La Historia de la Redención

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Los dos compartimientos

El tabernáculo estaba constituido por dos compartimientos separados por una cortina o velo. Todos los muebles del tabernáculo estaban hechos de oro macizo, o revestidos de oro. Las cortinas del tabernáculo ofrecían una variedad de colores, combinados en forma sumamente bella, y en esas cortinas había querubines bordados con hilos de oro y plata, para representar a la hueste angélica que está relacionada con la obra del santuario celestial y que son ángeles que ministran en favor de los santos que se encuentran en la tierra. HR 157.2

Detrás del segundo velo estaba el arca del testimonio, y una hermosa y rica cortina se extendía delante de ella. Esta cortina no llegaba hasta el cielo raso del edificio. La gloria de Dios, que se manifestaba sobre el propiciatorio, podía ser vista desde ambos compartimientos, pero en un grado mucho menor en el primero de ellos. HR 158.1

Directamente delante del arca, pero separado por las cortina, estaba el altar de oro del incienso. El fuego que ardía en ese altar había sido encendido por Dios mismo, y se lo cuidaba reverentemente alimentándolo con tanto incienso, que llenaba el santuario con su humo fragante de día y de noche. Su perfume se extendía por kilómetros a la redonda en torno del tabernáculo. Cuando el sacerdote ofrecía el incienso delante del Señor, miraba hacia el propiciatorio. Aunque no lo veía, sabía que estaba allí, y cuando el incienso se elevaba como una nube, la gloria del Señor descendía sobre el propiciatorio y llenaba el lugar santísimo y era visible también en el lugar santo, y esa gloria a menudo llenaba de tal modo ambos compartimientos, que el sacerdote se veía impedido de oficiar y obligado a mantenerse de pie junto a la puerta del tabernáculo. HR 158.2

El sacerdote que en el lugar santo dirigía sus plegarias por fe hacia el propiciatorio, que no podía ver, representa al pueblo de Dios que dirige sus plegarias a Cristo quien se encuentra frente al propiciatorio del santuario celestial. No puede ver a su Mediador con sus ojos naturales, pero mediante el ojo de la fe puede ver a Cristo frente al propiciatorio, y le dirige sus oraciones, y con seguridad suplica los beneficios de su obra mediadora. HR 158.3

Estos sagrados compartimientos no tenían ventanas que permitieran entrar la luz. El candelabro hecho de puro oro se mantenía encendido de noche y de día, y proporcionaba luz para ambos compartimientos. La luz de las lámparas del candelabro se reflejaba en las tablas recubiertas de oro que se hallaban a ambos lados del edificio, como asimismo sobre los muebles sagrados y sobre las cortinas de hermosos colores con querubines bordados con hilos de oro y plata, cuyo aspecto era tan glorioso que no se lo puede describir. No hay lengua capaz de expresar la sagrada hermosura, el encanto y la gloria que se veían en esos compartimientos. El oro del santuario reflejaba los diferentes matices de las cortinas, que parecían ostentar los colores del arco iris. HR 158.4

Sólo una vez al año el sumo sacerdote podía entrar en el lugar santísimo después de preparativos sumamente solemnes y cuidadosos. Y ningún ojo mortal, salvo el del sumo sacerdote, podía contemplar la sagrada grandiosidad de este compartimiento, porque era la morada especial de la gloria visible de Dios. El sumo sacerdote siempre entraba temblando, mientras la gente aguardaba su regreso en medio del más solemne silencio. Sus más fervientes deseos eran que Dios los bendijera. Frente al propiciatorio Dios mantenía comunión con el sumo sacerdote. Si éste permanecía más tiempo del que parecía conveniente, la gente a menudo comenzaba a aterrorizarse, temerosa de que por causa de sus pecados o algún pecado del sacerdote la gloria del Señor le hubiera quitado la vida. Pero cuando oían el sonido de las campanillas que llevaba en su vestimenta, sentían un profundo alivio. Salía entonces el sumo sacerdote y bendecía al pueblo. HR 159.1

Cuando la obra del tabernáculo estuvo terminada, “una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba”. “Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas”. HR 159.2

El tabernáculo se construyó de tal manera que se lo podía desarmar en piezas para llevarlo en ocasión de todos sus viajes. HR 160.1