La Historia de la Redención

105/232

Oposición ineficaz

Satanás y sus ángeles cegaron los ojos y oscurecieron el entendimiento de los judíos, e impulsaron a la gente más importante y a los dirigentes para que tomaran la vida del Salvador. Otros fueron enviados para prender a Jesús, pero cuando se acercaron adonde él estaba fueron dominados por un gran asombro. Lo vieron lleno de simpatía y compasión al verificar las desgracias del género humano. Lo escucharon dirigir palabras de ánimo, con amor y ternura, al débil y al afligido. También lo oyeron reprender con voz autoritaria el poder de Satanás y liberar a sus cautivos. Escucharon las expresiones llenas de sabiduría que procedían de sus labios, y se sintieron cautivados; no pudieron ponerle las manos encima. Regresaron sin Jesús ante los sacerdotes y ancianos. HR 210.2

Cuando se les preguntó: “¿Por qué no le habéis traído?” relataron lo que habían visto de sus milagros, de las santas palabras llenas de sabiduría, amor y entendimiento que habían escuchado, y terminaron diciendo: “Nunca habló hombre alguno como este hombre”. Los principales sacerdotes los acusaron de estar engañados, y algunos de los dignatarios se avergonzaron de que no lo hubieran prendido. Los sacerdotes preguntaron burlonamente si alguno de los dirigentes había creído en él. Vi que muchos de los magistrados y ancianos creían en Jesús, pero Satanás impedía que lo reconocieran; temían más el reproche de la gente que a Dios. HR 211.1

Hasta entonces la astucia y el odio de Satanás no habían logrado desbaratar el plan de salvación. Se acercaba el momento cuando debía cumplirse el propósito por el cual Jesús había venido a este mundo. El enemigo y sus ángeles se consultaron y decidieron inspirar a la propia nación a la cual pertenecía Cristo para que reclamara ansiosamente su sangre y acumulara sobre él crueldad y escarnio. Esperaban que Jesús no soportara semejante tratamiento y no conservara su humildad y su mansedumbre. HR 211.2

Mientras Satanás trazaba sus planes, Jesús revelaba cuidadosamente a sus discípulos los sufrimientos por los cuales tendría que pasar, cómo sería crucificado y cómo se levantaría de nuevo al tercer día. Pero el entendimiento de ellos estaba embotado y no podían entender lo que quería decirles. HR 212.1