Reina Valera 1989
Job 7
1 ¿Acaso no es una milicia lo que tiene el hombre en la tierra? ¿No son sus días como los días de un asalariado?
2 Como el esclavo que anhela la sombra, o como el asalariado que espera su paga,
3 así he tenido que heredar meses de futilidad, y me han sido asignadas noches de sufrimiento.
4 Si estoy acostado, digo: “¿Cuándo me levantaré?” Y por la noche me colmo de inquietudes hasta el alba.
5 Mi carne se ha vestido de gusanos y de costras de tierra; mi piel resquebrajada se deshace.
6 Mis días son más veloces que la lanzadera del tejedor y se acaban sin que haya esperanza.
7 Acuérdate de que mi vida es un soplo; mis ojos no volverán a ver el bien.
8 El ojo del que me ve no me verá más. Tu ojo se fijará en mí, y yo ya no estaré.
9 Como la nube se deshace y se desvanece, así el que desciende al Seol no volverá a subir.
10 No volverá más a su casa, ni su lugar lo volverá a reconocer.
11 Por tanto, yo no refrenaré mi boca. Hablaré en la angustia de mi espíritu; me quejaré en la amargura de mi alma.
12 ¿Acaso soy yo el mar o el monstruo marino, para que me pongas bajo guardia?
13 Cuando digo: “Mi cama me consolará, mi lecho aliviará mis quejas,“
14 entonces me aterras con sueños y me turbas con visiones.
15 Y así mi alma prefiere la asfixia y la muerte, antes que estos mis huesos.
16 ¡Me deshago! No he de vivir para siempre. ¡Déjame, pues mis días son vanidad!
17 ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas y para que te preocupes de él;
18 para que lo visites cada mañana, y para que a cada instante lo pongas a prueba?
19 ¿Hasta cuándo no dejarás de observarme, ni me soltarás para que siquiera trague mi saliva?
20 Si he pecado, ¿qué daño te hago a ti, oh Vigilante de los hombres? ¿Por qué me pones como tu blanco, y que yo sea una carga para mí mismo?
21 ¿O por qué no perdonas mi rebelión y quitas mi iniquidad? Pues ahora yaceré en el polvo, y si con diligencia me buscas, ya no estaré.