La Historia de la Redención

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Capítulo 26—El ministerio de Cristo

Cuando Satanás terminó sus tentaciones, se apartó de Jesús por un tiempo, y los ángeles le prepararon alimento en el desierto para fortalecerlo, y la bendición de su Padre reposó sobre él. El enemigo había fracasado con sus más fieras tentaciones; pero esperaba el momento cuando Jesús se dedicara a su ministerio, en cuyo transcurso, en diferentes ocasiones, puso a prueba su astucia contra él. Todavía esperaba prevalecer sobre él estimulando a los que no querían recibirlo para que lo aborrecieran y trataran de destruirlo. HR 208.1

El adversario celebró un concilio con sus ángeles. Estaban desilusionados y llenos de ira al ver que no habían logrado nada contra el Hijo de Dios. Decidieron que debían ser más astutos y usar su poder máximo para inspirar inseguridad en las mentes de sus compatriotas con respecto al hecho de que era el Salvador del mundo, para desanimar de ese modo a Jesús en el cumplimiento de su misión. No importaba cuán exigentes fueran los judíos en el cumplimiento de sus ceremonias y sacrificios, si se los podía mantener ciegos al mensaje de las profecías y si se lograba hacerlos creer que el Mesías debía aparecer como un poderoso rey mundano, se los podía inducir a despreciar y rechazar a Jesús. HR 208.2

Se me mostró que Satanás y sus ángeles estuvieron muy ocupados durante el ministerio de Cristo induciendo a los hombres a manifestar incredulidad, odio y burla. A menudo cuando Jesús presentaba alguna verdad incontrovertible para reprobar sus pecados, la gente se llenaba de ira. El enemigo y sus demonios los instaban entonces a tomar la vida del Hijo de Dios. Más de una vez tomaron piedras para arrojárselas, pero los ángeles lo protegieron y lo apartaron de la airada multitud para ponerlo a salvo. En otra oportunidad, cuando la verdad pura brotó de sus santos labios, la multitud le echó mano y lo llevó al borde de un risco con la intención de despeñarlo. Surgió entonces una discusión entre ellos en cuanto a lo que debían hacer con él, y los ángeles una vez más lo ocultaron de la vista de la multitud, de modo que pudo pasar por en medio de ella y proseguir su camino. HR 208.3

Satanás todavía esperaba que el plan de salvación fracasara. Ejerció todo su poder para endurecer el corazón de la gente y amargar sus sentimientos en contra de Jesús. Esperaba que muy pocos lo recibieran como Hijo de Dios, al punto que él considerara que sus sufrimientos y su sacrificio eran demasiado grandes para beneficiar a un grupo tan pequeño. Pero vi que si sólo hubiera habido dos que aceptaran a Jesús como Hijo de Dios y creyeran en él para la salvación de sus almas, habría llevado a cabo el plan. HR 209.1