La Historia de la Redención

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Capítulo 17—Las peregrinaciones del pueblo de Israel

Este capítulo se basa en Éxodo 15:23-26; 16:1-18.

Los hijos de Israel peregrinaron por el desierto durante tres días y no pudieron encontrar agua suficientemente buena para beber. Padecían sed, y “el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó; y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios enviaré a ti, porque yo soy Jehová tu sanador”. HR 130.1

Parecía que los hijos de Israel tenían el corazón inclinado a la incredulidad. No estaban dispuestos a soportar dificultades en el desierto. Cuando se encontraban con problemas en el camino, los consideraban imposibilidades. Su confianza en Dios flaqueaba, y sólo podían ver la muerte ante sí. “Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos, pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”. HR 130.2

No habían sufrido, en verdad, los tormentos del hambre. Por el momento tenían alimentos, pero temían por el futuro. No veían cómo podía subsistir la hueste de Israel, durante su larga travesía por el desierto, con los sencillos alimentos de que disponía, y en su incredulidad suponían que sus hijos perecerían de hambre. El Señor quería que sus alimentos escasearan y que enfrentaran dificultades, para que sus corazones se volvieran al que los había ayudado hasta ese momento, y para que creyeran en él. Estaba dispuesto a ser para ellos una ayuda constante. Si lo invocaban en su necesidad, él les daría señales de su amor y de su continuo cuidado. HR 131.1

Pero parecía que no estaban dispuestos a confiar en el Señor ni un poco más si no podían ver con sus ojos las constantes evidencias de su poder. Si verdaderamente hubieran tenido fe y una firme confianza en Dios, habrían soportado alegremente los inconvenientes y obstáculos, y aun el verdadero sufrimiento, puesto que el Señor había obrado de una manera tan maravillosa para librarlos de la esclavitud. Además, el Altísimo les prometió que si obedecían sus mandatos ninguna enfermedad les sobrevendría, pues les había dicho: “Yo soy Jehová tu sanador”. HR 131.2

Después de esta definida promesa de Dios era en verdad una incredulidad culpable de parte de ellos anunciar que sus hijos perecerían de hambre. Habían sufrido muchísimo en Egipto por causa del exceso de trabajo. Sus hijos habían sido asesinados, y en respuesta a sus oraciones y a su angustia el Señor los había liberado misericordiosamente. Les prometió ser su Dios, aceptarlos como su pueblo y conducirlos a una tierra amplia y buena. HR 131.3

Pero estaban listos para desfallecer ante cada dificultad que debían soportar en su camino a esa tierra. Habían sufrido mucho mientras servían a los egipcios, pero no podían soportar el sufrimiento mientras servían a Dios. Estaban dispuestos a abandonarse a sombrías dudas y a sumergirse en el desánimo cada vez que se los probaba. Murmuraron contra Moisés, el consagrado siervo de Dios, lo responsabilizaron de todas sus pruebas, y expresaron el malvado deseo de haberse quedado en Egipto, donde podían sentarse junto a las ollas de carne y comer pan hasta hartarse. HR 131.4