Notas biográficas de Elena G. de White

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Sesiones de oración y bendiciones

Tres veces al día dedicábamos un período especial a la oración para que el Señor devolviera la salud a mi esposo y para que su gracia nos sustentara en la hora de nuestra aflicción. Estas reuniones de oración significaban mucho para nosotros. Nuestros corazones muy a menudo se inundaban de indecible gratitud al pensar que en la hora de la adversidad teníamos un Padre celestial en quien podíamos confiar sin temor alguno. NBEW 188.1

El cuatro de diciembre de 1865, mi esposo pasó la noche muy mal. Oré junto a su cama, como de costumbre, pero no fue la voluntad del Señor aliviarlo esa noche. Mi esposo estaba muy preocupado. Pensaba que iba a morir, pero decía que no tenía temor a la muerte. NBEW 188.2

Yo también estaba muy preocupada. No creía ni por un momento que mi esposo moriría. Pero ¿cómo se le podría inspirar fe? Rogué a Dios para que me guiara y no me permitiera cometer ningún error, sino que me diera sabiduría para hacer lo correcto. Cuanto más fervientemente oraba, más fuerte era mi impresión de que debía llevar a mi esposo junto a sus hermanos, aun cuando tuviéramos que regresar de nuevo a Dansville. NBEW 188.3

El Dr. Lay llegó en la mañana y yo le dije que, al menos que se advirtiera una notable mejoría en mi esposo a lo sumo en las dos o tres siguientes semanas, yo me lo llevaría a mi casa. El me contestó: “Ud. no puede llevarlo a la casa. El no podría soportar un viaje tan incómodo”. Yo le respondí: “Nosotros nos vamos. Me llevaré a mi esposo por fe, confiando en Dios; haremos nuestra primera parada en Rochester, donde estaremos por algunos días; luego pasaremos a Detroit, y si es necesario nos detendremos también allí por algunos días para descansar, y después nos dirigiremos a Battle Creek”. NBEW 188.4

Este fue el primer indicio que mi esposo tuvo de mis intenciones. Pero no dijo ni una palabra. Esa noche empaquetamos nuestras maletas, y a la mañana siguiente ya estábamos de camino. Mi esposo viajaba muy cómodamente. NBEW 189.1

Durante las tres semanas que permanecimos en Rochester, la mayor parte del tiempo la pasamos en oración. Mi esposo sugirió que pidiéramos al pastor J. N. Andrews que viniera desde Maine, y a la hermana Lindsay, desde Olcott; y que los hermanos de Roosevelt que tuvieran suficiente fe en Dios y sintieran la necesidad de hacerlo, también viniesen para orar con él. Todos estos amigos respondieron a su llamado y durante diez días estuvimos juntos celebrando reuniones de ferviente oración. Todos los que participaron en estas reuniones fueron grandemente bendecidos. A veces nos sentíamos tan refrescados con las lluvias de gracia celestial que podíamos decir: “Mi copa está rebosando”, y llorábamos y alabábamos a Dios por la riqueza de su salvación. NBEW 189.2

Los que vinieron de Roosevelt tuvieron que regresar pronto a sus hogares. El hermano Andrews y la hermana Lindsay, sin embargo, quedaron con nosotros. Continuamos nuestras oraciones de súplica al cielo. Todo parecía una dura lucha contra los poderes de las tinieblas. Algunas veces la tambaleante fe de mi esposo se asía de las promesas de Dios y entonces disfrutábamos de dulce y preciosa victoria. NBEW 189.3

En la Nochebuena, mientras nos humillábamos delante de Dios en ferviente oración, nos pareció ver como que la luz del cielo brillaba sobre nosotros, y fui arrebatada en una visión de la gloria de Dios. Me pareció como si hubiera sido trasladada rápidamente de la tierra al cielo, donde todo era salud, belleza y gloria. Mis oídos empezaron a oír acordes musicales, melodiosos, perfectos, fascinantes. Se me permitió disfrutar de esta escena por un momento, antes de que mi atención se fijara en este oscuro mundo. Luego se me mostraron las cosas que estaban ocurriendo sobre la tierra.1 Entonces tuve una visión alentadora acerca del caso de mi esposo. NBEW 189.4

Las circunstancias no se mostraban favorables para dirigirnos a Battle Creek, pero en mi mente estaba fija la idea de que debíamos ir. NBEW 190.1

Todo nos había ido muy bien en el viaje. Cuando el tren llegó a Battle Creek, fuimos recibidos por un grupo de fieles hermanos, quienes nos dieron una alegre bienvenida. Mi esposo descansó bien durante toda la noche. Al sábado siguiente caminó hasta el lugar donde se iban a celebrar los servicios del día y allí predicó durante tres cuartos de hora. Por la noche asistimos al servicio de la Cena del Señor. El Señor lo fortalecía mientras por fe se dirigía a estas reuniones. NBEW 190.2

La larga enfermedad de mi esposo fue un duro golpe no solamente para mí y mis hijos, sino también para la causa de Dios. Las iglesias se vieron privadas tanto de las labores de mi esposo como de las mías. Satanás se sentía triunfante al contemplar cómo quedaba interrumpida la obra de la verdad; pero, gracias a Dios, no se le permitió destruirnos. Después de haber estado desligados de la obra activa durante 15 largos meses, una vez más volvimos los dos a trabajar entre las iglesias. NBEW 190.3