Mensajes Selectos Tomo 3

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“El yo, el yo, el yo, debe ser servido”

Los que usan pulseras y ornamentos de oro harían mejor en quitarse esos ídolos de sus personas y venderlos, aunque sea por menos de lo que han pagado por ellos, y así practicar la abnegación. El tiempo es demasiado corto para adornar el cuerpo con oro o plata o ropas costosas. Sé que puede hacerse una buena obra en este respecto. Jesús, el Comandante de las cortes del cielo, dejó a un lado su corona de realeza y su manto regio, y descendió de su trono de monarca; y revistió su divinidad con las vestimentas de la humanidad, y por nuestra causa llegó a ser pobre, a fin de que por su pobreza nosotros llegáramos a poseer riquezas eternas. Sin embargo, precisamente aquellos por quienes Cristo ha hecho todo lo que es posible hacer para salvar a las almas que perecen de la ruina eterna, sienten tan poca disposición a negarse cualquier cosa que tengan dinero para comprar. 3MS 283.2

El Señor viene pronto, y trae con él su recompensa para dar a cada uno según su obra. Trato de presentar delante del pueblo la verdad de que estamos manejando el dinero del Señor para llevar a cabo la obra más importante que pueda hacerse. Los hijos de Dios pueden, individualmente, mediante la negación del yo, hacer mucho más; y si todos hicieran un poco, los pequeños riachuelos constituirán una corriente grande que fluirá hacia el cielo. 3MS 283.3

Es cierto que es difícil para todos admitir esta situación. El yo, el yo, el yo, debe ser servido y glorificado; y cuán difícil es para todos convertirse en colaboradores con Dios. ¡Ojalá que un espíritu de sacrificio se posesionara de cada iglesia, y así toda alma que está cerca o lejos aprendiera el valor del dinero, y lo usara mientras puede, y dijera: “De lo recibido de tu mano te damos, Señor”. 1 Crónicas 29:14.—Carta 110, 1896. 3MS 283.4

No tenemos tiempo para prestar una preocupante consideración a lo que comeremos y beberemos, y a con qué nos cubriremos. Vivamos en forma sencilla, y trabajemos con sencillez. Vistámonos de una manera tan modesta y apropiada que seamos recibidos dondequiera que vayamos. Las joyas y los vestidos costosos no nos darán influencia. Pero el ornamento de un espíritu manso y pacífico—resultado de la devoción al servicio de Cristo—nos dará poder con Dios. La bondad y la consideración en favor de los que nos rodean son cualidades preciosas a la vista del cielo. Si no habéis dado atención a la tarea de adquirir estas gracias, hacedlo ahora, porque no tenéis tiempo que perder.—Manuscrito 83, 1909. 3MS 284.1