Mensajes Selectos Tomo 3

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Consejeros inseguros

Los intereses de la causa de Dios no han de encomendarse a hombres que no tienen relación con el cielo. Los que son desleales a Dios no pueden ser consejeros seguros. No tienen la sabiduría que viene de arriba. No debe confiarse en ellos para que pronuncien juicio en asuntos relacionados con la causa de Dios, asuntos de los cuales dependen tan grandes resultados. Si seguimos su juicio, seremos puestos, sin lugar a dudas, en situaciones muy difíciles, y retardaremos la causa de Dios. 3MS 343.3

Los que no están relacionados con Dios lo están con el enemigo de Dios, y aunque pueden ser honestos en el consejo que dan, ellos mismos pueden estar cegados y engañados. Satanás pone sugestiones en sus mentes y palabras en sus bocas, que son enteramente contrarias a la mente y la voluntad de Dios. Así trabaja por medio de ellos para inducirnos a seguir senderos falsos. El nos desviará, nos enredará y nos arruinará si puede. 3MS 343.4

Antiguamente era un gran pecado para los hijos de Dios entregarse a los enemigos, y presentar delante de ellos sus perplejidades o su prosperidad. Bajo la economía antigua era un pecado ofrecer sacrificio sobre un altar falso. Era un pecado ofrecer incienso encendido con un fuego extraño. 3MS 344.1

Estamos en peligro de mezclar lo sagrado con lo común. En nuestros esfuerzos debe usarse el fuego santo de Dios. El verdadero altar es Cristo; el verdadero fuego es el Espíritu Santo; éste es nuestra inspiración. Un hombre es un consejero sabio sólo cuando el Espíritu Santo lo guía y lo dirige. Si abandonamos a Dios y a sus escogidos para ir a altares extraños a buscar respuestas, se nos responderá según nuestras obras. 3MS 344.2

Manifestemos perfecta confianza en nuestro Dirigente. Busquemos sabiduría de la Fuente de sabiduría. En toda situación que cause perplejidad o prueba, que los hijos de Dios se pongan de acuerdo en cuanto al asunto que desean, y entonces únanse para ofrecer una oración a Dios, y perseveren pidiendo la ayuda que necesitan. Debemos reconocer a Dios en todos nuestros consejos, y cuando le pedimos algo, creamos precisamente la bendición solicitada.—Manuscrito 196, 1898. 3MS 344.3