Mensajes Selectos Tomo 3

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El verdadero significado de la encarnación

Cristo tomó sobre sí mismo la humanidad, y entregó su vida en sacrificio, para que el hombre al llegar a ser participante de la naturaleza divina tuviera vida eterna. Cristo era no sólo el sacrificio, sino que fue también el sacerdote que ofreció el sacrificio. “El pan que yo daré es mi carne—dijo Jesús—, la cual yo daré por la vida del mundo”. Juan 6:51. El era inocente de toda culpa. Se dio a sí mismo a cambio del pueblo que se había vendido a sí mismo a Satanás por la transgresión de la ley de Dios: dio su vida por la vida de la familia humana, la cual de esta manera llegó a ser su posesión adquirida. 3MS 159.3

“Por eso me ama el Padre—dijo Cristo—, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”. Juan 10:17-18. 3MS 160.1

“La paga del pecado es muerte”. Romanos 6:23. A Adán, antes de su caída, el Señor le dijo: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”. Génesis 2:17. “Si violas mi ley, seguramente recibirás la muerte como castigo”. Al desobedecer el mandato de Dios, el hombre perdió su vida. 3MS 160.2

Pero antes de su caída, Adán estaba libre de los resultados de la maldición. Cuando fue asaltado por el tentador ninguno de los efectos del pecado estaban sobre él. Fue creado perfecto en pensamiento y acción; pero cedió al pecado, y cayó de su estado elevado y santo. 3MS 160.3

A semejanza de carne de pecado—Cristo, el segundo Adán, vino en semejanza de carne de pecado. En favor del hombre se sujetó al dolor, al cansancio, al hambre, a la sed. Estaba sujeto a la tentación, pero no se rindió al pecado. Ninguna mancha de pecado estaba sobre él. Declaró: “He guardado los mandamientos de mi Padre [en mi vida terrenal]”. Juan 15:10. El tenía poder infinito solamente porque era perfectamente obediente a la voluntad de su Padre. El segundo Adán soportó la prueba y la tentación para llegar a ser el dueño de toda la humanidad.—Manuscrito 99, 1903. 3MS 160.4