Obreros Evangélicos

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Los obreros y la cultura de la voz

En toda nuestra obra ministerial, debe dedicarse a la cultura de la voz más atención de la que se le presta. Podemos tener conocimientos, pero a menos que sepamos emplear la voz correctamente, nuestra obra será un fracaso. A menos que revistamos nuestras ideas de lenguaje apropiado, ¿de qué nos servirá nuestra educación? El saber nos será poco útil a menos que cultivemos el talento del habla; pero es un poder maravilloso cuando está combinado con la capacidad de decir palabras prudentes, de ayuda y de decirlas de una manera que atraiga la atención. OE 89.1

Los alumnos que esperan llegar a ser obreros en la causa de Dios deben ser educados para hablar de una manera clara y directa, o de lo contrario se verán privados de la mitad de su influencia para el bien. La capacidad de hablar clara y llanamente, en tono pleno y bien modulado, es inestimable en cualquier ramo de trabajo. Es una calificación indispensable en aquellos que desean ser predicadores, evangelistas, obreros bíblicos o colportores. Aquellos que se proponen entrar en estos ramos de la obra deben ser enseñados a emplear la voz de tal manera que cuando hablen a la gente acerca de la verdad, produzcan una decidida impresión para bien. No se debe restar méritos a la verdad comunicándola mediante una pronunciación defectuosa. OE 89.2

El colportor encontrará que le es de mucha ayuda en su obra poder hablar clara y distintamente de los méritos del libro que desea vender. Puede tener oportunidad de leer un capítulo de su libro, y por la música de su voz y el énfasis dado a las palabras, puede hacer resaltar la escena presentada a la mente del oyente tan claramente como si la pudiese ver en realidad. OE 89.3

El que dirija estudios bíblicos en la congregación o en la familia debe poder leer con suave y musical cadencia que encante a sus oyentes. OE 90.1

Los ministros del Evangelio deben saber hablar con poder y expresión, haciendo tan expresivas e impresionantes las palabras de vida eterna que los oyentes no puedan menos que sentir su peso. Me conduelo al oír la voz defectuosa de muchos de nuestros predicadores. Los tales privan a Dios de la gloria que podría recibir si ellos se hubiesen preparado para hablar la palabra con poder. OE 90.2