Obreros Evangélicos

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La paciencia bajo los malos tratos

No podemos permitir que nuestro ánimo se irrite por causa de algún daño real o supuesto que se nos haya hecho. El yo es el enemigo que más necesitamos temer. Ninguna forma de vicio tiene un efecto más funesto sobre el carácter que el de la pasión humana que no está dominada por el Espíritu Santo. Ninguna otra victoria que podamos obtener será tan preciosa como la que obtengamos sobre el yo. OE 489.1

No debemos ser extremadamente sensibles. Hemos de vivir, no para cuidar nuestros sentimientos o nuestra reputación, sino para salvar almas. A medida que nos interesemos en la salvación de las almas, dejaremos de prestar atención a las pequeñas divergencias que tan a menudo se levantan en nuestra asociación con otros. Sea lo que fuere lo que otros piensen de nosotros, ello no necesita perturbar nuestra unidad con Cristo, la comunión del Espíritu. “¿Qué gloria es, si pecando vosotros sois abofeteados, y lo sufrís? Mas si haciendo bien sois afligidos, y lo sufrís, esto ciertamente es agradable delante de Dios.”3 OE 489.2

No os venguéis. En cuanto podáis, suprimid todo lo que podría dar lugar a un concepto erróneo. Evitad la apariencia del mal. Haced cuanto esté a vuestro alcance, sin sacrificar los buenos principios, por ser conciliadores. “Si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven, y ofrece tu presente.”4 OE 489.3

Si se os dicen palabras impacientes, no repliquéis nunca con el mismo espíritu. Recordad que “la blanda respuesta quita la ira.”5 Y hay un poder maravilloso en el silencio. Las palabras dichas en respuesta al que está airado no hace a veces sino exasperarlo; por el contrario, la ira confrontada con el silencio, con espíritu tierno y tolerante, no tarda en morir. OE 489.4

Bajo una tempestad de mordaces palabras de censura, mantened la mente fija en la Palabra de Dios. Que la mente y el corazón atesoren las promesas de Dios. Si sois maltratados o acusados injustamente, en vez de devolver una respuesta airada, repetíos las preciosas promesas: OE 490.1

“No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal.”6 OE 490.2

“Encomienda a Jehová tu camino, y espera en él; y él hará. Y exhibirá tu justicia como la luz, y tus derechos como el mediodía.”7 OE 490.3

“Nada hay encubierto, que no haya de ser descubierto; ni oculto, que no haya de ser sabido.”8 OE 490.4

“Hombres hiciste subir sobre nuestra cabeza; entramos en fuego y en aguas, y sacástenos a hartura.”9 OE 490.5

Propendemos a esperar de nuestros semejantes simpatía y ayuda, en vez de mirar a Jesús. En su misericordia y fidelidad, Dios permite a menudo que aquellos en quienes pusimos nuestra confianza nos falten, a fin de que aprendamos cuán insensato es confiar en el hombre y hacer de la carne nuestro brazo. Confiemos plena, humilde y abnegadamente en Dios. El conoce las tristezas que sentimos en lo profundo de nuestro ser, pero no podemos expresar. Cuando todo parece oscuro e inexplicable, recordemos las palabras de Cristo: “Lo que yo hago, tú no entiendes ahora; mas lo entenderás después.”10 OE 490.6

Estudiemos la historia de José y de Daniel. El Señor no evitó las maquinaciones de los hombres que trataban de hacerles daño; pero hizo que todas estas maquinaciones obrasen para bien de sus siervos, que en medio de pruebas y conflictos conservaban su fe y lealtad. OE 491.1

Mientras estemos en el mundo, tendremos que hacer frente a influencias adversas. Habrá provocaciones para probar el genio; y es haciéndoles frente con el debido espíritu como se desarrollan las gracias cristianas. Si Cristo mora en nosotros, seremos pacientes, benignos y tolerantes, alegres en medio de inquietudes e irritaciones. Día tras día y año tras año, venceremos al yo y desarrollaremos un noble heroísmo. Tal es la suerte que nos ha sido señalada; pero no puede ser lograda sin la ayuda de Jesús, decisión resuelta, propósito invariable, vigilancia continua y oración incesante. Cada uno tiene una batalla personal que reñir. Ni siquiera Dios puede hacer nuestros caracteres nobles o nuestras vidas útiles, a menos que lleguemos a ser colaboradores suyos. Los que se niegan a luchar pierden la fuerza y el gozo de la victoria. OE 491.2

No necesitamos llevar nuestro propio registro de pruebas y dificultades, pesares y tristezas. Todas estas cosas están escritas en los libros, y el cielo cuidará de ellas. Mientras llevamos cuenta de las cosas desagradables, pasamos por alto muchas cosas placenteras en que podríamos reflexionar, como por ejemplo, la misericordiosa bondad de Dios que nos rodea en cada instante, y el amor, que asombra a los ángeles, por el cual Dios entregó a su Hijo para que muriese por nosotros. Si como obreros de Cristo, os parece que tenéis mayores cuidados y pruebas que las que tocaron en suerte a los demás, recordad que hay para vosotros una paz desconocida por aquellos que rehuyen estas cargas. Hay consuelo y gozo en el servicio de Cristo. Dejad que el mundo vea que el vivir con él no es fracasar. OE 491.3

Si no os sentís alegres y gozosos, no habléis de vuestros sentimientos. No echéis sombras sobre las vidas ajenas. Una religión fría y sin sol nunca atraerá almas a Cristo. Las ahuyenta de él, induciéndolas a acercarse a las redes que Satanás tendió para los pies de los que se extravían. En vez de pensar en vuestro desaliento, pensad en el poder que podéis pedir en el nombre de Cristo. Que vuestra imaginación se aferre a las cosas invisibles. Que vuestros pensamientos se dirijan a las evidencias del gran amor de Dios hacia vosotros. La fe puede soportar la prueba, resistir la tentación, levantarse después del chasco. Jesús vive como abogado nuestro. Es nuestro todo lo que su mediación consigue. OE 492.1

¿No pensáis que Cristo aprecia a aquellos que viven enteramente por él? ¿No pensáis que él visita a los que, como el amado Juan en el destierro, se hallan por su causa en situaciones tristes y penosas? Dios no dejará solo a ninguno de sus obreros fieles, para luchar contra grandes dificultades y quedar vencido. El guarda como joya preciosa a todo aquel cuya vida está escondida con Cristo en él. De cada uno de los tales dice: “Ponerte he como anillo de sellar: porque yo te escogí.”11 OE 492.2

Entonces habla de las promesas; habla de lo dispuesto que está Cristo a bendecir. El no nos obliga ni por un breve momento. Cuando, a pesar de circunstancias desagradables, reposemos confiadamente en su amor y nos encerremos con él, el sentimiento de su presencia nos inspirará un gozo profundo y tranquilo. Cristo dijo de sí mismo: “Nada hago de mí mismo; mas como el Padre me enseñó, esto hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre....”12 OE 492.3

Cultivad la costumbre de hablar bien de otros. Espaciaos en las buenas cualidades de aquellos con quienes os asociáis, y notad tan poco como sea posible sus errores y faltas. Cuando estéis tentados a quejaros de lo que alguno dijo o hizo, alabad algo en la vida o el carácter de esa persona. Cultivad el agradecimiento. Alabad a Dios por su amor maravilloso al dar a Cristo para morir por nosotros. Nunca nos vale de mucho pensar en nuestros pesares. Dios nos pide que pensemos en su misericordia y en su amor sin par, para que nos inspiren alabanzas. OE 493.1

Los que trabajan con ardor no tienen tiempo para espaciarse en las faltas ajenas. No podemos vivir de la hojarasca de los defectos y faltas de los demás. La maledicencia es una doble maldición, que cae más pesadamente sobre el que la pronuncia que sobre el que la oye. El que disemina las semillas de disensión y contienda, cosecha en su propia alma los mortíferos frutos. El mismo acto de buscar mal en los demás desarrolla mal en los que lo buscan. Espaciándonos en los defectos ajenos, nos transformamos a la misma imagen. Pero contemplando a Jesús, hablando de su amor y perfección de carácter, nos transformamos a su imagen. Contemplando el sublime ideal que puso delante de nosotros, seremos elevados a una atmósfera pura y santa, hasta la presencia de Dios. Cuando moramos en ella, irradia de nosotros una luz que alumbra a todos los que están relacionados con nosotros. OE 493.2

En vez de criticar y condenar a otros, decid: “Debo obrar mi propia salvación. Si coopero con Aquel que desea salvar mi alma, debo velar sobre mí mismo con diligencia. Debo desechar de mi vida todo mal. Debo vencer todo defecto. Debo llegar a ser una nueva criatura en Cristo. Luego, en vez de debilitar a aquellos que están luchando contra el mal, podré fortalecerlos con palabras animadoras.” OE 494.1

Somos demasiado indiferentes unos con otros. Demasiado a menudo nos olvidamos de que nuestros colaboradores necesitan fortaleza y ánimo. Cuidemos de demostrarles nuestro interés y simpatía. Ayudadlos por vuestras oraciones, y hacedles saber que lo hacéis.—The Ministry of Healing, 483-493. OE 494.2

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Todos los que profesan ser hijos de Dios deben tener presente que como misioneros serán puestos en contacto con toda clase de mentes. Las hay refinadas y toscas, humildes y orgullosas, religiosas y escépticas, educadas e ignorantes, ricas y pobres. Estas diversas mentes no pueden ser tratadas todas de igual manera; sin embargo, todas necesitan bondad y simpatía. Por el contacto mutuo, nuestras mentes deben recibir pulimiento y refinamiento. Dependemos unos de otros, y estamos íntimamente ligados por los vínculos de la fraternidad humana. OE 494.3

Es por medio de las relaciones sociales como el cristianismo se pone en contacto con el mundo. Cada hombre o mujer que haya recibido la iluminación divina tiene que derramar luz sobre la oscura senda de los que no conocen el camino mejor. El poder social, santificado por el Espíritu de Cristo, debe ser aprovechado para traer almas al Salvador. Cristo no ha de ser ocultado en el corazón como un codiciado tesoro, sagrado y dulce, para que de él disfrute únicamente el poseedor. Debemos poseer a Cristo en nosotros como manantial de agua, que brota para vida eterna, refrescando a todos los que se relacionen con nosotros.—The Ministry of Healing, 496. OE 494.4

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Si seguimos en las pisadas de Cristo, debemos acercarnos a aquellos que necesitan nuestro ministerio. Debemos abrir la Biblia a su entendimiento, presentarles las exigencias de la ley de Dios, leer las promesas a los vacilantes, despertar a los negligentes, fortalecer a los débiles. OE 495.1

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Se necesitan para este tiempo hombres que puedan comprender las necesidades de la gente, y atender a estas necesidades. El fiel ministro de Cristo vela en todo puesto de avanzada, para advertir, reprender, aconsejar, rogar y estimular a sus semejantes, trabajando con el Espíritu de Dios que obra en él poderosamente, para que pueda presentar a todo hombre perfecto en Cristo. El tal hombre es reconocido en el cielo como ministro, que anda en las pisadas de su gran Modelo.—Testimonies for the Church 4:416. OE 495.2