Mente, Cáracter y Personalidad 1

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Sección 6—El egoismo y el respeto propio

Capítulo 28—Respeto propio

Desarrollar el respeto propio—Si deseamos hacer el bien a las almas, nuestro éxito con ellas estará en proporción directa de su creencia de que nosotros creemos en ellas y las apreciamos. El respeto que se muestra por el alma humana que lucha es el medio seguro, mediante Jesucristo, para restaurar el respeto propio que el hombre ha perdido. Nuestras ideas sobre lo que pueden llegar a ser, son una ayuda que nosotros mismos no podemos apreciar plenamente.—Fundamentals of Christian Education, 281 (1893). 1MCP89 261.1

Respeto por la dignidad del hombre como hombre—Dondequiera que no haya que transigir con los principios, la consideración hacia los demás inducirá a adaptarse a costumbres aceptadas; pero la verdadera cortesía no requiere el sacrificio de los principios en aras de los convencionalismos sociales. No sabe de castas. Enseña el respeto propio, el respeto a la dignidad del hombre en su calidad de tal, y la consideración hacia todo miembro de la gran confraternidad humana.—La Educación, 240 (1903). 1MCP89 261.2

Mantener el respeto propio—Puede ser que algunos de aquellos con quienes estéis en contacto sean rudos y descorteses, pero no seáis vosotros menos corteses por causa de ello. Aquel que desee conservar su respeto propio debe tener cuidado de no herir innecesariamente el de los demás. Esta regla debe observarse religiosamente para con los más duros de entendimiento, para con los que más yerran. No sabéis lo que Dios se propone hacer con los que aparentemente prometen poco. El aceptó en lo pasado personas que no eran más promisorias ni atrayentes que ellos para que hiciesen una gran obra para él. Su Espíritu, obrando en el corazón, despertó toda facultad y la hizo obrar vigorosamente. El Señor vio en estas piedras toscas y sin tallar material precioso, que podía soportar la prueba de la tempestad, el calor y la presión. Dios no mira desde el mismo punto de vista que el hombre. No juzga por las apariencias, sino que escudriña el corazón y juzga rectamente.—Obreros Evangélicos, 128, 129 (1915). 1MCP89 261.3

La rectitud genera respeto propio—Los hombres de principios no necesitan la restricción de cerraduras y candados; no necesitan ser vigilados y observados. Tratarán con honestidad y honorabilidad en todo tiempo, cuando están solos y nadie los observa, como cuando están en público. No mancharán sus almas por ganancias o ventajas egoístas. Desprecian un acto vil. Aunque nadie lo llegara a saber, ellos mismos lo sabrían, y eso destruiría su respeto propio. Los que no son rectos y fieles en las cosas pequeñas no se reformarán aunque haya leyes y restricciones y castigos en cuanto a ellas.—Counsels on Health, 410 (1879). 1MCP89 262.1

El respeto propio debe ser firmemente apreciado—La pureza moral, el respeto propio y un fuerte poder de resistencia, deben ser firme y constantemente apreciados. No debería haber ni una sola desviación del recato. Un acto de familiaridad, una sola indiscreción pueden poner en peligro el alma al abrir la puerta a la tentación, debilitando así el poder de resistencia.—Counsels on Health, 295 (1885). 1MCP89 262.2

El respeto propio es la medida del respeto por los demás—Mediante la complacencia del pecado se destruye el respeto propio; y cuando éste se pierde, se disminuye el respeto por los demás; pensamos que los otros son tan perversos como nosotros mismos.—Testimonies for the Church 6:53 (1900). 1MCP89 262.3

Los hábitos erróneos destruyen el respeto propio de los alumnos—Por hábitos erróneos pierde la facultad de valorarse. Pierde el dominio propio. No puede razonar correctamente acerca de los asuntos que más íntimanente le conciernen. Es descuidado e irracional en la forma de tratar su mente y su cuerpo. Por hábitos erróneos, se arruina. No puede obtener la felicidad; pues su descuido en el cultivo de los principios puros y sanos lo coloca bajo el dominio de los hábitos que destruyen su paz. Sus años de estudio abrumador se pierden, porque se ha destruido a sí mismo. Ha empleado mal sus facultades físicas y mentales, y el templo de su cuerpo se halla en ruinas. Está arruinado para esta vida y para la venidera. Pensó obtener un tesoro adquiriendo conocimiento y sabiduría terrenales; pero por dejar a un lado la Biblia sacrificó un tesoro que vale más que cualquier otra cosa.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 80, 81 (1900). 1MCP89 263.1

Las palabras impacientes dañan el respeto propio—Los que emplean un lenguaje tal experimentarán vergüenza, pérdida del respeto propio y de la confianza en sí mismos, y tendrán amargo remordimiento y pena por haber perdido el dominio propio y hablado de ese modo. ¡Cuánto mejor sería no pronunciar jamás palabras semejantes! ¡Cuánto mejor sería tener el aceite de la gracia en el corazón, ser capaces de resistir toda provocación y soportar todas las cosas con mansedumbre y tolerancia cristianas!—The Review and Herald, 27 de febrero de 1913; Mensajes para los Jóvenes, 325. 1MCP89 263.2

Los padres nunca han de perder el respeto propio por palabras descuidadas—No salga de vuestros labios una palabra de enojo, dureza o mal genio. La gracia de Cristo espera que la demandéis. Su Espíritu dominará vuestro corazón y conciencia, presidiendo vuestras palabras y actos. No renunciéis nunca a vuestro respeto propio mediante palabras apresuradas y no pensadas. Procurad que vuestras palabras sean puras, vuestra conversación santa. Dad a vuestros hijos un ejemplo de lo que deseáis que sean ellos... Haya paz, palabras amables y semblantes alegres.—Conducción del Niño, 204 (1890). 1MCP89 263.3

La masturbación destruye el respeto propio.1—El efecto de hábitos tan degradantes no es el mismo sobre las diversas mentes. Hay algunos niños que tienen sus facultades morales grandemente desarrolladas, quienes, por su asociación con niños que practican la masturbación, se inician en ese vicio. El efecto sobre ellos con demasiada frecuencia los vuelve melancólicos, irritables y celosos; pero pueden no perder el respeto por la adoración religiosa y pueden no mostrar incredulidad especial con respecto a las cosas religiosas. A veces sufrirán agudamente sentimientos de remordimiento y se sentirán degradados ante sus propios ojos y perderán su respeto propio.—Testimonies for the Church 2:392 (1870). 1MCP89 264.1

No destruya el respeto propio—Cuando el que ha cometido una falta se da cuenta de su error, guardaos de destruir su estima propia. No le desalentéis con vuestra indiferencia o desconfianza. No digáis: “Antes de depositar en él mi confianza, voy a esperar para ver si permanece firme.” Muchas veces es precisamente esta desconfianza la que hace tropezar al tentado.—El Ministerio de Curación, 125 (1905). 1MCP89 264.2

El sostenerse a sí mismo en lo económico aumenta el respeto propio—A los que se esfuerzan por reformarse se les debe proporcionar ocupación. A nadie capaz de trabajar se le debe enseñar a esperar que recibirá comida, ropa y vivienda de balde. Para su propio bien, como para el de los demás, hay que idear algún medio que le permita devolver el equivalente de lo que recibe. Aliéntese todo esfuerzo hacia el sostenimiento propio, que fortalecerá el sentimiento de la dignidad personal y una noble independencia. Además, la ocupación de la mente y el cuerpo en algún trabajo útil es una salvaguardia esencial contra la tentación.—El Ministerio de Curación, 132 (1905). 1MCP89 264.3

Ser propietarios ayuda a los pobres a tener respeto propio—El saberse propietarios de sus propias casas les inspiraría un fuerte deseo de mejoría. No tardarían en adquirir habilidad para hacer planes por su cuenta; inculcarían a sus hijos hábitos de laboriosidad y economía y sus intelectos quedarían grandemente fortalecidos. Se sentirían hombres, no esclavos, y podrían recuperar en gran medida el perdido respeto propio e independencia moral.—El hogar adventista, 338 (1894). 1MCP89 265.1

El cultivo de sí mismo y la dignidad—Es importante que los ministros de Cristo vean la necesidad de cultivarse a sí mismos a fin de adornar su profesión y mantener una dignidad apropiada. Sin el adiestramiento de la mente ciertamente fracasarán en todo lo que emprendan.—Testimonies for the Church 2:500, 501 (1870). 1MCP89 265.2

Cuidado con la compasión propia—Necesitamos desconfiar de la compasión propia. Jamás os permitáis sentir que no se os aprecia debidamente ni se tienen en cuenta vuestros esfuerzos, o que vuestro trabajo es demasiado difícil. Toda murmuración sea acallada por el recuerdo de lo que Cristo sufrió por nosotros. Recibimos mejor trato que el que recibió nuestro Señor. “¿Y tú buscas para ti grandezas? No busques”. Jeremías 45:5.—El Ministerio de Curación, 378 (1905). 1MCP89 265.3

Cristo restaura el respeto propio—No debe ser difícil recordar que el Señor desea que usted deposite sus problemas y perplejidades a sus pies, y que los deje allí. Vaya a él, diciendo: “Señor, mis cargas son demasiado pesadas. ¿Quieres llevarlas en mi lugar?” Y el contestará: “Yo las llevaré. ‘Con misericordia eterna tendré compasión de ti’. Llevaré tus pecados y te daré paz. No sigas menospreciándote, porque te he comprado con mi propia sangre. Eres mío. Fortaleceré tu voluntad debilitada. Tu remordimiento por el pecado yo lo quitaré”.—Carta 2, 1914; Testimonios para los Ministros, 519, 520. 1MCP89 265.4

Consejo a uno que había perdido el respeto propio—Jesús lo ama, y me ha dado un mensaje para usted. Su gran corazón de infinita ternura suspira por usted. Le envía el mensaje de que puede recuperarse de la trampa del enemigo. Puede recobrar su respeto propio. Puede llegar al punto de considerarse no como un fracasado sino como un vencedor por medio de la influencia elevadora del Espíritu de Dios y gracias a ella. Aférrese de la mano de Cristo y no la suelte.—Medical Ministry, 43 (1903). 1MCP89 266.1

Cultive el respeto propio—No es la voluntad de vuestro Padre celestial que continuamente estéis bajo tribulación y tinieblas. Debierais cultivar el respeto propio, viviendo de tal modo que seáis aprobados por vuestra propia conciencia, y delante de los hombres y los ángeles... Tenéis el privilegio de ir a Jesús y de ser limpiados, y de estar delante de la ley sin vergüenza y remordimiento. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Romanos 8:1. Mientras no debemos pensar en nosotros mismos más de lo debido, la Palabra de Dios no condena un debido respeto propio. Como hijos e hijas de Dios, debiéramos tener una consciente dignidad de carácter, en la cual el orgullo y la importancia de sí mismos no tienen parte.—The Review and Herald, 27 de marzo de 1888; Nuestra Elavada Vocacion, 145. 1MCP89 266.2