Obreros Evangélicos

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La confesión del pecado

A aquellos que deseen que se ore para que la salud les sea devuelta, debe declarárseles sencillamente que la violación de la ley de Dios, natural o espiritual, es pecado, y que a fin de recibir su bendición, deben confesar y abandonar el pecado. OE 228.1

La Escritura nos ordena: “Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos.”2 Al que pida que se ore por él preséntense pensamientos como éstos: “No podemos leer en el corazón, ni conocer los secretos de su vida. Estos son conocidos únicamente por Vd. y por Dios. Si Vd. se arrepiente de sus pecados, es deber suyo confesarlos.” OE 228.2

El pecado de carácter privado debe confesarse a Cristo, el único mediador entre Dios y el hombre. Porque “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.”3 Todo pecado es una ofensa contra Dios, y ha de ser confesado a él por Cristo. Todo pecado abierto debe confesarse abiertamente. El perjuicio causado a un semejante debe ser arreglado con el que fué ofendido. Si cualquiera de los que buscan la salud se hizo culpable de la maledicencia, si sembró la discordia en la familia, el vecindario o la iglesia, y provocó desunión y disensión, si por alguna mala práctica indujo a otros a pecar, debe confesar estas cosas delante de Dios, y delante de las personas que fueron ofendidas. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.”4 OE 228.3

Cuando los agravios han sido arreglados, podemos presentar las necesidades de los enfermos al Señor con fe tranquila, según indique su Espíritu. El conoce a cada persona por nombre, y cuida de cada una como si no hubiese en la tierra otra por la cual hubiese dado a su Hijo amado. Y por ser tan grande e inagotable el amor de Dios, debe alentarse a los enfermos a confiar en él y a tener buen ánimo. El sentir ansiedad acerca de sí mismos tiende a causarles debilidad y enfermedad. Si quieren elevarse por encima de la depresión y la lobreguez, su perspectiva de restablecimiento será mejor; porque “el ojo de Jehová” está “sobre los que esperan en su misericordia.”5 OE 229.1