Obreros Evangélicos

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“Procura con diligencia”

La causa de Dios necesita hombres eficientes; necesita hombres que estén preparados para prestar servicio como maestros y predicadores. Hay hombres que trabajaron con cierto éxito aunque recibieron poca preparación en la escuela o en el colegio; pero podrían haber alcanzado mucho más éxito, y habrían sido obreros más eficientes, si al principio hubiesen adquirido disciplina mental. OE 96.1

A Timoteo, entonces predicador joven, escribió así el apóstol Pablo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad.”1 La obra de ganar almas para Cristo exige cuidadosa preparación. Los hombres no pueden entrar en el servicio del Señor sin la preparación necesaria, y esperar obtener el mayor éxito. Los mecánicos, los abogados, los comerciantes, los hombres de todos los oficios y profesiones, se educan para el ramo de actividad en que esperan entrar. Siguen el método de hacerse tan eficientes como les sea posible. Id a la modista o costurera, y ella os dirá cuánto tiempo trabajó antes de tener cabal conocimiento de su oficio. El arquitecto os dirá cuánto tiempo necesitó para saber proyectar un edificio cómodo y agradable. Y así sucede también con todas las vocaciones que sigan los hombres. OE 96.2

¿Y habrían de manifestar menos diligencia los siervos de Cristo al prepararse para una obra infinitamente más importante? ¿Habrían de ignorar los medios y recursos que se han de emplear para ganar almas? El saber interesar a hombres y mujeres acerca de los grandes temas que conciernen a su bienestar eterno, requiere conocimiento de la naturaleza humana, estudio detenido, meditación cuidadosa y oración ferviente. OE 96.3

No pocos de los que fueron llamados a ser colaboradores del Maestro fracasaron en el aprendizaje de su oficio. Deshonraron a su Redentor entrando en su obra sin la preparación necesaria. Algunos hay que, cansados del barniz externo que el mundo llama refinamiento, han ido al otro extremo, el cual es tan plenamente perjudicial como el primero. Se niegan a recibir el pulimento y refinamiento que Cristo desea que sus hijos posean. El predicador debe recordar que es un educador, y si en sus modales y conversación es grosero y falto de cultura, aquellos que tengan menos saber y experiencia imitarán su ejemplo. OE 97.1