Sugestiones prácticas
Discursos formales—Algunos predicadores, en la preparación de sus discursos, arreglan todo detalle con tal exactitud que no dan al Señor ocasión de dirigir sus mentes. Cada punto está fijado, estereotipado, por así decirlo, y parecen incapaces de apartarse del plan señalado. Este es un grave error que, puesto en práctica, creará en los predicadores estrechez de miras, y los dejará privados de vida y energía espirituales como lo estaban de rocío y lluvia los collados de Gilboa.
OE 174.1
Cuando un predicador cree que no puede apartarse de un discurso fijo, el efecto es poco mejor que el producido por la lectura de un sermón. Los discursos formales y sin vida tienen en sí muy poco del poder vivificador del Espíritu Santo; y el hábito de predicar tales sermones destruirá con eficacia la utilidad y capacidad del predicador.
OE 174.2
Dios quiere que sus obreros dependan enteramente de él. Deben escuchar para oír lo que el Señor dice, y preguntar: ¿Cuál es tu palabra para la gente? Sus corazones deben estar abiertos, para que Dios pueda impresionar sus mentes, y entonces podrán dar a la gente la verdad emanada del cielo. El Espíritu Santo les dará ideas adaptadas para suplir las necesidades de los concurrentes.
OE 174.3
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La reverencia—He oído a algunos predicadores hablar de la vida y enseñanzas de Cristo de una manera vulgar, como si relatasen incidentes biográficos de algún hombre célebre del mundo. A la verdad, no es raro que algunos predicadores hablen de Cristo como de un hombre semejante a ellos. Cuando oigo este tema sagrado tratado de tal manera, siento inexpresable pesar; porque sé que aunque estos hombres enseñan la verdad, nunca han tenido una sublime comprensión de Cristo; nunca han llegado a conocerlo. No tienen esa elevación de pensamiento que les daría un claro concepto del carácter del Redentor del mundo.
OE 174.4
Los que tengan un correcto concepto del carácter y la obra de Cristo, no llegarán a sentir suficiencia o ensalzamiento propios. La debilidad e ineficiencia de sus esfuerzos, en contraste con los del Hijo de Dios los mantendrán humildes, desconfiados de si mismos, y los inducirán a confiar en Cristo para obtener la fuerza necesaria para hacer su obra. El espaciarse habitualmente en Cristo y sus méritos perfectos, aumenta la fe, vigoriza el poder de discernimiento espiritual, fortalece el deseo de imitarlo y pone en la oración un fervor que la hace eficaz.
OE 175.1
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Anécdotas irrespetuosas—Los predicadores no deben acostumbrarse a relatar anécdotas irrespetuosas en conexión con sus sermones: porque esto resta fuerza a la verdad presentada. El relato de anécdotas e incidentes que hacen reír o provocan un pensamiento ligero en la mente de los oyentes es severamente censurable. La verdad debe revestirse de un lenguaje casto y digno; y las ilustraciones empleadas deben ser de igual carácter.
OE 175.2
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Cómo vencer la falta de atención—Muchas veces el predicador está obligado a predicar en una sala demasiado llena y calentada. Los oyentes se vuelven soñolientos, sus sentidos se embotan, y les es casi imposible comprender las verdades presentadas.
OE 175.3
Si, en vez de predicarles, el predicador trata de enseñarles, hablando en tono de conversación, y dirigiéndoles preguntas, sus mentes se despertarán y estarán activas, y podrán comprender más claramente las palabras pronunciadas.
OE 176.1
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Las congregaciones pequeñas—No os desalentéis cuando haya pocos presentes para escuchar un discurso vuestro. Aun cuando tengáis tan sólo dos o tres oyentes, ¿quién puede saber si el Espíritu Santo no contiende con alguno? El Señor puede daros un mensaje para aquella alma, y ella, una vez convertida, puede ser el medio de alcanzar a otros. Aunque completamente desconocidos de vosotros, los resultados de vuestra labor pueden multiplicarse por mil. No dejéis que decaigan vuestra fe y valor cuando veáis los asientos vacíos; mas acordaos de lo que Dios está haciendo para presentar su verdad al mundo. Recordad que estáis cooperando con agentes divinos—agentes que nunca fracasan. Hablad con tanto fervor, fe e interés como si hubiese millares para oír vuestra voz.
OE 176.2
Cierto predicador entró en su capilla para predicar una mañana de lluvia, y encontró que tenía un solo hombre como auditorio. Pero no quiso chasquear a su oyente, y le predicó con fervor e interés. Como resultado el hombre se convirtió, y llegó a ser un misionero por cuyos esfuerzos miles oyeron las buenas nuevas de la salvación.
OE 176.3
Sermones cortos—Preséntese el mensaje para este tiempo, no en discursos largos y complicados, sino en alocuciones cortas y directas. Los sermones largos agotan la fuerza del predicador y la paciencia de sus oyentes. El predicador que siente la importancia de su mensaje, tendrá cuidado especial de no recargar sus facultades físicas ni dar a la gente más de lo que puede recordar.
OE 177.1
No penséis, cuando hayáis tratado un tema una vez, que vuestros oyentes retendrán en la mente todo lo que presentasteis. Existe el peligro de pasar demasiado rápidamente de un punto a otro. Dense lecciones cortas, en lenguaje claro y sencillo, y repítanse a menudo. Los sermones cortos serán recordados mucho mejor que los largos. Nuestros oradores deben recordar que los temas que presentan pueden ser nuevos para algunos de sus oyentes; por lo tanto, conviene repasar a menudo los principales puntos.
OE 177.2
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La concisión—Muchos oradores malgastan su tiempo y fuerza en largos preliminares y excusas. Algunos emplean casi media hora en presentar disculpas: así se pierde tiempo, y cuando llegan al tema y tratan de fijar los puntos de la verdad en la mente de sus oyentes, éstos están cansados y no aprecian la fuerza de los argumentos.
OE 177.3
En vez de pedir disculpas porque va a dirigir la palabra a la concurrencia, el predicador debe principiar como quien está convencido de que trae un mensaje de Dios. Debe presentar los puntos esenciales de la verdad de una manera tan clara que se destaquen como piedras miliarias, de modo que la gente no pueda menos que verlos.
OE 177.4
Se pierde con frecuencia tiempo en explicar puntos que son realmente sin importancia, y que se darían por sentados sin la presentación de pruebas. Pero los puntos vitales deben recibir toda la claridad y fuerza que les puedan dar el lenguaje y las pruebas.
OE 178.1
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La concentración—Algunos han cultivado la costumbre de concentrarse demasiado. La facultad de fijar la mente en un tema con exclusión de todos los demás, es buena en un grado limitado, pero los que ponen toda la fuerza de la mente en un ramo de pensamiento son con frecuencia deficientes en otros puntos. En la conversación se vuelven tediosos, y cansan a quien los escucha. Sus escritos carecen de estilo libre y suelto. Cuando hablan en público, el asunto que los ocupa absorbe por entero su atención, y siguen profundizando más y más el tema. Parecen ver conocimiento y luz a medida que se interesan y absorben, pero son pocos los que pueden seguirlos.
OE 178.2
Hay peligro de que los tales planten la semilla de verdad a tal profundidad que el tierno brote no pueda salir nunca a la superficie. Aun las verdades más esenciales y manifiestas, las que de por sí son claras y llanas, pueden estar de tal modo encubiertas por las palabras que parezcan oscuras y confusas.
OE 178.3
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La sencillez—La argumentación es buena en su lugar, pero se puede lograr mucho más por medio de sencillas explicaciones de la Palabra de Dios. Cristo ilustraba sus lecciones tan claramente que los más ignorantes podían comprenderlas fácilmente. Jesús no empleaba palabras largas y difíciles en sus discursos; usaba un lenguaje sencillo, adaptado a las mentes de la gente común. En el tema que explicaba no iba más lejos que hasta donde podían seguirlo.
OE 178.4
Los predicadores deben presentar la verdad de una manera clara y sencilla. Hay entre sus oyentes muchos que necesitan una clara explicación de los pasos requeridos en la conversión. La ignorancia de las masas en lo referente a este punto es mayor de lo que se supone. Entre los universitarios, oradores elocuentes, estadistas capaces, hombres de altos cargos de confianza, hay muchos que dedicaron sus facultades a otros asuntos, y descuidaron las cosas de mayor importancia. Cuando los tales forman parte de una congregación, el predicador pone a menudo a contribución todas sus facultades para predicar un discurso intelectual, y deja de revelar a Cristo. No demuestra que el pecado es la transgresión de la ley. No presenta claramente el plan de salvación. Podría haber conmovido el corazón de sus oyentes mostrándoles a Cristo muriendo para poner la redención a su alcance.
OE 179.1
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Los reavivamientos—Cuando el Señor obra por medio de los instrumentos humanos, cuando los hombres están movidos por el poder de lo alto, Satanás induce a sus agentes a clamar: “¡Fanatismo!” y a advertir a la gente que no vaya a los extremos. Tengan todos cuidado acerca de las circunstancias en que levantan este clamor; porque el hecho de que haya moneda falsa, no reduce el valor de la verdadera. El que haya reavivamientos espurios y conversiones falsas, no prueba que todos los reavivamientos deban tenerse por sospechosos. No demostremos el mismo desprecio que los fariseos cuando dijeron: “Este a los pecadores recibe.”
OE 179.2
En la vida de Cristo hay bastante para enseñarnos a no escarnecer su obra en la conversión de las almas. La manifestación de la renovadora gracia de Dios en los hombres pecadores causa regocijo a los ángeles, pero a menudo esta obra ha sido denominada fanatismo a causa de la incredulidad, y se atribuyó al mensajero por medio del cual Dios obrara, un celo que no era según ciencia.
OE 180.1
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Los cultos del sábado—El encargado de dirigir los cultos del sábado debe estudiar el modo de interesar a sus oyentes en las verdades de la Palabra. No debe dar siempre un discurso tan largo que no deje a los presentes oportunidad de confesar a Cristo. El sermón debe ser con frecuencia corto, de modo que la gente pueda expresar su agradecimiento a Dios. Las ofrendas de gratitud glorifican el nombre del Señor. En toda asamblea de los santos hay ángeles celestiales que oyen las alabanzas elevadas a Jehová en los testimonios, cantos y oraciones.
OE 180.2
La reunión de oración y de testimonios debe ser una ocasión de ayuda y estímulo especiales. Todos deben considerar como privilegio el participar de ella. Tenga cada uno de los que llevan el nombre de Cristo algo que decir en la reunión de testimonios. Estos deben ser cortos, y de naturaleza tal que ayuden a otros. Nada destruirá más seguramente el espíritu de devoción como que una persona dedique veinte o treinta minutos a un largo testimonio. Esto significa la muerte de la espiritualidad de la reunión.
OE 180.3
209
OE
Obreros Evangélicos
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