La Historia de la Redención

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Israel vuelve a murmurar

“Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto. Entonces Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros delante de toda la multitud de la congregación de los hijos de Israel”. HR 163.2

Los israelitas no solo dieron rienda suelta a sus quejas contra Moisés, sino que acusaron a Dios mismo de obrar deshonestamente con ellos al prometerles una tierra que no eran capaces de poseer. Su espíritu rebelde se agitó de tal manera que con completo olvido del brazo poderoso de la omnipotencia que los había sacado de la tierra de Egipto y los había conducido hasta ese momento mediante una serie de milagros, resolvieron elegir un comandante que los llevara de regreso a Egipto, donde habían sido esclavos y donde habían sufrido tantas dificultades. En efecto, nombraron a un capitán, con lo que descartaron a Moisés, su paciente y sufrido dirigente; y se quejaron amargamente de Dios. HR 164.1

Moisés y Aarón cayeron sobre sus rostros delante del Señor y en presencia de toda la asamblea de la congregación, para implorar misericordia de Dios en favor de ese pueblo rebelde. Pero su angustia y su pesar eran demasiado grandes para expresarlos con palabras. Permanecieron postrados en medio de un total silencio. Caleb y Josué rasgaron sus vestiduras como expresión de su profunda pena. “Y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradara de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis”. HR 164.2

“Su amparo se ha apartado de ellos”. Es decir, los cananeos habían llenado la medida de su iniquidad, y la protección divina se había apartado de ellos, y aunque se sentían perfectamente seguros, no estaban preparados para la batalla; y por virtud del pacto de Dios, esa tierra les pertenecía a los israelitas. Pero en lugar de que estas palabras tuvieran el efecto deseado sobre el pueblo, aumentaron su decidida rebelión. Se enfurecieron y clamaron en alta voz y con gritos de ira que Caleb y Josué debían ser apedreados, lo que habrían hecho si el Señor no se hubiera interpuesto mediante un impresionante despliegue de su terrible gloria en el tabernáculo de la congregación delante de todos los hijos de Israel. HR 164.3