Obreros Evangélicos

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El evangelio a todos los países

Por doquiera ha de resplandecer la luz de la verdad, para que se despierten y conviertan los corazones. En todos los países se ha de proclamar el Evangelio. Los siervos de Dios han de trabajar en lugares cercanos y lejanos, ensanchando las porciones cultivadas de la viña, y yendo a las regiones lejanas. Han de trabajar mientras dure el día; porque viene la noche durante la cual nadie puede trabajar. Los pecadores han de ser conducidos a un Salvador alzado en la cruz, y se ha de oír, pronunciada por muchas voces, la invitación: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”2 Se han de organizar iglesias, y se deben trazar planes de trabajo para los miembros de las iglesias recién organizadas. A medida que los obreros salgan llenos de celo y del amor de Dios, las iglesias originales serán reavivadas; porque el éxito de los obreros será considerado como asunto de profunda preocupación personal por todo miembro de la iglesia. OE 25.3

Se necesitan hombres y mujeres fervientes y abnegados, que vayan a Dios y con fuerte clamor y lágrimas intercedan por las almas que están al margen de la ruina. No puede haber mies sin siembra, ni resultados sin esfuerzo. Abrahán fué llamado a salir de su patria, como portaluz para los paganos. Y sin hacer preguntas, obedeció. “Salió sin saber dónde iba.”3 Así también hoy han de ir los siervos de Dios adonde él los llame, confiando en que los guiará y les dará éxito en su obra. OE 26.1

La terrible condición del mundo parecería indicar que la muerte de Cristo fué casi en vano, y que Satanás triunfó. La gran mayoría de los habitantes de la tierra han manifestado lealtad al enemigo. Pero no hemos sido engañados. No obstante el aparente triunfo de Satanás, Cristo está llevando a cabo su obra en el santuario celestial y en la tierra. La Palabra de Dios describe la maldad y la corrupción que iban a existir en los últimos días. Al ver nosotros el cumplimiento de la profecía, nuestra fe en el triunfo final del reino de Cristo debe fortalecerse; y debemos salir con renovado valor para hacer la obra que nos ha sido asignada. OE 26.2

El solemne y sagrado mensaje de amonestación debe proclamarse en los campos más difíciles y en las ciudades más pecaminosas, en todo lugar donde no haya brillado todavía la luz del gran triple mensaje. Cada uno ha de oír la última invitación a la cena de bodas del Cordero. De pueblo a pueblo, de ciudad a ciudad, de país a país, debe irse proclamando el mensaje de la verdad presente, no con ostentación externa, sino con el poder del Espíritu. A medida que los principios divinos que nuestro Salvador vino a ejemplificar en este mundo con sus palabras y su vida, sean presentados en la sencillez del Evangelio, el poder del mensaje se hará sentir. En este tiempo, una nueva vida, proveniente de la Fuente de toda vida, ha de apoderarse de todo obrero. ¡Oh, cuán poco comprendemos la amplitud de nuestra misión! Necesitamos una fe ferviente y resuelta, un valor indómito. Es corto nuestro tiempo de trabajo, y debemos trabajar con celo incansable. OE 27.1

“El campo es el mundo.”4 Comprendemos lo que abarca este dicho mejor que los apóstoles que recibieron el mandato de predicar el Evangelio. El mundo entero es un vasto campo misionero, y los que conocemos el mensaje evangélico desde hace mucho debemos sentirnos alentados por el pensamiento de que ahora se puede entrar fácilmente en campos que antes eran de difícil acceso. Países largo tiempo cerrados a la predicación del Evangelio están abriendo sus puertas, y ruegan que se les explique la Palabra de Dios. Reyes y príncipes abren sus puertas por mucho tiempo cerradas, e invitan a los heraldos de la cruz a entrar. La mies es por cierto mucha. Sólo la eternidad revelará los resultados de esfuerzos bien dirigidos hechos ahora. La Providencia va delante de nosotros, y la Potencia Infinita está obrando en conexión con los esfuerzos humanos. Ciegos de veras deben ser los ojos que no ven la obra del Señor, y sordos los oídos que no oyen el llamado del verdadero Pastor a sus ovejas. OE 27.2

Cristo anhela extender su dominio sobre toda mente humana. El anhela imprimir su imagen y carácter en cada alma. Cuando estuvo en la tierra, sintió hambre de simpatía y cooperación, a fin de que su reino se extendiese y abarcase al mundo entero. Esta tierra es su heredad comprada, y él quiere que los hombres sean libres, puros y santos. “Habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza.”5 Su peregrinaje terrenal fué alegrado por el pensamiento de que su trabajo no sería en vano, sino que haría volver al hombre a la lealtad a Dios. Y hay todavía triunfos que alcanzar por la sangre derramada para el mundo, triunfos que reportarán gloria eterna a Dios y al Cordero. Los gentiles le serán dados por heredad, y los cabos de la tierra por posesión. Cristo verá el trabajo de su alma, y será satisfecho.6 OE 28.1

“Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y obscuridad los pueblos: mas sobre ti nacerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las gentes a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos en derredor, y mira: todos éstos se han juntado, vinieron a ti: tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas sobre el lado serán criadas. Entonces verás y resplandecerás; y se maravillará y ensanchará tu corazón, que se haya vuelto a ti la multitud de la mar, y la fortaleza de las gentes haya venido a ti.” “Porque como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace brotar su simiente, así el Señor Jehová hará brotar justicia y alabanza delante de todas las gentes.”7 OE 28.2

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El mandato dado a los discípulos nos es dado también a nosotros. Hoy día, como entonces, un Salvador crucificado y resucitado ha de ser levantado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el mundo. El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de salvación. A toda nación, tribu, lengua y pueblo se han de proclamar las nuevas del perdón por Cristo. El mensaje ha de ser dado, no con expresiones atenuadas y sin vida, sino en términos claros, decididos y conmovedores. Centenares están aguardando la amonestación para poder escapar a la condenación. El mundo necesita ver en los cristianos una evidencia del poder del cristianismo. No meramente en unos pocos lugares, sino por todo el mundo, se necesitan mensajes de misericordia. OE 29.1

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