Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Economía y abnegación
La economía en el empleo de los recursos financieros es un ramo excelente de la sabiduría cristiana. Este asunto no es considerado suficientemente por los que ocupan posiciones de responsabilidad en nuestras instituciones. El dinero es un don excelente de Dios. En las manos de sus hijos es alimento para los hambrientos, bebida para los sedientos y vestido para los desnudos; es una defensa para los oprimidos y un medio de dar salud a los enfermos. Los recursos financieros no debieran gastarse innecesariamente ni en forma extravagante para la gratificación del orgullo o la ambición. 4TPI 564.1
Con el fin de satisfacer las necesidades reales de la gente, los rígidos motivos de los principios religiosos deben constituir un poder controlador. Cuando los cristianos y los mundanos se reúnen, el elemento cristiano no debe asimilarse con el no santificado. El contraste entre ambos debe mantenerse claro y definido. Son siervos de dos señores. Una clase se esfuerza por mantener una actitud humilde y de obediencia a los requerimientos de Dios, en el sendero de la sencillez, de la mansedumbre y la humildad, imitando al Modelo, Cristo Jesús. La otra clase se encuentra en oposición en todo sentido a la primera. Son siervos del mundo y sienten el anhelo y la ambición de seguir sus modas en la forma de vestir extravagante y en la gratificación del apetito. Este es el campo en el cual Cristo ha dado su obra específica a los que trabajan en el sanatorio. No debemos acortar la distancia entre nosotros y los que tienen una orientación mundana aceptando sus normas, descendiendo de la senda elevada abierta para que los rescatados por el Señor anden por ella. Pero los encantos de la vida cristiana, los principios practicados en nuestro trabajo diario, el control sobre el apetito sometido a la razón, la sencillez en el vestir y la conversación santificada, serán una luz que brillará continuamente en el camino de los que practican hábitos equivocados. 4TPI 564.2
Hay personas débiles y vanas que carecen de profundidad de mente o fuerza en sus principios, que son tan insensatas que pueden ser influidas y corrompidas, alejándose de la sencillez del evangelio, por los devotos de las modas. Si ven que los que profesan ser reformadores son, en la medida en que las circunstancias lo permitan, indulgentes con los apetitos, se visten según las costumbres del mundo y son esclavos de la autocomplacencia, serán confirmados en sus perversos hábitos. Llegan a la conclusión de que, a fin de cuentas, tampoco están tan alejados del buen camino y que no es preciso que hagan ningún gran cambio. El pueblo de Dios debería mantener firmemente el modelo de aquello que es correcto y ejercer una influencia tal que rectifique los malos hábitos de los que han adorado en el templo de la moda y rompan el hechizo que Satanás ha ejercido sobre esas pobres almas. Los mundanos deberían ver un claro contraste entre su extravagancia y la sencillez de los reformadores que siguen a Cristo. 4TPI 564.3
El secreto para tener éxito en la vida reside en prestar una meticulosa y consciente atención a las pequeñas cosas. Dios pone ahora el mismo cuidado en crear una sencilla hoja, una delicada flor y el brote de hierba, que puso cuando creó el mundo. La estructura simétrica de un carácter fuerte y bello se construye con todos y cada uno de los actos de responsabilidad. Todos deberían aprender a ser tan fieles en el más pequeño como en el mayor de los deberes. El trabajo no resistirá la inspección de Dios a menos que incluya un fiel y diligente cuidado económico por las pequeñas cosas. 4TPI 565.1
Todos los que tienen laguna relación con nuestras instituciones deberían poner el máximo cuidado en que nada se malgaste, aun cuando el asunto no caiga en su área de trabajo. Todos pueden participar en el ahorro. Todos deberían desempeñar su tarea, no para ganar la alabanza de los hombres, sino para que resista el escrutinio de Dios. 4TPI 565.2
Cristo dio una vez a sus discípulos una lección de economía que merece toda nuestra atención. Obró un milagro para alimentar a miles de hambrientos que habían escuchado sus enseñanzas. Aunque al fin todos comieron y quedaron satisfechos, no permitió que se echaran a perder los fragmentos. Él, que con su poder podía alimentar la vasta multitud de necesitados, pidió a sus discípulos que reunieran los fragmentos para que nada se perdiera. Esta lección se dio para nuestro bien así como para el bien de los que vivieron en tiempos de Cristo. El Hijo de Dios tiene cuidado de las necesidades de la vida temporal. No se olvidó de los fragmentos que quedaron después del festín, aun cuando pudiese hacer un banquete cuando le apeteciera. Los obreros de nuestras instituciones harían bien en aprender esta lección: “Recoged los pedazos que sobraron para que no se pierda nada”. Juan 6:12. Todos tenemos este deber, quienes ocupan un cargo de dirección deberían ser ejemplo. 4TPI 565.3
Aquellos cuyas manos están abiertas para responder a las peticiones de recursos para sostener la causa de Dios y aliviar a los sufrientes y los necesitados, son ahorrativos, rigurosos y prontos en la gestión de sus negocios. Siempre ponen cuidado en no permitir que sus gastos superen sus ingresos. Economizan por principio y sienten que es su deber ahorrar para poder tener algo que dar. 4TPI 566.1
Algunos de los obreros, como los hijos de Israel, permiten que las apetencias pervertidas y los hábitos de indulgencia antiguos clamen victoria. Como el antiguo Israel, añoran los puerros y las cebollas de Egipto. Todos los que están relacionados con estas instituciones deberían adherirse estrictamente a las leyes de vida y salud y así, con su ejemplo, no dar tregua a los malos hábitos de los otros. 4TPI 566.2
La transgresión en las pequeñas cosas es lo primero que aleja el alma de Dios. Con el único pecado de participar del fruto prohibido, Adán y Eva abrieron las compuertas del infortunio sobre el mundo. Algunos considerarán que esa transgresión es muy poca cosa, pero vemos que sus consecuencias fueron catastróficas. Los ángeles del cielo tienen una esfera de acción más elevada y amplia que nosotros, pero para ellos y para nosotros, lo bueno y correcto son la misma cosa. 4TPI 566.3
Un espíritu miserable y perverso no deberá conducir a los dirigentes a que reprendan los errores y pidan que todos los obreros actúen con justicia, espíritu ahorrativo y abnegación. Guardar los intereses de nuestras instituciones en esos asuntos no es rebajar la dignidad debida. Los que son fieles por naturaleza, buscan la fidelidad en los demás. La estricta integridad gobernará la gestión de los administradores y será objeto del favor de todos aquellos que trabajan bajo sus órdenes. 4TPI 566.4
Los hombres con principios no necesitan la restricción de los candados y las llaves, no es preciso que se los vigile y se los guarde. Sus tratos serán fieles y honorables en todo momento, tanto cuando están solos, sin que nadie los observe, como cuando están en público. No mancharán sus almas con ninguna ganancia o provecho egoísta. Menosprecian las malas acciones. Aun cuando nadie lo supiera, lo sabrían ellos y esto destruiría su respeto por sí mismos. Los que no son conscientes y fieles en lo pequeño no se reformarán aun cuando haya leyes, restricciones y penalizaciones al respecto. 4TPI 567.1
Pocos tienen el aplomo moral para resistir la tentación, en especial la del apetito, y practicar la abnegación. Para algunos ver a otros que comen a la hora de la cena es una tentación demasiado difícil de resistir. Imaginan que están hambrientos, pero lo que sienten no es que el estómago les pida alimentos, sino un deseo de la mente que no se ha fortalecido con firmes principios y la disciplina de la abnegación. Un simple incidente no debe debilitar los muros del dominio propio y la autodisciplina. Pablo, el apóstol de los gentiles, dijo: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. 1 Corintios 9:27. 4TPI 567.2
Los que no vencen en lo pequeño no tendrán fuerza moral para resistir tentaciones mayores. Todos los que desean hacer de la honradez el principio rector de sus negocios diarios en la vida deberán cuidar de no codiciar “ni plata, ni oro, ni vestido de nadie”. Hechos 20:33. Mientras se sientan satisfechos con los alimentos y los vestidos adecuados, será fácil encontrar la manera de mantener alejados el corazón y las manos de la desviación de la codicia y la deshonestidad. 4TPI 567.3
Los hábitos formados en la infancia y la juventud ejercen mayor influencia que cualquier facultad natural en el crecimiento o empequeñecimiento intelectual de los hombres y mujeres; los más excelentes talentos, con malos hábitos, se debilitan y acaban por desaparecer. En gran medida, el carácter formado en la juventud marcará, generalmente, la conducta que la persona seguirá en la vida. En la mayoría de los casos, los que reverencian a Dios y honran lo correcto habrán aprendido esta lección antes de que el mundo pueda grabar sus imágenes de pecado en el alma. Los hombres y las mujeres de edad madura son, por lo general, tan insensibles a las nuevas impresiones como la dura roca. La juventud es impresionable, a esa edad es posible formar un carácter correcto. 4TPI 567.4
Los que están empleados en nuestras instituciones tienen, en muchos aspectos, las mejores oportunidades para formar hábitos correctos. Nadie queda fuera del alcance de las tentaciones, porque todos los caracteres tienen puntos débiles que corren peligro de ser asaltados. Los que profesan el nombre de Cristo, a diferencia del vanidoso fariseo, no deberían encontrar placer en el recuento de sus buenas obras, sino que deberían sentir la necesidad de conservar la norma moral ciñéndola con la vigilancia constante. Como si de fieles centinelas se tratase, deberían guardar la ciudadela del alma, no pensando jamás que pueden bajar la guardia, ni por un momento. Su seguridad está sólo en la oración sincera y la fe viva. 4TPI 568.1
Los que empiezan a despreocuparse de sus pasos descubrirán que, antes de darse cuenta, sus pies se habrán enmarañado en una telaraña de la que les es imposible salir por sus propios medios. La fidelidad y la honestidad deberían ser principio fijo para todos. Ya sean ricos o pobres, tengan amigos o estén solos, en cualquier circunstancia, con la fuerza de Dios deberían decidir que ninguna influencia los empuje a cometer una mala acción, aunque sea de poca importancia. Todos y cada uno deberían darse cuenta de que la prosperidad de las instituciones que Dios ha establecido entre nosotros depende, en cierta medida, de cada uno de ellos. 4TPI 568.2