Obreros Evangélicos

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“Ánimo en el señor”

Después de pasar la fecha, en 1844, estaban reunidos una vez unos cuantos hermanos y hermanas. Todos estaban muy tristes, porque la desilusión había sido muy dolorosa. Al rato llegó a la reunión un hombre que exclamó: “¡Animo en el Señor, hermanos; ánimo en el Señor!” Y lo repitió una y otra vez, hasta que cada cara se volvió resplandeciente, y cada voz se elevó para alabar a Dios. OE 280.1

Hoy digo a toda persona que trabaja para el Maestro: “¡Animo en el Señor!” Desde 1844, no he cesado de proclamar la verdad presente, y hoy esta verdad me es más cara que nunca. OE 280.2

Algunos miran siempre los rasgos objetables y desanimadores, y por lo tanto, los sobrecoge el desaliento. Se olvidan de que el universo celestial aguarda para hacerlos agentes de bendición para el mundo; y que el Señor Jesús es una reserva inagotable de la cual los seres humanos pueden sacar fuerza y valor. No hay necesidad de sentir abatimiento ni aprensión. Nunca llegará el tiempo en que la sombra de Satanás no atraviese nuestra senda. Porque con ello el enemigo trata de ocultar la luz del Sol de justicia. Pero nuestra fe debe atravesar esta sombra. OE 280.3

Dios pide colaboradores alegres, que se nieguen a quedar desanimados y descorazonados por los agentes opositores. El Señor nos guía, y podemos ir animosamente adelante, seguros de que estará con nosotros, como estuvo en lo pasado, cuando trabajábamos en debilidad, pero bajo el poder del Espíritu Santo. OE 281.1

Los ángeles servían a Cristo, pero su presencia no hizo de su vida una vida cómoda y exenta de tentación. Fué “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”1 ¿Deben desanimarse los predicadores, porque mientras están empeñados en la obra que el Maestro les señaló, tienen pruebas, perplejidades y tentaciones? ¿Deben perder la confianza porque sus labores no reportan siempre los resultados que desean tan ardientemente? Los verdaderos obreros no se abaten al ver el trabajo que tienen por delante, por arduo que sea. El rehuir las dificultades, el quejarse en la tribulación, hace débiles e ineficientes a los siervos de Dios. OE 281.2

Al ver aquellos que están en el frente de batalla que los ataques de Satanás se dirigen especialmente contra ellos, sentirán su necesidad de fuerza divina, y trabajarán en su fortaleza. Las victorias que obtengan no los harán engreídos, sino que los harán apoyarse más plenamente en el Poderoso. Nacerá en sus corazones una profunda y ferviente gratitud hacia Dios, y se sentirán gozosos en la tribulación que les sobrevenga cuando estén acosados por el enemigo. OE 281.3