La Historia de la Redención

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Capítulo 12—Jacob y Esau

Este capítulo se basa en Génesis 25:19-34; 27:1-32.

DIOS conoce el fin desde el principio. Sabía, antes que Jacob y Esaú nacieran, qué clase de carácter iba a desarrollar cada uno. Sabía que Esaú no tendría un corazón inclinado a obedecerle. Contestó la ansiosa oración de Rebeca y le informó que tendría dos hijos, y que el mayor serviría al menor. Le presentó la historia futura de sus hijos, y le dijo que serían dos naciones, una mayor que la otra, y que el mayor serviría al menor. El primogénito disponía de ciertas ventajas especiales y privilegios particulares que no le correspondían a ningún otro miembro de la familia. HR 89.1

Isaac amaba a Esaú más que a Jacob porque éste le traía carne de los animales que cazaba. Le gustaba su carácter audaz y valeroso, que se manifestaba en su tendencia a cazar animales salvajes. Jacob, en cambio, era el hijo favorito de la madre, porque era de disposición bondadosa, lo que la hacía muy feliz. Había aprendido lo que su madre le enseñó, es a saber, que el mayor serviría al menor, y en su razonamiento juvenil llegó a la conclusión de que esta promesa no se podría cumplir mientras Esaú dispusiera de los privilegios que se conferían a los primogénitos. De modo que cuando éste llegó una vez del campo agotado y con hambre, aprovechó la oportunidad para obtener ventajas de la necesidad de su hermano, y le propuso darle un guiso si estaba dispuesto a renunciar a toda pretensión a su primogenitura, y Esaú se la vendió a Jacob. HR 89.2

Aquél se casó con dos mujeres idólatras lo que causó gran pena a Isaac y Rebeca. A pesar de ello, el patriarca amaba a Esaú más que a Jacob, y cuando creyó que estaba por morir, le pidió que le preparara una comida para poder bendecirlo antes de morir. Esaú no le dijo a su padre que había vendido su primogenitura a Jacob, y que había confirmado la venta con un juramento. Rebeca escuchó las palabras de Isaac y se acordó de lo que había dicho el Señor: “El mayor servirá al menor”, y se dio cuenta de que Esaú había tomado con liviandad el asunto de la primogenitura puesto que se la había vendido a Jacob. Convenció a éste de que había que engañar a su padre para recibir su bendición fraudulentamente, porque creía que no se la podría obtener de otra manera. Al principio el joven no estuvo dispuesto a llevar a cabo este engaño, pero finalmente consintió en realizar el plan de su madre. HR 90.1

Rebeca estaba al tanto de que Isaac prefería a Esaú, y se satisfizo con la idea de que la persuasión no lo haría cambiar de propósito. En lugar de confiar en Dios, en cuyas manos están todos los acontecimientos de la vida, manifestó su falta de fe al convencer a Jacob de que había que engañar a su padre. La conducta del joven en este asunto no recibió la aprobación de Dios. Rebeca y Jacob debieran haber esperado que el Señor llevara a cabo sus propósitos a su manera y a su tiempo, en lugar de tratar de cumplir la profecía valiéndose de una mentira. HR 90.2

Si Esaú hubiera recibido la bendición de su padre, la que se confería a los primogénitos, su prosperidad sólo podría haber provenido de Dios, y él lo hubiera bendecido con prosperidad, o hubiera traído adversidad sobre él, de acuerdo con su conducta. Si hubiera amado y reverenciado a Dios, como lo hacía el justo Abel, el Señor lo hubiera aceptado y bendecido. Pero si como Caín no hubiera tenido respeto por Dios ni por sus mandamientos, sino que hubiera seguido su propia conducta corrompida, no habría recibido ninguna bendición de Dios, sino que habría sido rechazado por él, como Caín. Si la conducta de Jacob hubiera sido justa, si hubiera estado dispuesto a amar y temer a Dios, habría sido bendecido por el Señor y la mano prosperadora de Dios habría sido con él, aunque no hubiera recibido las bendiciones y los privilegios generalmente concedidos a los primogénitos. HR 90.3