Conducción del Niño

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Capítulo 40—Ejemplificad los principios cristianos

Los niños imitarán a los padres—Padres y madres, sois maestros; vuestros niños son los alumnos. El tono de vuestra voz, vuestra conducta, vuestro espíritu son copiados por los pequeñuelos.—The Signs of the Times, 11 de marzo de 1886. CN 200.1

Los hijos imitan a sus padres; por lo tanto, debiera tenerse gran cuidado de presentarles modelos correctos. Los padres que son bondadosos y corteses en el hogar, al paso que son firmes y decididos, verán que se manifiestan los mismos rasgos en sus hijos. Si son correctos, honrados y honorables, lo más probable es que sus hijos los imiten en eso. Si reverencian y rinden culto a Dios, sus hijos, educados de la misma forma, no se olvidarán de servir también a Dios.—Testimonies for the Church 5:319, 320. CN 200.2

Los padres y madres siempre debieran presentar en la familia delante de sus hijos el ejemplo que desean que imiten. Debieran manifestarse mutuamente un tierno respeto en palabra, apariencia y acción. Debieran hacer que sea evidente que los rige el Espíritu Santo, al presentar a sus hijos el carácter de Jesucristo. Son fuertes las facultades de imitación, y cuando esta facultad es más activa, en la niñez y la juventud, debiera presentarse un modelo perfecto delante de los menores. Los hijos debieran tener confianza en sus padres y apropiarse así de las lecciones que ellos les inculquen.—The Review and Herald, 13 de marzo de 1894. CN 200.3

Enseñad por precepto y ejemplo—En la educación de sus hijos, la madre está en una escuela continua. Mientras les enseña, aprende ella misma diariamente. Las lecciones que les da de dominio propio deben ser practicadas por ella. Al tratar con las diferentes mentes y los temperamentos de sus niños, necesita facultades de agudo discernimiento o se verá en peligro de juzgar mal y tratar con parcialidad a sus niños. Practicará la ley de la bondad en su vida familiar, si quiere que sus hijos sean corteses y bondadosos. Así se les repiten las lecciones diariamente por precepto y ejemplo.—Pacific Health Journal, junio de 1890. CN 200.4

Los maestros en la escuela harán algo por la educación de vuestros hijos, pero vuestro ejemplo efectuará más de lo que se pueda lograr por otros medios. Vuestra conversación, la forma en que manejáis vuestros asuntos comerciales, la forma en que expresáis vuestros gustos y fobias, todo contribuye a la formación del carácter. El temperamento bondadoso, el dominio propio, el dominio del yo, la cortesía que vuestros hijos vean en vosotros, les serán lecciones diarias. A semejanza del tiempo, esta educación siempre prosigue y la tendencia de esta escuela de todos los días debiera consistir en hacer de vuestros hijos lo que debieran ser.—The Review and Herald, 27 de junio de 1899. CN 201.1

Cuidad de no ser rudos con vuestros hijos. . . . Requerid obediencia y no habléis descuidadamente a vuestros hijos, porque vuestras maneras y palabras son su libro de texto. Ayudadlos suave y tiernamente en este período de su vida. La luz de vuestra presencia infunda luz en su corazón. Esos adolescentes, muchachos y niños, son muy sensibles y mediante la rudeza podéis dañar toda su vida. Sed cuidadosas, madres, nunca regañéis pues eso nunca ayuda.—Manuscrito 127, 1898. CN 201.2

Los padres han de ser modelos de dominio propio—Los niños debieran estar exentos de excitaciones en todo lo posible. Por lo tanto, la madre debiera estar tranquila y serena, libre de toda excitación y premura nerviosa. Esta es una escuela de disciplina para ella misma tanto como para los niños. Mientras enseña a los pequeños la lección de la abnegación, se está educando para ser un modelo de sus hijos. Mientras trabaja con tierno interés el terreno del corazón de ellos, a fin de someter las inclinaciones pecaminosas naturales, está cultivando en sus propias palabras y en su propio comportamiento las gracias del Espíritu.—Manuscrito 43, 1900. CN 201.3

Una victoria ganada sobre vosotros mismos será de gran valor y ánimo para vuestros hijos. Podéis colocaros en terreno ventajoso diciendo: Soy la heredad de Dios; soy el edificio de Dios. Me coloco bajo su mano para ser modelado conforme a la similitud divina, a fin de ser colaborador con Dios al modelar la mente y caracteres de mis hijos de modo que les sea más fácil caminar en la senda del Señor. . . . Padres y madres, cuando podáis dominaros, ganaréis grandes victorias en el dominio de vuestros hijos.—Carta 75, 1898. CN 202.1

Los frutos del dominio propio—Padres, cada vez que perdéis el dominio propio y habláis o actuáis impacientemente, pecáis contra Dios. El ángel registrador anota cada palabra pronunciada delante de ellos impaciente e impremeditadamente, descuidadamente o en broma; cada palabra que no es casta y elevada es señalada por él como un punto contra vuestro carácter cristiano. Hablad bondadosamente a vuestros hijos. Recordad cuán sensibles sois, cuán poco podéis soportar el ser reprochados, y no pongáis sobre ellos lo que no podéis soportar, pues son más débiles que vosotros y no pueden soportar tanto. Los frutos del dominio propio, la consideración y el esfuerzo abnegado de vuestra parte se multiplicarán cien veces. CN 202.2

Vuestras agradables y animadoras palabras siempre serán como rayos de sol en vuestra familia.—The Signs of the Times, 10 de abril de 1884. CN 203.1

Si los padres desean que sus hijos sean correctos y hagan lo correcto, deben ser ellos mismos correctos en teoría y en práctica.—Good Health, enero de 1880. CN 203.2

Los hijos son influidos por el comportamiento de los profesos cristianos—Hay hijos de observadores del sábado a quienes se les ha enseñado a guardar el sábado desde su juventud. Algunos de ellos son muy buenos, fieles al deber en lo que atañe a los asuntos temporales, pero no sienten ninguna convicción profunda de pecado ni la necesidad de arrepentirse del pecado. Esta es una condición peligrosa. Observan el comportamiento y los esfuerzos de los profesos cristianos. Ven a algunos que hacen una elevada profesión, pero no son cristianos concienzudos, y comparan sus propios puntos de vista y acciones con esas piedras de tropiezo; y como no hay pecados manifiestos en su propia vida, se jactan a sí mismos de que son más o menos correctos.—Testimonies for the Church 4:40. CN 203.3

La enseñanza de la Escritura no tiene mayor efecto sobre los jóvenes porque tantos padres y maestros que profesan creer en la Palabra de Dios niegan su poder en sus vidas. A veces los jóvenes sienten el poder de la Palabra. Ven la belleza de su carácter, las posibilidades de una vida dedicada a su servicio. Pero ven en contraste la vida de los que profesan reverenciar los preceptos de Dios.—La Educación, 253. CN 203.4

Los padres deben decir “no” a la tentación—Madres, al no seguir las prácticas del mundo, podéis colocar delante de vuestros hijos un ejemplo de fidelidad a Dios enseñándoles así a decir no. Enseñad a vuestros hijos el significado del proverbio: “Si los pecadores te quisieren engañar, no consientas”. Pero si queréis que vuestros hijos puedan decir no a la tentación, vosotros mismos deberéis ser capaces de decir no. Un hombre necesita decir no, tanto como un niño.—The Review and Herald, 31 de marzo de 1891. CN 203.5

Ejemplificad la caballerosidad—Padres sed bondadosos y gentiles con vuestros hijos, y ellos aprenderán caballerosidad. Demostremos en nuestro hogar que somos cristianos. Conceptúo como desprovista de valor aquella profesión que no se práctica en la vida del hogar en forma de bondad, tolerancia y amor.—Manuscrito 97, 1909. CN 204.1

Vigilad el tono de la voz tanto como las palabras—No salga de vuestros labios una palabra de enojo, dureza o mal genio. La gracia de Cristo espera que la demandéis. Su Espíritu dominará vuestro corazón y conciencia, presidiendo vuestras palabras y actos. No renunciéis nunca a vuestro respeto propio mediante palabras apresuradas y no pensadas. Procurad que vuestras palabras sean puras, vuestra conversación santa. Dad a vuestros hijos un ejemplo de lo que deseáis que sean ellos. . . . Haya paz, palabras amables y semblantes alegres.—Carta 28, 1890. CN 204.2

Los padres nunca pueden ser despóticos en ningún sentido sin correr riesgos. No deben demostrar un espíritu mandón, criticón y censurador. Las palabras que hablan, el tono en que las dicen, son lecciones buenas o malas para sus hijos. Padres y madres, si salen de vuestros labios palabras ásperas, estáis enseñando a vuestros hijos que hablen de la misma manera, y la influencia refinadora del Espíritu Santo queda sin efecto. Una paciente perseverancia en el bien hacer es esencial si queréis cumplir vuestro deber hacia vuestros hijos.—Carta 8a, 1896. CN 204.3

Los padres son los agentes de Dios para modelar el carácter—Está formándose el intelecto de vuestros hijos, se están modelando sus apetencias y caracteres, ¿pero de acuerdo con qué modelo? Recuerden los padres que son agentes en esta transacción. Y aun cuando estén durmiendo en la tumba, es duradera la obra que dejaron tras sí, y dará testimonio de ellos, ya sea bueno o malo.—Pacific Health Journal, junio de 1890. CN 204.4

Imprimiendo la imagen de la Divinidad—Debéis instruir, amonestar y aconsejar, recordando siempre que vuestra apariencia, vuestras obras y acciones tienen una influencia directa sobre el proceder futuro de vuestros amados. Vuestra obra no consiste en pintar una bella forma en un lienzo ni en cincelarla en el mármol, sino en imprimir en el alma humana la imagen de la Divinidad.—The Signs of the Times, 25 de mayo de 1882. CN 205.1