Obreros Evangélicos

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El ejemplo de Cristo condena el espíritu exclusivista

En todo siglo, desde que Cristo vivió entre los hombres, hubo algunos que prefirieron separarse de los demás, manifestando un farisaico deseo de preeminencia. Separándose del mundo, no vivieron para beneficiar a sus semejantes. OE 349.4

No hay, en la vida de Cristo, ejemplo de este fanatismo de justicia propia; su carácter era amable y bondadoso. No hay en la tierra orden monástica de la cual no se lo habría excluido por violar los reglamentos prescritos. En toda denominación religiosa, y en casi toda iglesia, se pueden encontrar maniáticos que lo habrían censurado por sus liberales mercedes. Lo habrían criticado por comer con los publicanos y pecadores; lo habrían acusado de conformarse con el mundo al asistir a una boda, y lo habrían inculpado despiadadamente por permitir a sus amigos dar una cena en honor suyo y de los discípulos. OE 350.1

Pero en estas mismas ocasiones, por sus enseñanzas, como por su conducta generosa, estaba entronizándose en los corazones de aquellos a quienes honraba con su presencia. Les estaba dando una oportunidad de conocerlo, y de ver el notable contraste que había entre su vida y enseñanza y las de los fariseos. OE 350.2

Aquellos a quienes Dios ha confiado su verdad, deben poseer el mismo espíritu benéfico que manifestó Cristo. Deben adoptar los mismos amplios planes de acción. Deben demostrar un espíritu bondadoso y generoso hacia los pobres, y en un sentido especial sentir que son mayordomos de Dios. Deben considerar todo lo que poseen—propiedades, facultades mentales, fuerza espiritual—no como suyo propio, sino únicamente como algo que les ha sido prestado para promover la causa de Cristo en la tierra. Como Cristo, no deben rehuir la sociedad de sus semejantes, sino que deben buscarla con el propósito de otorgar a otros los beneficios que han recibido de Dios. OE 350.3

No seáis exclusivistas. No busquéis a unos pocos con quienes os deleite asociaros, para dejar a los demás que se las arreglen. Supongamos que notáis debilidad en uno e insensatez en otro; no os mantengáis apartados de ellos, para asociaros únicamente con aquellos a quienes creéis casi perfectos. OE 351.1

Las mismas almas que despreciáis necesitan vuestro amor y simpatía. No dejéis a un alma débil luchar sola, en la contienda con las pasiones de su propio corazón, sin vuestra ayuda y oraciones, sino que consideraos a vosotros mismos, porque no seáis también tentados. Si hacéis esto, Dios no os abandonará a vuestras propias debilidades. Puede ser que a su vista tengáis pecados peores que los de aquellos a quienes condenáis. No os apartéis de ellos para decir: “Soy más santo que tú.” OE 351.2

Cristo ha rodeado a la especie humana con su brazo divino. El ha llevado su poder divino al hombre, para que pueda animar a la pobre alma desalentada y enferma de pecado a alcanzar una vida superior. ¡Oh, necesitamos más del espíritu de Cristo y mucho menos del yo! Necesitamos que el poder transformador de Dios obre sobre nuestros corazones diariamente. Necesitamos que el suavizador espíritu de Cristo subyugue y enternezca nuestras almas. Lo único que pueden hacer aquellos que se creen perfectos, es caer sobre la Roca y ser quebrantados. Cristo puede transformaros a su semejanza, si queréis someteros a él. OE 351.3