La Historia de la Redención

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Ante el tribunal

Todo el mundo impío compareció ante el tribunal de Dios, acusado de alta traición contra el gobierno del Cielo. No tenían quien defendiera su causa; estaban sin excusa; y la sentencia de muerte eterna se pronunció contra ellos. HR 445.2

Entonces fue evidente para todos que la paga del pecado no es noble independencia y vida eterna, sino esclavitud, ruina y muerte. Los impíos vieron lo que perdieron por causa de su vida rebelde. Despreciaron el más excelente y eterno peso de gloria cuando éste les fue ofrecido; pero cuán deseable les parecía entonces. “Todo esto -clamaba el alma perdida—habría sido mío, pero decidí poner lejos de mí todas estas cosas. ¡Oh, qué extraña infatuación! He entregado la paz, la felicidad y el amor a cambio de la miseria, la infamia y la desesperación”. Todos se dieron cuenta de que su exclusión del cielo era justa. Mediante sus vidas manifestaron que no querían que Jesús reinara sobre ellos. HR 445.3

Como en trance, los impíos fueron testigos de la coronación del Hijo de Dios. Vieron en sus manos las tablas de la ley divina, los estatutos que despreciaron y transgredieron. Fueron testigos de las explosiones de admiración, éxtasis y adoración de los salvados, y cuando la onda melodiosa se propagó hasta la multitud que estaba fuera de la ciudad, todos exclamaron a una voz: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos” (Apocalipsis 15:3), y cayeron postrados para adorar al Príncipe de la vida. HR 446.1