Testimonios para la Iglesia, Tomo 4

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Colorado

De camino entre Denver y Walling’s Mills, el retiro de montaña donde mi esposo pasaba los meses de verano, nos detuvimos en Boulder City y contemplamos con gozo nuestra casa de reuniones de lona. Allí el hermano Cornell dirigía una serie de reuniones. Encontramos un tranquilo retiro en la cómoda casa de la hermana Dartt. Habían plantado la tienda para celebrar reuniones de temperancia. Me invitaron a hablar y accedí. Cuando lo hice, la tienda estaba llena de oyentes atentos. Aunque el viaje me había fatigado, el Señor me ayudó a presentar con éxito la necesidad de practicar una estricta temperancia en todas las cosas. 4TPI 292.2

El lunes 8 de agosto me encontré con mi esposo y vi que su salud había mejorado mucho y que estaba alegre y activo. Me sentí muy agradecida hacia Dios. Por aquellos días, el hermano Canright, que había pasado un tiempo en las montañas con mi esposo, fue llamado a casa por su afligida esposa y el domingo mi esposo y yo lo acompañamos a Boulder City para que tomara el ferrocarril. Por la tarde hablé en la tienda y a la mañana siguiente regresamos a nuestro hogar temporal en Walling’s Mills. El sábado siguiente volví a hablar en la tienda. Siguiendo mis instrucciones, celebramos una asamblea. Se escucharon testimonios excelentes. Algunos guardaban por primera vez el sábado. Hablé la tarde del sábado tras la puesta de sol y también la tarde del domingo. 4TPI 292.3

Toda nuestra familia excepto nuestro hijo Edson estaba presente en las montañas. Mi esposo e hijos pensaron que, puesto que yo estaba demasiado fatigada por haber trabajado casi sin cesar desde la reunión de campo de Oregón, merecía el privilegio de descansar. Pero en mi mente resonaba el llamamiento a asistir a las reuniones de campo de la costa este, en especial a la de Massachussets. Mi oración era que si era la voluntad de Dios que yo asistiera a esas reuniones, mi esposo consintiera en el viaje. 4TPI 293.1

Cuando regresamos de Boulder City encontré una carta del hermano Haskell pidiéndonos a ambos que asistiéramos a la reunión de campo, pero si a mi esposo le era imposible, prefería que fuera yo sola. Leí la carta a mi esposo y esperé su respuesta. Tras unos momentos de silencio, dijo: “Ellen, tendrás que asistir a la reunión de campo de Nueva Inglaterra”. Al día siguiente, habíamos hecho ya el equipaje. A las dos de la madrugada, bajo la luz de la luna, nos dirigimos a la estación y a las seis y media subimos a bordo del tren. El viaje fue de todo menos placentero: el calor era intenso y yo estaba muy fatigada. 4TPI 293.2