Testimonios para la Iglesia, Tomo 4

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Visita a Oregón

El domingo 10 de junio, el día que teníamos previsto partir hacia Oregón, tuve que quedarme postrada en cama a causa de un ataque de corazón. Mis amigos creyeron que era demasiado arriesgado que tomara el vapor, pero yo pensé que podría resistir subir a bordo del barco. Hice los arreglos necesarios para poder dedicarme a escribir mucho durante la travesía. 4TPI 282.2

En compañía de una amiga y del hermano J. N. Lughborough, dejé San Francisco la tarde de ese mismo día a bordo del vapor “Oregón”. El capitán Conner, al mando de esa espléndida nave, era muy atento con sus pasajeros. Cuando cruzamos el Golden Gate para dirigirnos a mar abierto la mar estaba muy alterada. Teníamos viento de proa y el vapor cabeceaba terriblemente a la vez que el viento enfurecía el océano. Observé el cielo nublado, las olas gigantescas y las gotas de agua pulverizada que reflejaban los colores del arco iris. La visión era terriblemente grandiosa y me sentí llena de temor reverencial mientras contemplaba los misterios de las profundidades, terriblemente enfurecidas. Había una tremenda belleza en la elevación de aquellas orgullosas olas rugientes que luego se desplomaban en sollozos de congoja. Podía ver la exhibición del poder de Dios en el movimiento de las aguas inquietas, que gemían bajo la acción de los vientos despiadados, los cuales arrojaban las olas hacia las alturas como si estuvieran en las convulsiones de una agonía. 4TPI 282.3

Nos encontrábamos en un precioso barco, a la merced de olas siempre agitadas, pero había un poder invisible que retenía las aguas con firmeza. Sólo Dios tiene el poder de mantenerlas en sus límites establecidos. Es capaz de encerrar las aguas en la palma de su mano. El abismo obedece a la voz de su Creador: “Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas”. Job 38:11. 4TPI 283.1

¡Qué maravilloso tema de reflexión era el grandioso océano Pacífico! Su aspecto era todo lo contrario a pacífico: furia y agitación. Si contemplamos la superficie de las aguas, nada parece tan terriblemente ingobernable, sin ley ni orden, como el gran abismo. Pero el océano obedece las leyes de Dios, el cual nivela sus aguas y marca su lecho. Mirando al cielo que nos cubría y a las aguas sobre las que navegábamos me dije: “¿Dónde estoy? ¿Hacia dónde voy? Estoy rodeada por las aguas sin límite. Cuántos se han embarcado para cruzar los mares y no han vuelto a ver las verdes praderas de sus felices hogares. Terminaron sus vidas arrojados al fondo del abismo como granos de arena”. 4TPI 283.2

Al observar el rugiente mar cubierto de espuma me acordé de la escena de la vida de Cristo en la que los discípulos, obedeciendo la orden de su Maestro, fueron en sus barcas hacia la orilla más alejada del mar. Entonces se desencadenó una terrible tormenta. Las naves no respondían a sus deseos y eran bamboleados de un lado a otro hasta tal punto que, presos de la desesperanza, dejaron de remar. Tenían la certeza de que iban a morir. Sin embargo, mientras la tormenta y el oleaje conversaban con la muerte, Cristo, que se había quedado en tierra, se les apareció, andando tranquilo sobre las turbulentas y agitadas aguas. Estaban perplejos porque sus esfuerzos habían sido vanos y su situación era, en apariencia, desesperada; por eso lo habían dado todo por perdido. Cuando vieron a Jesús, que estaba delante de ellos, encima de las aguas, su terror aumentó. Lo tomaron por un seguro precursor de su muerte inmediata. Clamaron, presa del pánico. Sin embargo, a pesar de que su aparición fuese tenida como un presagio de muerte, él acudía como mensajero de vida. Su voz se escuchó por encima del fragor de los elementos: “Yo soy; no temáis”. Juan 6:20. La escena cambió rápidamente del horror y la desesperación al gozo y la esperanza. Era el amado Maestro. Los discípulos ya no sintieron más angustia ni temor de la muerte porque Cristo estaba con ellos. 4TPI 283.3

¿Desobedeceremos a la Fuente de todo poder, cuya ley obedecen incluso las olas y el mar? ¿Temeré ponerme bajo la protección del que dice que ni un gorrión cae al suelo sin que lo sepa nuestro Padre celestial? 4TPI 284.1

Cuando casi todos ya se hubieron retirado a sus cabinas yo permanecí en la cubierta. El capitán me había facilitado una silla reclinable y algunas mantas para protegerme del aire helado. Sabía que si me encerraba en el camarote me marearía. Llegó la noche, la oscuridad cubrió el mar y las grandes olas hacían que el barco cabeceara terriblemente. Esa gran nave era un cascarón en medio de las aguas despiadadas; aun así, los ángeles del cielo, enviados por Dios para que cumplieran sus órdenes, la guardaban y protegían su marcha. De no ser así, habríamos sido engullidos en un momento sin que quedara rastro de ese espléndido navío. Pero el Dios que alimenta a los cuervos, que cuenta los cabellos de nuestras cabezas, no nos olvidó. 4TPI 284.2

El capitán pensó que hacía demasiado frío para que yo permaneciera en cubierta. Le dije que, en lo se refería a mi seguridad, prefería permanecer allí toda la noche que ir a mi camarote, en el que había dos mujeres mareadas y donde no podría respirar aire puro. Él respondió: “No le pido que vaya a su camarote. Procuraré que tenga un lugar adecuado donde dormir. Los camareros me acompañaron al salón superior y se dispuso un colchón de aire en el suelo. Aunque todo se hizo en el menor tiempo posible, no tardé en marearme. Me tumbé en la improvisada cama y no me levanté hasta el jueves por la mañana. Durante ese tiempo sólo comí una vez; fueron unas pocas cucharadas de caldo de ternera y galletas saladas. 4TPI 284.3

Durante ese viaje de cuatro días, pocas fueron las personas que, pálidas, débiles y tambaleantes, se aventuraron a salir de sus cabinas para dirigirse a la cubierta. La miseria estaba escrita en todas las caras. La vida no parecía deseable. Todos ansiábamos el reposo que no podíamos encontrar y deseábamos ver algo que se mantuviera firme e inmóvil. La importancia de las personas no servía de mucho. He aquí una gran lección que podemos aprender sobre la pequeñez del hombre. 4TPI 284.4

La travesía fue agitada hasta que sobrepasamos el obstáculo y entramos al río Columbia. A partir de ese momento, el agua se calmó y pareció un espejo.2 Me condujeron a la cubierta. Era una hermosa mañana, y los pasajeros se precipitaron en cubierta como un enjambre de abejas. Al principio todos tenían un aspecto lastimoso. Pero el aire vigorizador y el sol que siguen a las tormentas pronto despertaron la alegría y las risas. 4TPI 285.1

La última noche que pasamos a bordo me sentí agradecida al Padre celestial. Aprendí una lección que nunca olvidaré. En la tormenta y el oleaje, y en la calma que siguió, Dios había hablado a mi corazón. ¿Acaso lo desobedeceremos? ¿Acaso el hombre opondrá su voluntad a la de Dios? ¿Acaso desobedeceremos los mandamientos de un Gobernante tan poderoso? ¿Tendremos contienda con el Altísimo, el cual es la fuente de todo poder y de cuyo corazón fluyen amor infinito y bendiciones para todas sus criaturas? 4TPI 285.2

Mi visita a Oregon fue de especial interés. Tras una separación de cuatro años, me encontré con mis queridos amigos, el hermano y la hermana Van Horn, a quienes consideramos como unos hijos. Los informes que había enviado el hermano Van Horn no eran tan completos ni favorables como, en justicia, merecían ser. Quedé muy gratamente sorprendida por ver que la causa de Dios en Oregon se encontraba en una situación tan próspera. Gracias a los infatigables esfuerzos de esos fieles misioneros ha surgido una asociación de adventistas del séptimo día, así como varios ministros que operan en tan amplio campo. 4TPI 285.3

La tarde del jueves 18 de junio me reuní con un buen número de los observadores del sábado de ese estado. El Espíritu de Dios llenó mi corazón. Di mi testimonio por Jesús y expresé mi gratitud por el dulce privilegio que tenemos de confiar en su amor y reclamar su poder para unir nuestros esfuerzos y salvar de la perdición a los pecadores. Si queremos que la obra de Dios prospere, Cristo debe permanecer en nosotros: en pocas palabras, debemos hacer las obras de Cristo. Miremos donde miremos, la mies está lista para la siega pero los obreros son muy pocos. Sentí que mi corazón se llenaba de la paz de Dios y de amor por ese amado pueblo suyo con el cual yo estaba adorándolo por primera vez. 4TPI 285.4

El domingo 23 de junio hablé en la iglesia metodista de Salem sobre el tema de la temperancia. La asistencia fue inusualmente buena y gocé de libertad para tratar sobre mi tema favorito. Se me pidió que volviera a hablar en el mismo lugar el domingo siguiente a la reunión de campo, pero la afonía me lo impidió. La tarde del siguiente martes3, sin embargo, hablé de nuevo en esa iglesia. Recibí muchas invitaciones para hablar sobre la temperancia en varias ciudades y poblaciones de Oregón, pero el estado de mi corazón me impidió dar cumplimiento a los requerimientos. Las constantes charlas y el cambio de clima me habían provocado una grave, aunque transitoria, afonía. 4TPI 286.1

Entramos en la reunión de campo sintiendo un profundo interés. El Señor me dio fuerza y gracia para permanecer delante de la multitud. Al contemplar ese público inteligente, mi corazón se quebrantó ante Dios. Esa era la primera reunión de campo que tenía lugar en el estado. Quise hablar, pero la emoción quebró mi voz. Me sentía inquieta por la escasa salud de mi esposo. Mientras hablaba, me vino a la mente una reunión en Battle Creek, con mi esposo en el centro, con la suave luz del Señor que descendía sobre él y lo rodeaba. Su faz era la viva expresión de la salud y parecía muy feliz. 4TPI 286.2

Quise presentar a la audiencia la gratitud que debemos sentir por la tierna compasión y el gran amor de Dios. Su bondad y su gloria impresionaron mi mente de modo muy especial. Me vencía el sentimiento de su misericordia sin parangón y la obra que llevaba a cabo, no sólo en Oregón, sino en California y en Míchigan, donde se encuentran nuestras importantes instituciones, así como en el extranjero. Jamás seré capaz de describir a otros la imagen que en esa ocasión impresionó vívidamente mi mente. Por un momento se me mostró la extensión de la obra y perdí de vista mi entorno. El momento y las personas a las que me dirigía se desvanecieron. La luz, la preciosa luz del cielo, brillaba con gran esplendor sobre las instituciones que se han enrolado en la solemne y elevada tarea de reflejar los rayos que el cielo envía sobre ellas. 4TPI 286.3

A lo largo de toda la reunión de campo sentí que el Señor estaba muy cerca de mí. Cuando se clausuró yo me sentía excesivamente fatigada, aunque libre en el Señor. Fue un tiempo de trabajo provechoso que fortaleció la iglesia para que siguiera en su lucha por la verdad. Justo antes de que comenzara la reunión, durante la noche, muchas cosas me fueron abiertas en visión, pero se me ordenó que guardara silencio y no mencionara el asunto a nadie en ese momento. Después de que se clausurara la reunión, de noche, tuve otra importante manifestación del poder de Dios. 4TPI 287.1

La tarde del domingo que siguió a la reunión de campo hablé en la plaza pública. Mi corazón estaba lleno del amor de Dios y abordé la sencillez de la religión del evangelio. Mi corazón se había fundido y rebosaba del amor de Jesús y ansiaba presentarlo de tal manera que todos pudieran quedar hechizados por la amabilidad de su carácter. 4TPI 287.2

Durante mi estancia en Oregón visité la prisión de Salem acompañada del hermano y la hermana Carter y la hermana Jordan. Cuando llegó la hora del servicio de culto, fuimos conducidos a la capilla. La abundancia de luz y el aire puro y fresco hacían de ella un lugar agradable. A una señal dada por la campana, dos hombres abrieron las grandes puertas de acero y los prisioneros entraron en grupo. Tras ellos las puertas se volvieron a cerrar y quedaron atrancadas. Por primera vez en la vida estaba encerrada tras los muros de una prisión. 4TPI 287.3

Esperaba ver un grupo de hombres de aspecto repulsivo pero quedé desconcertada. Muchos parecían inteligentes, y algunos parecían hábiles. Vestían el uniforme de la prisión, áspero aunque pulcro. Su cabello estaba peinado y sus botas cepilladas. A medida que contemplaba las variadas fisonomías que tenía ante mí, pensé: “Cada uno de estos hombres ha recibido dones específicos, o talentos, para que los usara para gloria de Dios y en provecho del mundo; pero ellos han menospreciado esos dones del cielo y han hecho un mal uso de ellos”. Mientras miraba a los jóvenes de unos dieciocho o veinte a treinta años de edad, pensé en sus desdichadas madres y en el sufrimiento y el remordimiento que amargaban sus vidas. La mala conducta de sus hijos había partido el corazón de muchas de ellas. ¿Habían cumplido con su deber ante sus hijos? ¿Acaso no se habrían abandonado a sus deseos y habían descuidado enseñarles los estatutos de Dios y sus exigencias? 4TPI 287.4

Cuando se reunió toda la compañía, el hermano Carter leyó un himno. Todos tenían himnarios y se unieron al canto de corazón. Uno que era músico competente, tocaba el órgano. Entonces abrí la reunión con una oración y, una vez más, se nos unieron en el canto. Hablé de las palabras de Juan: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. 1 Juan 3:1-2. 4TPI 288.1

Exalté el infinito sacrificio que hizo el Padre al dar a su amado Hijo por los hombres caídos, para que así ellos pudieran ser transformados por medio de la obediencia y convertirse en hijos de Dios. La iglesia y el mundo son llamados a admirar un amor que expresado de esa manera sobrepasa la comprensión, y ante el cual aun los ángeles del cielo quedan estupefactos. Ese amor es tan profundo, tan amplio y tan alto que el apóstol inspirado, sin palabras para poder describirlo, pide a la iglesia y al mundo que lo contemplen, que hagan de él tema de contemplación y admiración. 4TPI 288.2

Presenté ante mis oyentes el pecado de Adán al transgredir los mandamientos explícitos del Padre. Dios creó al hombre honorable, perfectamente santo y feliz; pero él perdió el favor divino y destruyó su felicidad desobedeciendo la ley del Padre. El pecado de Adán sumergió a toda la raza en la miseria y la desesperación. Pero Dios, movido por un amor maravilloso y compasivo, no permitió que los hombres perecieran en un estado caído y sin esperanza. Dio a su muy amado Hijo para su salvación. Cristo entró en el mundo cubriendo su divinidad de humanidad y superó la prueba que Adán no supo vencer; se sobrepuso a todas las tentaciones de Satanás y así redimió la desdichada caída de Adán. 4TPI 288.3

Luego me referí al largo ayuno de Cristo en el desierto. Nunca nos apercibiremos de la influencia que el pecado de la indulgencia en el apetito ejerce sobre la naturaleza humana, a menos que estudiemos y entendamos ese largo ayuno de Cristo mientras contendía mano a mano con el príncipe de los poderes de las tinieblas. La salvación del hombre estaba en juego. ¿Quién saldría vencedor, Satanás o el Redentor? Es imposible que concibamos el intenso interés con que los ángeles de Dios observaron la prueba de su amado Comandante. 4TPI 288.4

Jesús fue tentado en todos los aspectos como nosotros somos tentados. De ese modo sabría cómo socorrer a los que iban a ser tentados. Su vida es nuestro ejemplo. Con su obediencia siempre dispuesta nos muestra que el hombre puede guardar la ley de Dios y que la transgresión de la ley, no su obediencia, lo lleva a la esclavitud. El Salvador estaba lleno de compasión y amor; nunca desdeñó al penitente sincero por grave que fuera su pecado aunque siempre denunció cualquier tipo de hipocresía. Conoce los pecados de los hombres, sabe todas sus acciones y lee sus motivos más secretos; aun así, no se aparta de ellos, a pesar de sus iniquidades. Suplica y razona con el pecador y, en cierto sentido, porque él mismo sufrió las debilidades de la humanidad, se pone a su mismo nivel. “‘Venid luego,’ dice Jehová, ‘y estemos a cuenta: Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí. Vendrán a ser como blanca lana’”. Isaías 1:18. 4TPI 289.1

El hombre, que en su alma, con una vida corrupta, ha desfigurado la imagen de Dios, con el esfuerzo humano no puede operar un cambio radical en sí mismo. Debe aceptar las provisiones del evangelio; se debe reconciliar con Dios con la obediencia a su ley y la fe en Jesucristo. A partir de ese momento, su vida bebe estar sometida al gobierno de un nuevo principio. Mediante el arrepentimiento, la fe y las buenas obras puede perfeccionar un carácter justo y, por los méritos de Cristo, reclamar para sí los privilegios de los hijos de Dios. Si aceptamos los principios de la verdad divina, y les damos un lugar en el corazón, nos llevarán a una altura tal de excelencia moral que jamás hubiéramos siquiera imaginado. “Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. 1 Juan 3:2. 4TPI 289.2

Aquí el hombre tiene una tarea. Debe mirar de frente al espejo, la ley de Dios, discernir los defectos de su carácter moral y dejar a un lado sus pecados, lavando las vestiduras de su carácter en la sangre del Cordero. El corazón que sea un recipiente del amor de Cristo y abrigue la esperanza de ser hecho a su semejanza cuando lo vea tal como él es, será purificado de la envidia, el orgullo, la malicia, el engaño, la contienda y el delito. La religión de Cristo refina y dignifica a quien la posee, sean cuales sean sus relaciones o el momento en que se encuentre su vida. Los hombres que llegan a ser cristianos ilustrados se levantan por encima del nivel de su antiguo carácter con una fuerza moral y mental mayor. Por los méritos del Salvador, los que cayeron y se degradaron en el pecado y el crimen, pueden ser exaltados a una posición semejante a la de los ángeles, aunque un poco inferior. 4TPI 290.1

Sin embargo, la influencia del evangelio de esperanza no llevará al pecador a ver la salvación de Cristo como un mero asunto de gracia gratuita que le permite seguir viviendo en la transgresión de la ley de Dios. Cuando en su mente rompa el alba de la luz de la verdad y entienda completamente las exigencias de Dios, cuando se dé cuenta de la magnitud de sus transgresiones, reformará sus actos, se hará leal a Dios mediante la fuerza que obtenga de su Salvador y vivirá una vida nueva y más pura. 4TPI 290.2

Mientras estuve en Salem entablé amistad con el hermano y la hermana Donaldson, quienes deseaban que su hija regresara a Battle Creek con nosotros y asistiera al colegio. La salud de la joven era precaria y para ellos representaba un gran esfuerzo separarse de ella, su única hija, pero las ventajas espirituales que recibiría los indujeron a hacer el sacrificio. Es para nosotros un motivo de alegría decir aquí que en la última reunión de campo de Battle Creek esa querida muchacha fue sepultada con Cristo en las aguas del bautismo. Esta es otra prueba de la importancia de que los adventistas del séptimo día envíen a sus hijos a nuestra escuela, donde pueden recibir directamente una influencia salvífica. 4TPI 290.3

El viaje desde Oregón fue agitado, pero mi estado era mejor que en la anterior travesía. El barco, “el Idazo”, no cabeceaba, se balanceaba. A bordo nos dispensaron un trato muy amable. Entablamos muchas y gratas amistades y distribuimos nuestras publicaciones a varias personas, lo que dio origen a conversaciones muy provechosas. Cuando llegamos a Oakland descubrimos que habían plantado la tienda y que un gran número había abrazado la verdad gracias al trabajo del hermano Healey. Hablamos varias veces en la tienda. El sábado, el primer día, las iglesias de Oakland y San Francisco se reunieron y tuvimos encuentros muy provechosos e interesantes. 4TPI 290.4

Estaba muy ansiosa por asistir a la reunión de campo de California pero había asuntos que debía atender en las reuniones de campo de la costa este. Cuando se me presentó el estado de cosas en la costa este supe que tenía que dar mi testimonio especial para los hermanos de la Asociación de Nueva Inglaterra y me sentí forzada a abandonar California. 4TPI 291.1