Pablo visita a Jerusalén
Después de la conversión de Pablo, éste visitó a Jerusalén y allí predicó a Jesús y las maravillas de su gracia. Relató su conversión milagrosa, lo cual enfureció hasta tal punto a los sacerdotes y gobernantes que procuraron quitarle la vida. Pero a fin de que se salvase, Jesús volvió a aparecerle en visión mientras oraba, y le dijo: “Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.” Pablo contestó: “Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.” Pablo pensaba que los judíos de Jerusalén no podrían resistir su testimonio; que considerarían que el gran cambio realizado en él podía deberse únicamente al poder de Dios. Pero la respuesta fué aún más decidida: “Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.”
PE 206.1
Mientras estuvo ausente de Jerusalén, Pablo escribió muchas cartas a diferentes lugares, en las que relataba su experiencia y testificaba poderosamente. Pero algunos se esforzaron por destruir la influencia de aquellas cartas. Se veían obligados a admitir que tenían peso y poder, pero declaraban que la presencia corporal del autor era débil y despreciable su habla.
PE 206.2
Los hechos del caso eran que Pablo era un hombre de gran saber, y su prudencia y sus modales encantaban a sus oyentes. Agradaba a los sabios con su conocimiento, y muchos de ellos creían en Jesús. Cuando estaba ante reyes y grandes asambleas, manifestaba tal elocuencia que fascinaba a todos los presentes. Esto enfurecía mucho a los sacerdotes y ancianos. Era fácil para Pablo entrar en raciocinios profundos y, elevándose, arrastraba a la gente consigo en los pensamientos más exaltados, al presentar las riquezas profundas de la gracia de Dios y describir el asombroso amor de Cristo. Luego, con sencillez, descendía al nivel que el pueblo común podía comprender y de la manera más poderosa relataba su experiencia, y despertaba en sus oyentes el ardiente deseo de ser discípulos de Cristo.
PE 206.3
Nuevamente el Señor se apareció a Pablo y le reveló que debía subir a Jerusalén, que allí sería atado y que sufriría por su nombre. Aunque estuvo preso mucho tiempo, el Señor se valió de él para llevar adelante su obra especial. Sus cadenas habían de ser el medio de difundir el conocimiento de Cristo y de esta suerte glorificar a Dios. Al ser enviado de una ciudad a otra para ser enjuiciado, su testimonio concerniente a Jesús y los incidentes interesantes de su propia conversión fueron relatados delante de reyes y gobernantes, para que ellos quedasen sin excusa en lo concerniente a Jesús. Miles creyeron en Cristo y se regocijaron en su nombre. Vi que el propósito especial de Dios se cumplió en el viaje de Pablo por mar; el Señor quería que la tripulación del barco presenciase manifestaciones del poder de Dios por medio de Pablo, que los paganos también oyesen el nombre de Jesús, y que muchos se convirtiesen por la enseñanza de Pablo y la comprobación de los milagros que realizaba. Reyes y gobernantes fueron encantados por su raciocinio, y mientras que con celo y el poder del Espíritu Santo predicaba a Jesús y relataba los acontecimientos interesantes de su experiencia, se apoderaba de ellos la convicción de que Jesús era el Hijo de Dios. Mientras algunos se llenaban de asombro al escuchar a Pablo, uno exclamó: “Por poco me persuades a ser cristiano.” Sin embargo, la mayoría de los que le oyeron, pensaron que en algún tiempo futuro considerarían lo que habían oído. Satanás se valió de la demora y, por el hecho de que descuidaron la oportunidad cuando su corazón fué enternecido, la perdieron para siempre. Sus corazones se endurecieron.
PE 207.1
Me fué mostrada la obra de Satanás al enceguecer primero los ojos de los judíos para que no recibiesen a Jesús como su Salvador; y luego al inducirlos a desear quitarle la vida, por la envidia que sentían a causa de sus obras poderosas. Satanás entró en uno de los discípulos de Cristo y lo indujo a entregarlo en las manos de sus enemigos, para que crucificasen al Señor de la vida y de la gloria.
PE 208.1
Después que Jesús resucitó de entre los muertos, los judíos añadieron un pecado al otro al procurar ocultar el hecho de su resurrección, sobornando la guardia romana para que atestiguase una mentira. Pero la resurrección de Jesús quedó doblemente asegurada por la resurrección de una multitud de testigos en la misma ocasión. Después de su resurrección, Jesús apareció a sus discípulos, y a más de quinientas personas de una vez, mientras que los resucitados con él aparecieron a muchos, declarando que Jesús había resucitado.
PE 208.2
Satanás había inducido a los judíos a rebelarse contra Dios negándose a recibir a su Hijo y manchando sus manos con su preciosísima sangre. A pesar de la categórica evidencia de que Jesús era el Hijo de Dios, el Redentor del mundo, le habían dado muerte, y no quisieron recibir evidencia alguna en su favor. Su única esperanza y consuelo, como en el caso de Satanás después de su caída, estribaba en procurar prevalecer contra el Hijo de Dios. Por lo tanto persistieron en su rebelión persiguiendo a los discípulos de Cristo, y dándoles muerte. Nada ofendía tanto a sus oídos como el nombre de Jesús a quien habían crucificado; y estaban resueltos a no escuchar evidencia alguna en su favor. Como cuando el Espíritu Santo declaró por medio de Esteban la poderosa evidencia de que Jesús era el Hijo de Dios, se tapaban los oídos para no quedar convencidos. Satanás sujetaba fuertemente en sus garras a los homicidas de Jesús. Por obras perversas se habían entregado a él como súbditos voluntarios, y por medio de ellos obraba él para perturbar y molestar a los creyentes en Cristo. Obró por medio de los judíos para incitar a los gentiles contra Jesús y contra los que le seguían. Pero Dios envió a sus ángeles para fortalecer a los discípulos en su obra, a fin de que pudiesen atestiguar las cosas que habían visto y oído, y al fin sellar con firmeza su testimonio por su sangre.
PE 208.3
Satanás se regocijaba de que los judíos estaban bien sujetos en su trampa. Seguían practicando sus inútiles formalidades, sacrificios y ritos. Cuando Jesús, pendiente de la cruz, exclamó: “Consumado es,” el velo del templo se partió en dos de arriba abajo, para indicar que Dios ya no atendería a los sacerdotes en el templo, ni aceptaría sus sacrificios y ritos, y también para demostrar que el muro de separación entre los judíos y los gentiles se había derribado. Jesús se había ofrecido como sacrificio en favor de ambos grupos, y si se habían de salvar, ambos debían creer en él como la única ofrenda por el pecado, el Salvador del mundo.
PE 209.1
Cuando el soldado atravesó con la lanza el costado de Jesús mientras pendía de la cruz, salieron dos raudales distintos: uno de sangre, y el otro de agua. La sangre era para lavar los pecados de aquellos que creyesen en su nombre, y el agua había de representar aquella agua viva que se obtiene de Jesús para dar vida al creyente.
PE 209.2
215
PE
Primeros Escritos
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