La recompensa del servicio
“Cuando haces comida o cena—dijo Cristo,—no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, porque también ellos no te vuelvan a convidar, y te sea hecha compensación. Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos; y serás bienaventurado; porque no te pueden retribuir; mas te será recompensado en la resurrección de los justos.”
OE 529.1
En estas palabras Cristo presenta un contraste entre las prácticas egoístas del mundo, y el ministerio desinteresado del cual dió un ejemplo en su propia vida. Para el tal ministerio, no ofrece ninguna recompensa de ganancia o reconocimiento mundanales. “Te será recompensado en la resurrección de los justos,” dice. Entonces los resultados de cada vida serán puestos de manifiesto, y cada uno segará lo que sembró.
OE 529.2
Este pensamiento debiera proporcionar estímulo y aliento a cada obrero de Dios. En esta vida el trabajo que hacemos por Dios parece a menudo casi infructuoso. Nuestros esfuerzos para hacer bien pueden ser fervientes y perseverantes, sin que podamos ver sus resultados. El esfuerzo puede parecernos perdido. Pero el Salvador nos asegura que nuestra obra queda anotada en el cielo, y que la recompensa no puede faltar. El apóstol Pablo escribiendo inspirado por el Espíritu Santo, dice: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; que a su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado.” Y en las palabras del salmista leemos: “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.”
OE 529.3
Aunque la gran recompensa final se dará cuando Cristo venga, el servicio fiel hecho de todo corazón para Dios reporta una recompensa, aun en esta vida. El obrero tendrá que afrontar obstáculos, oposición y amargos desalientos y descorazonamientos. Tal vez no vea los frutos de su labor. Pero aun con todo esto encuentra en su labor una bienaventurada recompensa. Todos los que se entregan a Dios en un servicio abnegado para la humanidad están cooperando con el Señor de gloria. Este pensamiento dulcifica toda labor, fortalece la voluntad, sostiene el ánimo para cuanto haya de acontecer. Trabajando con corazón abnegado, ennoblecido por ser participantes de los padecimientos de Cristo, y compartiendo su simpatía, contribuyen a aumentar su gozo, y reportan honor y alabanza a su exaltado nombre. En comunión con Dios, con Cristo y con los santos ángeles, están rodeados por una atmósfera celestial, una atmósfera que da salud al cuerpo, vigor al intelecto y gozo al alma.
OE 530.1
Todos los que consagran cuerpo, alma y espíritu al servicio de Dios, estarán recibiendo constantemente una nueva dotación de fuerza física, mental y espiritual. Las inagotables provisiones del cielo están a su disposición. Cristo les da el aliento de su propio espíritu, la vida de su propia vida. El Espíritu Santo pone sus más elevadas energías por obra en el corazón y la mente.
OE 530.2
“Entonces nacerá tu luz como el alba; y tu salud se dejará ver presto.... Invocarás, y oírte ha Jehová; clamarás, y dirá él: “Heme aquí.... En las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía; y Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías hartará tu alma, y engordará tus huesos; y serás como huerta de riego, y como manadero de agua, cuyas aguas nunca faltan.”
OE 530.3
Muchas son las promesas que Dios hace a los que sirven a sus hijos afligidos. Dice: “Bienaventurado el que piensa en el pobre: en el día malo lo librará Jehová. Jehová lo guarde, y le dé vida: sea bienaventurado en la tierra, y no le entregues a la voluntad de sus enemigos. Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor: mullirás toda tu cama en su enfermedad.” “Espera en Jehová, y haz bien; vivirás en la tierra, y en verdad serás alimentado.” “Honra a Jehová de tu sustancia, y de las primicias de tus frutos; y serán llenas tus trojes con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto.” “Hay quienes reparten, y les es añadido más: y hay quienes son escasos más de lo que es justo, mas vienen a pobreza.” “A Jehová empresta el que da al pobre, y él le dará su paga.” “El alma liberal será engordada; y el que saciare, él también será saciado.”
OE 531.1
Aunque gran parte de los frutos de su labor no se note en esta vida, los obreros de Dios tienen su segura promesa del éxito final. Como Redentor del mundo, Cristo arrostraba constantemente el fracaso aparente. Parecía hacer poco de la obra que él anhelaba hacer para elevar y salvar. Los agentes satánicos trabajaban de continuo para obstruir su camino. Pero él no quería desalentarse. Veía siempre delante de sí el resultado de su misión. Sabía que la verdad iba a triufar finalmente en la contienda con el mal, y dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, mas confiad, yo he vencido al mundo.” La vida de los discípulos de Cristo ha de ser como la suya, una serie ininterrumpida de victorias,—no tenidas por tales acá; pero serán reconocidas como tales en el gran más allá.
OE 531.2
Los que trabajan para beneficiar a otros trabajan en unión con los ángeles celestiales. Tienen su compañía constante, su ministerio incesante. Los ángeles de luz y poder están siempre cerca para proteger, consolar, sanar, instruir, inspirar. La más alta educación, la cultura más verdadera, el servicio más exaltado que puedan gozar los seres humanos en este mundo, son suyos.
OE 532.1
Muchas veces nuestro Padre misericordioso anima a sus hijos y fortalece su fe permitiéndoles ver en esta tierra pruebas del poder de su gracia sobre el corazón y la vida de aquellos por quienes trabajan. “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la nieve, y no vuelve allá, sino que harta la tierra, y la hace germinar y producir, y da simiente al que siembra, y pan al que come; así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá haya, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán: y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída.”
OE 532.2
En la transformación del carácter, el desarraigo de las malas pasiones, el desarrollo de las dulces gracias del Espíritu Santo de Dios, vemos el cumplimiento de la promesa: “En lugar de la zarza crecerá haya, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán.” Vemos al yermo de la vida gozarse y florecer “como la rosa.”
OE 533.1
Cristo se deleita en tomar material aparentemente sin esperanza, aquellos a quienes Satanás degradó y por quienes obró, y hacerlos súbditos de su gracia. Se regocija en librarlos de los padecimientos, y de la ira que ha de caer sobre los desobedientes. Hace a sus hijos regentes suyos en la ejecución de esta obra, y en su éxito, aun en esta vida, encuentran una recompensa preciosa.
OE 533.2
Pero ¿qué es todo esto cuando se compara con el gozo que les pertenecerá en el gran día de la revelación final? “Ahora vemos por espejo, en oscuridad; mas entonces veremos cara a cara;” ahora conocemos en parte, pero entonces conoceremos como somos conocidos.
OE 533.3
Es la recompensa de los obreros de Cristo entrar en su gozo. Ese gozo, que Cristo mismo espera con ávido deseo, nos es presentado en su petición a su Padre: “Aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo.”
OE 533.4
Los ángeles estaban esperando para dar la bienvenida a Jesús, mientras ascendía después de su resurrección. La hueste celestial anhelaba volver a saludar a su amado Jefe, que volvía a su lado de la cárcel de la muerte. Avidamente lo rodearon cuando entró por las puertas del cielo, pero él los apartó con la mano. Su corazón estaba con el solitario y entristecido grupo de discípulos a quienes había dejado en el monte de los Olivos. Está todavía con sus hijos que luchan en la tierra, que tienen que contender todavía con el destructor. “Padre—dice,—aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo.”
OE 533.5
Los redimidos de Cristo son sus joyas, su tesoro precioso y peculiar. “Serán engrandecidos en su tierra como piedras de corona,”—“las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” En ellos “del trabajo de su alma verá y será saciado.”
OE 534.1
Y ¿no habrán de regocijarse sus obreros cuando ellos también contemplen el fruto de sus labores? El apóstol Pablo, escribiendo a los conversos tesalonicenses, dice: “¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo en su venida? Que vosotros sois nuestra gloria y gozo.” Y exhorta a los hermanos filipenses a ser “irreprensibles y sencillos,” a resplandecer “como luminares en el mundo; reteniendo la palabra de vida para que yo pueda gloriarme en el día de Cristo, que no he corrido en vano, ni trabajado en vano.”
OE 534.2
Todo impulso del Espíritu Santo que conduzca a los hombres a la bondad y a Dios, queda anotado en los libros del cielo, y en el día de Dios, todo aquel que se haya entregado como instrumento para la obra del Espíritu Santo, podrá contemplar lo que su vida logró....
OE 534.3
Maravillosa será la revelación cuando se presenten las líneas de influencia santa, con sus preciosos resultados. ¡Cuál será la gratitud de las almas que nos vendrán al encuentro en los atrios celestiales, cuando comprendan el interés amante y bondadoso que se tomó en su salvación! Darán toda alabanza, honor y gloria a Dios y al Cordero por nuestra redención; pero no restarán poder a la gloria de Dios al expresar gratitud al instrumento que él empleó en la salvación de las almas que estaban a punto de perecer.
OE 535.1
Los redimidos encontrarán y reconocerán a aquellos cuya atención dirigieron al ensalzado Salvador. ¡Qué bendita conversación tendrán con estas almas! “Yo era pecador —dirá alguno&, mdash;sin Dios y sin esperanza en el mundo; y tú viniste a mí, y atrajiste mi atención al precioso Salvador como única esperanza mía, y creí en él. Me arrepentí de mis pecados y se me hizo sentar con sus santos en los lugares celestiales en Cristo Jesús.” Otros dirán: “Yo era pagano en tierras paganas. Tú dejaste tus amigos y tu cómodo hogar, para ir a enseñarme cómo encontrar a Jesús, y creer en él como único Dios verdadero. Destruí mis ídolos y adoré a Dios, y ahora lo veo cara a cara. Estoy salvo, eternamente salvo para contemplar siempre a Aquel a quien amo. Entonces lo veía únicamente con el ojo de la fe, pero ahora lo veo tal cual es. Puedo expresar ahora mi gratitud por su misericordia redentora a Aquel que me amó y lavó mis pecados con su sangre.”
OE 535.2
Otros expresarán su gratitud a los que alimentaron a los hambrientos y vistieron al desnudo. “Cuando la desesperación envolvía mi alma en la incredulidad, el Señor os envió a mí—dirán,—para decirme palabras de esperanza y consuelo. Me trajisteis alimento para mis necesidades físicas, y me abristeis la Palabra de Dios despertándome para que viese mis necesidades espirituales. Me tratasteis como a un hermano. Simpatizasteis conmigo en mis tristezas, y alentasteis mi alma herida, para que pudiese asir la mano de Cristo que se extendía para salvarme. Yo ignoraba que tenía un Padre en los cielos que se interesaba por mí, y vosotros me lo enseñasteis pacientemente. Me leísteis las preciosas promesas de la Palabra de Dios. Inspirasteis fe en que él me salvaría. Mi corazón fué enternecido, subyugado, quebrantado, mientras contemplaba el sacrificio que Cristo había hecho por mí. Tuve hambre del pan de vida y la verdad fué preciosa a mi alma. Heme aquí, salvo, eternamente salvo, para vivir siempre en su presencia y para alabar a Aquel que dió su vida por mí.”
OE 535.3
¡Qué regocijo reinará mientras estos redimidos encuentren y saluden a los que llevaron cargas en su favor! Y ¡cómo vibrarán de satisfacción los corazones de los que no vivieron para agradarse a sí mismos, sino para beneficiar a los desdichados que tienen tan pocas bendiciones! Para ellos se realizará la promesa: “Serás bienaventurado; porque no te pueden retribuir; mas te será recompensado en la resurrección de los justos.”
OE 536.1
“Entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre: porque la boca de Jehová lo ha hablado.”—Testimonies for the Church 6:305-312.
OE 536.2
209
OE
Obreros Evangélicos
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