Obreros Evangélicos

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El poder para el servicio

Lo que la iglesia necesita en estos días de peligro es un ejército de obreros que, como Pablo, se hayan educado para ser útiles, tengan una experiencia profunda en las cosas de Dios y estén llenos de fervor y celo. Se necesitan hombres santificados y abnegados; hombres que no esquiven las pruebas y la responsabilidad; hombres valientes y veraces; hombres en cuyos corazones Cristo constituya la “esperanza de gloria,” y quienes con los labios, tocados por el fuego santo, prediquen la Palabra. Por carecer de tales obreros la causa de Dios languidece, y errores fatales, cual veneno mortífero, corrompen la moral y agostan las esperanzas de una gran parte de la raza humana.—Los Hechos de los Apóstoles, 404. OE 521.1

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Los que son hombres a los ojos de Dios, y que como tales son registrados en los libros del cielo, son los que, como Daniel, cultivan de tal manera cada facultad, que representan del mejor modo posible el reino de Dios ante un mundo sumido en la perversidad. Es esencial el progreso en el conocimiento; porque cuando se emplea en la causa de Dios, el conocimiento es una potencia para el bien. El mundo necesita hombres de reflexión, hombres de principios, hombres que estén creciendo constantemente en comprensión y discernimiento. La prensa necesita hombres que saquen el mejor partido posible de ella, para que la verdad reciba alas con que ir apresuradamente a toda nación, lengua y pueblo. OE 521.2

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“Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar—nos ordena Cristo,—para que se llene mi casa.”1 En obediencia a estas palabras, debemos ir a los paganos que están cerca de nosotros, y a los que están lejos. Los “publicanos y las rameras,” deben oír la invitación del Salvador. Por la benignidad y longanimidad de sus mensajeros, la invitación viene a ser un poder compulsivo para elevar a los que están sumidos en las más profundas simas del pecado. OE 522.1

Los motivos cristianos exigen que trabajemos con un propósito constante, un interés incesante y una instancia cada vez mayor en favor de las almas que Satanás trata de destruir. Nada ha de apagar la ferviente y anhelante energía manifestada en la salvación de los perdidos. OE 522.2

Notemos cómo por toda la Palabra de Dios se manifiesta el espíritu de instancia, de implorar a los hombres y mujeres a que acudan a Cristo. Debemos aprovechar toda oportunidad, en privado y en público, presentando todo argumento, haciendo hincapié en todo motivo de importancia infinita, para atraer a los hombres al Salvador. Con toda nuestra fuerza debemos instarlos a que miren a Jesús y acepten su vida de abnegación y sacrificio. Debemos demostrar que esperamos que ellos den gozo al corazón de Cristo empleando cada uno de sus dones para honrar su nombre.—The Ministry of Healing, 164, 165. OE 522.3

No es la cantidad de tiempo que trabajamos, sino nuestra pronta disposición y nuestra fidelidad en el trabajo lo que lo hace aceptable a Dios. En todo nuestro servicio se requiere una entrega completa del yo. El deber más humilde, hecho con sinceridad y olvido de sí mismo, es más agradable a Dios que el mayor trabajo cuando está echado a perder por el engrandecimiento propio. El mira para ver cuánto del espíritu de Cristo abrigamos, y cuánta de la semejanza de Cristo revela nuestra obra. El considera mayores el amor y la fidelidad con que trabajamos que la cantidad que efectuamos. OE 523.1

Tan sólo cuando el egoísmo está muerto, cuando la lucha por la supremacía está desterrada, cuando la gratitud llena el corazón, y el amor hace fragante la vida, tan sólo entonces Cristo mora en el alma, y nosotros somos reconocidos como obreros juntamente con Dios.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 332. OE 523.2

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Entre todos los habitantes del mundo, los reformadores deben ser los más desinteresados, bondadosos y corteses. Debe notarse en sus vidas la verdadera bondad de acciones desinteresadas. El obrero que manifieste falta de cortesía, que demuestre impaciencia ante la ignorancia o extravío de los demás, que hable apresuradamente u obre irreflexivamente, puede cerrar la puerta de los corazones de manera tal que nunca los alcance. OE 523.3

Como el rocío y las tranquilas lluvias caen sobre las plantas marchitadas, así caigan suavemente vuestras palabras cuando tratáis de sacar a los hombres del error. Dios se propone alcanzar primero el corazón. Debemos decir la verdad con amor, confiando en Aquel que puede darle poder para reformar la vida. El Espíritu Santo aplicará al alma la palabra que se diga con amor. OE 523.4

Por naturaleza somos ególatras y muy adictos a nuestras opiniones. Pero cuando aprendemos las lecciones que Cristo desea enseñarnos, llegamos a ser participantes de su naturaleza; desde entonces vivimos su vida. El maravilloso ejemplo de Cristo, la sin par ternura con que él participaba de los sentimientos ajenos, llorando con los que lloraban, regocijándose con los que se regocijaban, debe tener una influencia profunda sobre el carácter de todos los que lo sigan con sinceridad. Por palabras y actos bondadosos, tratarán de hacer fácil la senda de los pies cansados.—The Ministry of Healing, 157, 158. OE 524.1

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No es la obra más alta de la educación el comunicar meramente conocimientos, sino el impartir aquella energía vivificadora que se recibe por el contacto de la mente con la mente y del alma con el alma. Únicamente la vida puede engendrar vida. ¡Qué privilegio fué el de aquellos que, durante tres años, estuvieron en contacto diario con aquella vida divina de la cual había fluído todo impulso vivificador que bendijera al mundo! Más que todos sus compañeros, Juan, el discípulo amado, se entregó al poder de esa vida maravillosa. El dice: “La vida fué manifestada, y vivimos, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido,” “De su plenitud tomamos todos y gracia por gracia.”2 OE 524.2

En los apóstoles de nuestro Señor no había nada que les pudiera reportar gloria. Era evidente que el éxito de sus labores se debía únicamente a Dios. La vida de estos hombres, el carácter que adquirieron y la poderosa obra que Dios realizó mediante ellos, son un testimonio de lo que él hará por aquellos que reciban sus enseñanzas y sean obedientes.—El Deseado de Todas las Gentes, 210. OE 525.1

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Antes de la honra viene la humildad. Para ocupar un lugar elevado entre los hombres, el cielo elige al obrero que como Juan el Bautista, toma un lugar humilde delante de Dios. El discípulo que más se asemeja a un niño es el más eficiente en la labor para Dios. Los seres celestiales pueden cooperar con aquel que no trata de ensalzarse a sí mismo sino de salvar almas. El que siente más profundamente su necesidad de la ayuda divina la pedirá; y el Espíritu Santo le dará vislumbres de Jesús que fortalecerán y elevarán su alma. Saldrá de la comunión con Cristo para trabajar en favor de aquellos que perecen en sus pecados. Ha sido ungido para su misión, y tiene éxito donde muchos de los sabios e intelectualmente preparados fracasarían.—El Deseado de Todas las Gentes, 385. OE 525.2

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El que llama a los hombres al arrepentimiento debe comulgar con Dios en oración. Debe aferrarse al brazo del Todopoderoso diciendo: “No te dejaré, si no me bendices. Dame poder para ganar almas para Cristo.” OE 525.3

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El apóstol Pablo dice: “Porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso.”3 Cuando nos percatamos de nuestra debilidad, aprendemos a no depender de un poder inherente. Nada puede posesionarse tan fuertemente del corazón como el sentimiento permanente de nuestra responsabilidad ante Dios. Nada alcanza tan plenamente a los motivos más profundos de la conducta como la sensación del amor perdonador de Cristo. Debemos ponernos en comunión con Dios; entonces seremos imbuidos con su Espíritu Santo, que nos capacita para relacionarnos con nuestros semejantes. OE 526.1

Por lo tanto, gozaos de que mediante Cristo habéis sido puestos en comunión con Dios, como miembros de la familia celestial. Mientras miréis más arriba de vosotros mismos, tendréis un sentimiento continuo de la flaqueza de la humanidad. Cuanto menos apreciéis el yo, más clara y plena será la comprensión de la excelencia de vuestro Salvador. Cuanto más estrechamente os relacionéis con la fuente de luz y poder, mayor luz brillará sobre vosotros, y tendréis mayor poder para trabajar por Dios.—El Deseado de Todas las Gentes, 439, 440. OE 526.2

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En nuestra obra no hay nada más necesario que los resultados prácticos de la comunión con Dios. Debemos demostrar por nuestra vida diaria que tenemos paz y reposo en el Salvador. Su paz, abrigada en el corazón, resplandecerá en el rostro. Dará a la voz una fuerza persuasiva. La comunión con Dios ennoblecerá el carácter y la vida. Los hombres sabrán que hemos estado con Jesús, así como lo supieron de los primeros discípulos. Esto impartirá al obrero un poder que ninguna otra cosa le podría dar. Y no debe permitir que se lo prive de este poder. OE 526.3

Debemos vivir una doble vida—una vida de reflexión y acción, de oración silenciosa y trabajo ferviente. La fuerza recibida por la comunión con Dios, unida al esfuerzo ardoroso para educar la mente en la reflexión y el esmero, lo prepara a uno para los deberes diarios, y mantiene al espíritu en paz en todas las circunstancias, por penosas que sean.—The Ministry of Healing, 512. OE 527.1

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Para el obrero consagrado es una maravillosa fuente de consuelo el saber que aun Cristo durante su vida terrenal buscaba a su Padre diariamente en procura de nuevas provisiones de gracia necesaria; y de esta comunión con Dios salía para fortalecer y bendecir a otros. ¡Contemplad al Hijo de Dios postrado en oración ante su Padre! Aunque es el Hijo de Dios, fortalece su fe por la oración, y por la comunión con el cielo acumula en sí poder para resistir al mal y para ministrar las necesidades de los hombres. Como Hermano Mayor de nuestra especie, conoce las necesidades de aquellos que, rodeados de flaquezas y viviendo en un mundo de pecado y de tentación, desean todavía servir a Dios. Sabe que los mensajeros a quienes considera dignos de enviar son hombres débiles y expuestos a errar; pero a todos aquellos que se entregan enteramente a su servicio les promete ayuda divina. Su propio ejemplo es una garantía de que la súplica ferviente y perseverante a Dios con fe—la fe que induce a depender enteramente de Dios y a consagrarse sin reservas a su obra—podrá proporcionar a los hombres la ayuda del Espíritu Santo en la batalla contra el pecado. OE 527.2

Todo obrero que siga el ejemplo de Cristo será preparado para recibir y usar el poder que Dios ha prometido a su iglesia para la maduración de la mies de la tierra. Mañana tras mañana, cuando los heraldos del Evangelio se arrodillan delante del Señor y renuevan sus votos de consagración, él les concede la presencia de su Espíritu con su poder vivificante y santificador. Y al salir para dedicarse a los deberes diarios, tienen la seguridad de que el agente invisible del Espíritu Santo los capacita para ser colaboradores juntamente con Dios.—Los Hechos de los Apóstoles, 45, 46. OE 528.1

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Nos estamos acercando al fin del tiempo. Necesitamos no sólo enseñar la verdad presente desde el púlpito sino vivirla fuera del púlpito. Examinad detenidamente el fundamento de vuestra esperanza de salvación. Mientras ocupéis la posición de heraldos de la verdad, de atalayas en las murallas de Sión, no podréis permitir que vuestros intereses estén entretejidos con negocios de minas o de bienes raíces, y al mismo tiempo hacer eficazmente la obra sagrada confiada a vuestras manos. Donde las almas de los hombres están en juego, donde están involucradas cosas eternas, el interés no puede dividirse sin peligro.—Testimonies for the Church 5:530. OE 528.2