La Historia de la Redención

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En el templo de Salomón

Cuando Salomón terminó de edificar el templo reunió a los ancianos de Israel y a los hombres más influyentes de entre el pueblo para traer el arca del pacto del Señor de la ciudad de David. Estos hombres se consagraron a Dios y con gran solemnidad y reverencia acompañaron a los sacerdotes que llevaban el arca. “Y llevaron el arca de Jehová, y el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios sagrados que estaban en el tabernáculo, los cuales llevaban los sacerdotes y levitas. Y el rey Salomón, y toda la congregación de Israel que se había reunido con él, estaban con él delante del arca, sacrificando ovejas y bueyes, que por la multitud no se podían contar ni numerar”. HR 197.3

Salomón siguió el ejemplo de su padre David. Cada vez que daba seis pasos ofrecía un sacrificio. Con cantos, música y gran ceremonia “los sacerdotes metieron el arca del pacto de Jehová en su lugar, en el santuario de la casa, en el lugar santísimo, debajo de las alas de los querubines. Porque los querubines tenían extendidas las alas sobre el lugar del arca, y así cubrían los querubines el arca y sus varas por encima”. HR 198.1

Habían edificado un santuario sumamente espléndido, de acuerdo con el modelo que se le mostró a Moisés en el monte y que más tarde el Señor le presentó a David. El santuario terrenal fue hecho de acuerdo con el celestial. Además de los querubines ubicados sobre la cubierta del arca, Salomón hizo dos ángeles más de gran tamaño, de pie en cada extremo del arca, para representar a los ángeles celestiales que siempre protegen la ley de Dios. Es imposible describir la belleza y el esplendor de este templo. Allí, tal como en el tabernáculo, se llevó el arca sagrada con orden, reverencia y solemnidad, y se la ubicó en su sitio entre las alas de los dos grandes querubines que estaban de pie sobre el piso. HR 198.2

El coro sagrado unió sus voces a la de toda clase de instrumentos músicos para alabar a Dios. Y mientras las voces en perfecto acuerdo con los instrumentos de música resonaban por el templo y se extendían por el aire hacia Jerusalén, la nube de la gloria de Dios tomó posesión de la casa como había ocurrido anteriormente con el tabernáculo. “Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová”. HR 198.3

El rey Salomón se puso de pie sobre una plataforma de bronce ubicada delante del altar y bendijo al pueblo. Enseguida se arrodilló y con las manos extendidas hacia el cielo elevó una ferviente y solemne oración a Dios mientras la congregación se postraba con el rostro hacia tierra. Cuando terminó su plegaria, un fuego milagroso descendió del cielo y consumió el sacrificio. HR 199.1

A causa de los pecados de Israel la calamidad que Dios dijo alcanzaría al templo si su pueblo se apartaba de él se cumplió algunos siglos después de su construcción. Dios prometió a Salomón que si permanecía fiel, y su pueblo obedecía sus mandamientos, ese glorioso templo permanecería para siempre en todo su esplendor, como una evidencia de la prosperidad y las espléndidas bendiciones que descenderían sobre Israel como resultado de su obediencia. HR 199.2