Obreros Evangélicos

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La ordenación

“Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y doctores: Bernabé y Simón el que se llamaba Niger, y Lucio Cireneo, y Manahén, ... y Saulo. Ministrando pues éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he llamado.”1 Antes de ser enviados como misioneros al mundo pagano, estos apóstoles fueron dedicados solemnemente a Dios con ayuno y oración por la imposición de las manos. Así fueron autorizados por la iglesia, no solamente para enseñar la verdad, sino para cumplir el rito del bautismo, y para organizar iglesias, siendo investidos con plena autoridad eclesiástica. OE 456.1

La iglesia cristiana estaba entonces en una era importante. La obra de proclamar el mensaje evangélico a los gentiles había de proseguirse ahora con vigor; y como resultado la iglesia iba a ser fortalecida por una gran cosecha de almas. Los apóstoles que habían sido designados para dirigir esta obra iban a exponerse a la suspicacia, los prejuicios y los celos. Sus enseñanzas concernientes al derribamiento de “la pared intermedia de separación,”2 que tanto tiempo había separado al mundo judío del gentil, iba a hacerlos objeto naturalmente de la acusación de herejía; y su autoridad como ministros del Evangelio iba a ser puesta en duda por muchos celosos creyentes judíos. Dios previó las dificultades que sus siervos estarían llamados a afrontar; y a fin de que su trabajo pudiera estar por encima de toda crítica, indicó a la iglesia por revelación que se los apartara públicamente para la obra del ministerio. Su ordenación fué un reconocimiento público de su elección divina para llevar a los gentiles las alegres nuevas del Evangelio. OE 456.2

Tanto Pablo como Bernabé habían recibido ya su comisión de Dios mismo, y la ceremonia de la imposición de las manos no añadía ninguna gracia o cualidad virtual. Era una forma reconocida de designación para el cargo señalado, y un reconocimiento de la autoridad de uno para ese cargo. Por ella se colocaba el sello de la iglesia sobre la obra de Dios. OE 457.1

Para los judíos, esta forma era significativa. Cuando un padre judío bendecía a sus hijos, colocaba sus manos reverentemente sobre su cabeza. Cuando se dedicaba un animal al sacrificio, uno investido de autoridad sacerdotal colocaba su mano sobre la cabeza de la víctima. Y cuando los ministros de la iglesia de Antioquía colocaron sus manos sobre Pablo y Bernabé, pidieron a Dios, por ese acto, que concediera su bendición a los apóstoles escogidos, en la devoción de éstos a la obra específica para la cual habían sido designados. OE 457.2

Ulteriormente, el rito de la ordenación por la imposición de las manos fué grandemente profanado; se le atribuía al acto una importancia infundada, como si sobre aquellos que recibían esa ordenación descendiera un poder que los calificaba inmediatamente para todo trabajo ministerial. Pero en el relato del apartamiento de esos dos apóstoles no hay indicación de que ninguna virtud les fué impartida por el mero acto de imponerles las manos. Se menciona simplemente su ordenación y la relación que ésta tenía con su futura obra. OE 457.3

Las circunstancias relacionadas con la separación de Pablo y Bernabé por el Espíritu Santo para una clase definida de servicio, muestran claramente que el Señor obra por medio de los agentes señalados en su iglesia organizada. Años antes, cuando el Salvador mismo reveló a Pablo el propósito divino para con él, lo puso inmediatamente en relación con los miembros de la recién organizada iglesia de Damasco. Además, la iglesia de ese lugar no fué dejada mucho tiempo a oscuras respecto a la experiencia personal del fariseo convertido. Y ahora, cuando la comisión divina dada en aquel tiempo había de realizarse más plenamente, el Espíritu Santo, dando testimonio de nuevo concerniente a Pablo como vaso escogido para llevar el Evangelio a los gentiles, confió a la iglesia la obra de ordenarlo a él y a su colaborador. Mientras los dirigentes de la iglesia de Antioquía estaban “ministrando ... al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he llamado.” OE 458.1

Dios ha constituido a su iglesia en la tierra en un canal de luz, y por su medio comunica sus propósitos y su voluntad. El no dará a uno de sus siervos una experiencia independiente de la iglesia y contraria a la experiencia de ella. No da a conocer a un hombre su voluntad para toda la iglesia, mientras la iglesia—el cuerpo de Cristo—sea dejada en tinieblas. En su providencia, coloca a sus siervos en estrecha relación con su iglesia, a fin de que tengan menos confianza en sí mismos y mayor confianza en otros a quienes él está guiando para hacer adelantar su obra. OE 458.2

Siempre ha habido en la iglesia quienes se inclinan constantemente a la independencia individual. Parecen incapaces de comprender que la independencia de espíritu puede inducir al agente humano a tener demasiada confianza en sí mismo, y a confiar en su propio juicio más bien que respetar el consejo y estimar debidamente el juicio de sus hermanos, especialmente de aquellos que ocupan los puestos que Dios ha señalado para la dirección de su pueblo. Dios ha investido a su iglesia con especial autoridad y poder, que nadie tiene derecho de desatender y despreciar; porque el que lo hace desprecia la voz de Dios. OE 459.1

Los que se inclinan a considerar su juicio individual como supremo están en grave peligro. Es un plan estudiado de Satanás separarlos de aquellos que son canales de luz y por medio de quienes Dios ha obrado para unificar y extender su obra en la tierra. Descuidar o despreciar a aquellos a quienes Dios ha señalado para llevar las responsabilidades de la dirección en relación con el avance de la verdad, es rechazar los medios que ha dispuesto para ayudar, animar y fortalecer a su pueblo. El que cualquier obrero de la causa de Dios pase por alto a los tales y piense que la luz divina no puede venir por ningún otro medio que directamente de Dios, es colocarse en una posición donde está expuesto a ser engañado y vencido por el enemigo. El Señor en su sabiduría ha dispuesto que por medio de la estrecha relación que deberían mantener entre sí todos los creyentes, un cristiano esté unido a otro cristiano, y una iglesia a otra iglesia. Así el instrumento humano será capacitado para cooperar con el divino. Todo agente ha de estar subordinado al Espíritu Santo, y todos los creyentes han de estar unidos en un esfuerzo organizado y bien dirigido para dar al mundo las alegres nuevas de la gracia de Dios. OE 459.2

Pablo consideró la ocasión de su ordenación formal como el punto de partida que marcaba una nueva e importante época de su vida. Y desde esa ocasión hizo arrancar más tarde el comienzo de su apostolado en la iglesia cristiana.—Los Hechos de los Apóstoles, 130-133. OE 460.1

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Al ordenar a los doce, se dió el primer paso en la organización de la iglesia que después de la partida de Cristo habría de continuar su obra en la tierra. Respecto a esta ordenación, el relato dice: “Y subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar.”3 ... OE 460.2

Con alegría y regocijo, Dios y los ángeles contemplaron esa escena. El Padre sabía que la luz del cielo habría de irradiar de estos hombres; que las palabras habladas por ellos como testigos de su Hijo repercutirían de generación en generación hasta el fin del tiempo. OE 460.3

Los discípulos estaban por salir como testigos de Cristo, para declarar al mundo lo que habían visto y oído de él. Su cargo era el más importante al cual los seres humanos habían sido llamados alguna vez, siendo superado únicamente por el amor de Cristo mismo. Habían de ser colaboradores con Dios para la salvación de los hombres. Como en el Antiguo Testamento los doce patriarcas eran los representantes de Israel, así los doce apóstoles son los representantes de la iglesia evangélica.—Los Hechos de los Apóstoles, 16. OE 460.4