. Deseaba que se sometieran pacíficamente a su destino para que su servidumbre fuera lo menos cargosa posible. 4TPI 172.2
Había otros dos falsos profetas, Acab y Sedequías, que profetizaron mentiras en nombre del Señor. Esos hombres profesaban ser maestros santos, pero sus vidas estaban corrompidas y eran esclavos de los placeres del pecado. El profeta de Dios había condenado las malas acciones de esos hombres y los había advertido del peligro. Aun así, en lugar de arrepentirse y emprender una reforma, se enfurecieron con el fiel reprobador de sus pecados y quisieron oponerse a su obra agitando al pueblo para que no creyera sus palabras y actuara de forma contraria al consejo de Dios, no sometiéndose al rey de Babilonia. El Señor testificó por medio de Jeremías que esos falsos profetas serían librados a manos del rey de Babilonia y muertos ante sus ojos. Llegado el momento, esta predicción se cumplió. 4TPI 173.1
Otros falsos profetas se levantaron y sembraron confusión en el pueblo haciendo que no obedeciera las órdenes divinas dadas a través de Jeremías. Sin embargo, Dios pronunció juicio contra ellos a consecuencia del grave pecado de haber provocado la rebelión contra él. 4TPI 173.2
En este tiempo también se levantan hombres de esa misma clase para traer la confusión y la rebelión al pueblo que profesa obedecer la ley de Dios. Pero, tan cierto como el juicio divino visitó a los falsos profetas, tales obreros del mal recibieron su retribución en la justa medida; el Señor es el mismo entonces y ahora. Quienes profetizan mentiras alientan a los hombres para que consideren el pecado como un asunto de poca importancia. Cuando los terribles resultados de sus crímenes sean puestos de manifiesto, si les es posible, así como los judíos culparon a Jeremías de su desgracia, querrán culpar de sus dificultades a los que los hayan advertido fielmente. 4TPI 173.3
Los que llevan una vida de rebelión contra el Señor siempre encuentran falsos profetas que justifiquen sus actos y los adulan hasta la destrucción. Las palabras mentirosas, como en el caso de Acab y Sedequías, tienen muchos amigos. El pretendido celo por Dios de esos falsos profetas halló muchos más seguidores que el verdadero profeta que transmitía el sencillo mensaje del Señor. 4TPI 173.4