La Historia de la Redención

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Capítulo 7—Set y Enoc

Este capítulo está basado en Génesis 4:25, 26; 5:3-8, 18-24; Judas 14, 15.

Set era un personaje respetable, y debía ocupar el lugar de Abel en lo que se refiere a la rectitud. Pero era tan hijo de Adán como el pecador Caín, y no había heredado de la naturaleza de éste más bondad natural de la que aquél había recibido. Nació en pecado, pero por la gracia de Dios, y al aceptar las fieles instrucciones de su padre Adán, honró a Dios pues hizo su voluntad. Se apartó de los descendientes corruptos de Caín y trabajó, como lo habría hecho Abel si hubiera vivido, para inducir a los pecadores a reverenciar y obedecer al Señor. HR 59.1

Enoc era santo. Sirvió a Dios con corazón indiviso. Se dio cuenta de la corrupción de la familia humana y se apartó de los descencientes de Caín a quienes reprendió por su gran maldad. Había en la tierra quienes reconocían al Señor, lo temían y lo adoraban. Pero el justo Enoc se sentía tan perturbado por la creciente maldad de los impíos, que no se relacionaba con ellos cada día, por temor de verse afectado por su infidelidad y que sus pensamientos no siempre se dirigieran a Dios con la santa reverencia que merecía su carácter excelso. Su alma se afligía pues todos los días veía cómo pisoteaban la autoridad divina. Decidió apartarse de ellos, y pasar la mayor parte del tiempo en soledad, que dedicaba a la meditación y la oración. Permanecía ante el Señor y oraba para saber su voluntad más perfectamente, de manera que la pudiera cumplir. Dios se comunicaba con Enoc por medio de sus ángeles y le daba sus divinas instrucciones. Le hizo saber que no siempre contendería con el hombre en su rebelión, que su propósito era destruir la raza pecadora mediante las aguas de un diluvio que caería sobre la tierra. HR 59.2

El puro y hermoso jardín del Edén, de donde habían sido expulsados nuestros primeros padres, permaneció en la tierra hasta que Dios decidió destruirla por medio del diluvio. El Señor había plantado ese jardín y lo había bendecido de manera especial, y en su maravillosa providencia lo sacó del mundo, y lo devolverá a éste más gloriosamente adornado que antes que fuera retirado. El Altísimo se propuso preservar una muestra de la perfección de la creación, libre de la imprecación mediante la cual maldijo la tierra. HR 60.1

El Señor desplegó más ampliamente ante Enoc el plan de salvación, y por medio del espíritu de profecía lo condujo a lo largo de las generaciones que vivirían después del diluvio, y le mostró los grandes acontecimientos relacionados con la segunda venida de Cristo y el fin del mundo. Judas 14. HR 60.2

Enoc estaba preocupado por los muertos. Le parecía que los justos y los impíos irían juntos al polvo y que ése sería su final. No comprendía claramente el tema de la vida de los justos más allá de la tumba. En visión profética se lo instruyó con respecto al Hijo de Dios, que habría de morir como sacrificio en favor del hombre, y se le mostró la venida de Cristo en las nubes de los cielos, acompañado por una hueste de ángeles, para dar vida a los justos muertos y rescatarlos de sus sepulturas. También vio la corrupción que prevalecería en el mundo cuando Cristo apareciera por segunda vez, que habría una generación jactanciosa, presuntuosa y testaruda, en abierta rebelión contra la ley de Jehová, para negar al único Dios soberano y a nuestro Señor Jesucristo, pisotear su sangre y despreciar su expiación. Vio a los justos coronados de gloria y honor mientras se separaba a los impíos de la presencia del Señor para ser consumidos por el fuego. HR 60.3

Enoc repitió fielmente al pueblo todo lo que Dios le había revelado por medio del espíritu de profecía. Algunos creyeron sus palabras y se apartaron de su impiedad para temer y adorar al Altísimo. HR 61.1