Testimonios Selectos Tomo 4

25/102

Capítulo 21—La iglesia es la luz del mundo

El Señor llamó a su pueblo Israel, y lo separó del mundo, a fin de confiarle un cometido sagrado. Lo hizo depositario de su ley, y quiso por su medio conservar entre los hombres el conocimiento de sí mismo. Por este pueblo, la luz del cielo había de resplandecer en los lugares obscuros de la tierra, y había de oírse una voz llamando a todos los pueblos a apartarse de su idolatría para servir al Dios viviente y verdadero. Si los hebreos hubiesen sido fieles a su cometido, habrían sido una potencia en el mundo. Dios habría sido su defensa, y los habría ensalzado sobre todas las demás naciones. Su luz y su verdad habrían sido reveladas por su medio, y se habrían destacado bajo su sabia y santa dirección como ejemplo de la superioridad de su gobierno sobre toda forma de idolatría. 4TS 113.1

Pero ellos no cumplieron su pacto con Dios. Siguieron las prácticas idólatras de otras naciones, y en vez de dar al nombre de su Creador alabanza en la tierra, su conducta lo expuso al desprecio de las naciones. Sin embargo, el propósito de Dios debe lograrse. El conocimiento de su voluntad debe difundirse en la tierra. Dios trajo la mano del opresor sobre su pueblo, y lo dispersó cautivo entre las naciones. Bajo la aflicción, muchos de ellos se arrepintieron de sus transgresiones, y buscaron al Señor. Dispersos en las tierras de los paganos, difundieron el conocimiento del verdadero Dios. Los principios de la ley divina entraron en conflicto con las costumbres y prácticas de las naciones. Los idólatras trataron de aplastar la verdadera fe. En su providencia, el Señor puso a sus siervos, Daniel, Nehemías, Esdras, frente a frente con reyes y gobernantes, para que esos idólatras tuviesen oportunidad de recibir la luz. Así la obra que Dios había dado a su pueblo para que la hiciese en la prosperidad, en sus propios confines, pero que había sido descuidada por su infidelidad, fué hecha por ellos en el cautiverio, bajo grandes pruebas y molestias. 4TS 113.2

Dios ha llamado a su iglesia en este tiempo, como llamó al antiguo Israel, para que se destaque como luz en la tierra. Por la poderosa hacha de la verdad—los mensajes de los ángeles primero, segundo y tercero,—la ha separado de las iglesias y del mundo para colocarla en sagrada proximidad a sí mismo. La ha hecho depositaria de su ley, y le ha confiado las grandes verdades de la profecía para este tiempo. Como los santos oráculos confiados al antiguo Israel, son un sagrado cometido que ha de ser comunicado al mundo. Los tres ángeles de (Apocalipsis 14) representan a aquellos que aceptan la luz de los mensajes de Dios, y salen como agentes suyos para pregonar las amonestaciones por toda la anchura y longitud de la tierra. Cristo declara a los que le siguen: “Sois la luz del mundo.” 1 A toda alma que acepta a Jesús, la cruz del Calvario dice: “He aquí el valor de un alma. ‘Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura.’” 2 No se ha de permitir que nada estorbe esta obra. Es una obra de suma importancia para este tiempo; y ha de ser tan abarcante como la eternidad. El amor que Jesús manifestó por las almas de los hombres en el sacrificio que hizo por su redención, impulsará a todos los que le sigan. 4TS 114.1

Pero muy pocos de aquellos que han recibido la luz están haciendo la obra confiada a sus manos. Hay algunos hombres de fidelidad inquebrantable que no buscan la comodidad, la conveniencia y la vida misma, que van penetrando dondequiera vean la oportunidad de presentar la luz de la verdad y vindicar la santa ley de Dios. Pero los pecados que dominan al mundo han penetrado en las iglesias, y en el corazón de aquellos que aseveran ser el pueblo peculiar de Dios. Muchos que han recibido la luz, ejercen una influencia que tiende a calmar los temores de los mundanos y religiosos formales. Hay amadores del mundo aun entre aquellos que profesan esperar al Señor. Hay ambición de riquezas y honores. Cristo describe a esa clase cuando declara que el día de Dios ha de venir como un lazo sobre todos aquellos que moran en la tierra. Este mundo es su hogar. Negocian para asegurar tesoros terrenales. Erigen costosas viviendas con todas las comodidades; hallan placer en los vestidos y en la satisfacción del apetito. Las cosas del mundo son sus ídolos. Se interponen entre el alma y Cristo, y ven tan sólo en forma débil y empañada las solemnes y tremendas realidades que nos apremian. La misma desobediencia y fracaso que se vieron en la iglesia judaica han caracterizado en mayor grado al pueblo que ha tenido la gran luz celestial de los últimos mensajes de amonestación. ¿Dejaremos que la historia de Israel se repita en nuestra vida? ¿Despilfarraremos como él nuestras oportunidades y privilegios hasta que Dios permita que nos sobrecojan la opresión y la persecución? ¿Dejaremos sin hacer la obra que podríamos haber hecho en paz y comparativa prosperidad hasta que debamos hacerla en días de tinieblas, bajo la presión de las pruebas y persecuciones? 4TS 114.2

Hay una terrible culpa de la cual la iglesia es responsable. ¿Por qué no están haciendo más esfuerzos fervientes para dar la luz a otros aquellos que la tienen? Ven que el fin se acerca. Ven que multitudes violan diariamente la ley de Dios; saben que esas almas no pueden ser salvas en la transgresión. Sin embargo, tienen más interés en sus oficios, sus fincas, sus casas, sus mercaderías, sus vestidos y sus mesas, que en las almas de los hombres y mujeres con quienes tendrán que encontrarse frente a frente en el juicio. Los que pretenden obedecer la verdad están dormidos. No podrían estar tan cómodos si estuviesen despiertos. El amor a la verdad se está apagando en su corazón. Su ejemplo no es de tal índole que convenza al mundo de que tienen la verdad sobre todos los demás pueblos de la tierra. Cuando debieran ser fuertes en Dios, teniendo una experiencia diaria viva, son débiles, vacilantes, confían su sostén espiritual a los predicadores, cuando debieran estar ministrando a otros con mente, alma, voz, pluma, tiempo y dinero. 4TS 115.1

Hermanos y hermanas, muchos de vosotros os excusáis de obrar, diciendo que no podéis trabajar para otros. Pero ¿os hizo Dios tan incapaces? ¿No ha sido esta incapacidad vuestra producida por vuestra propia inactividad, y perpetuada por vuestra elección deliberada? ¿No os dió el Señor por lo menos un talento que aprovechar, no para vuestra conveniencia y satisfacción, sino para él? ¿Habéis comprendido vuestra obligación, como siervos suyos, de traerle renta mediante un empleo sabio y hábil del capital que os confió? ¿Habéis descuidado las oportunidades de mejorar vuestras facultades a este fin? Es demasiado cierto que pocos han sentido alguna responsabilidad ante Dios. El amor, el juicio, la memoria, la previsión, el tacto, la energía y todas las demás facultades han sido dedicadas al yo. Habéis manifestado mayor sabiduría en el servicio del mal que en la causa de Dios. Habéis pervertido, incapacitado, hasta embrutecido vuestras facultades, por vuestra intensa actividad en búsquedas mundanales, con descuido de la obra de Dios. 4TS 116.1

Sin embargo, calmáis vuestra conciencia diciendo que no podéis deshacer lo pasado, y obtener el vigor, la fuerza y la habilidad que podríais haber tenido empleando vuestras facultades como Dios lo requería. Pero recordad que él os tiene por responsables de la obra hecha negligentemente o dejada sin hacer por vuestra infidelidad. Cuanto más ejercitéis vuestras facultades por el Maestro, tanto más aptos y hábiles os volveréis. Cuanto más íntimamente os relacionéis con la fuente de luz y poder, mayor luz será derramada sobre vosotros, y mayor poder obtendréis para dedicarlo a Dios. Y sois responsables por todo lo que podríais haber tenido, pero dejasteis de obtener por vuestra devoción al mundo. Cuando decidisteis seguir a Cristo, os comprometisteis a servirle a él sólo; y él prometió estar con vosotros y bendeciros, refrigeraros con su luz, concederos su paz, y haceros gozosos en su obra. ¿Habéis dejado de experimentar estas bendiciones? Tened por seguro que es el resultado de vuestra propia conducta. 4TS 116.2

A fin de escapar a la conscripción durante la guerra, hubo hombres que se provocaron enfermedades, otros se mutilaron para quedar inaptos para el servicio. Esto ilustra la conducta que muehos han seguido en relación con la causa de Dios. Han atrofiado sus facultades, tanto físicas como mentales, y no han podido hacer la obra que es tan necesaria. 4TS 117.1

Supongamos que se colocase una suma de dinero en vuestras manos para que la invirtierais con cierto fin. ¿La arrojaríais lejos declarando que no sois ya más responsables de usarla? ¿Os parecería que os habríais ahorrado una gran preocupación? Sin embargo, esto es lo que habéis estado haciendo con los dones de Dios. El excusaros de trabajar por otros, por falta de capacidad, mientras que estáis absortos en búsquedas mundanales, es burlaros de Dios. Multitudes están bajando a la ruina; el pueblo que ha recibido la luz y la verdad, no es más que un puñado, para resistir a toda la hueste del mal; y sin embargo, este pequeño grupo está dedicando sus energías a todo menos a aprender cómo rescatar las almas de la muerte. ¿Es acaso extraño que la iglesia sea débil y deficiente, que Dios pueda hacer tan sólo poco en favor de aquellos que profesan ser su pueblo? Se está colocando donde le es imposible trabajar con ellos y para ellos. ¿Osaréis continuar así, despreciando sus requerimientos? ¿Seguiréis jugando con los más sagrados cometidos del cielo? ¿Diréis como Caín: “Soy yo guarda de mi hermano”? 3 4TS 117.2

Recordad que vuestra responsabilidad no se mide por vuestros actuales recursos y capacidades, sino por las facultades originalmente concedidas y las posibilidades de mejorarlas. La pregunta que cada uno debe hacerse no se refiere a si él es ahora inexperto e inepto para trabajar en la causa de Dios, sino cómo y por qué se halla en esa condición, y cómo puede ser remediada. Dios no nos dotará en forma sobrenatural de las calificaciones de que carecemos; pero mientras ejercemos la habilidad que tenemos, él obrará con nosotros para aumentar y fortalecer toda facultad; nuestras energías dormidas serán despertadas, y las facultades que han estado paralizadas durante mucho tiempo recibirán nueva vida. 4TS 117.3

Mientras estamos en el mundo, debemos tratar con las cosas del mundo. Siempre será necesaria la transacción de negocios temporales de carácter secular; pero éstos no deben nunca llegar a absorberlo todo. El apóstol Pablo ha dado una regla segura: “En el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor.” 4 Los deberes humildes y comunes de la vida han de cumplirse todos con fidelidad; “con buena voluntad,” dice el apóstol, “como al Señor.” 5 Cualquiera sea nuestro ramo de trabajo, en la casa, en el campo, o en las actividades intelectuales, podemos cumplirlo para gloria de Dios, mientras damos a Cristo el primero, el último y mejor lugar en todo. Pero, además de esos empleos mundanales, ha sido dado a cada discípulo de Cristo un trabajo especial para edificar su reino, un trabajo que requiere esfuerzo personal para la salvación de los hombres. No es una obra que haya de ser cumplida una vez por semana simplemente, en el local de culto, sino en todo tiempo y en todos los lugares. 4TS 118.1

Cada uno de los que se relacionan con la iglesia hace por ese hecho un voto solemne de trabajar para el bien de la iglesia, y de juzgar este interés superior a toda consideración mundanal. Le toca conservar una relación viva con Dios, dedicarse con corazón y alma al gran plan de la redención, y manifestar, en su vida y carácter, la excelencia de los mandamientos de Dios en contraste con las costumbres y los preceptos del mundo. Cada persona que ha profesado aceptar a Cristo se ha comprometido a ser todo lo que le es posible ser como obrero espiritual, a ser activa, celosa y eficiente en el servicio de su Maestro. Cristo espera que cada hombre haga su deber. Sea éste el santo y seña de todas las filas de sus discípulos. 4TS 118.2

Para impartir luz, no hemos de esperar que se nos solicite, que se nos importune para dar consejo o instrucción. Cada uno de los que reciben los rayos del Sol de justicia ha de reflejar su brillo sobre cuantos le rodean. Su religión debe ejercer una ifluencia decidida y positiva. Sus oraciones y súplicas deben estar de tal manera imbuídas del Espíritu Santo que enternezcan y subyuguen el alma. Dijo Jesús: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” 6 Sería mejor para un mundano nunca haber visto a quien profese religión que haber estado bajo la influencia de quien ignora el poder de la piedad. Si Cristo fuese nuestro modelo, su vida nuestra regla, ¡qué celo se manifestaría, qué esfuerzos se harían, qué generosidad se ejercería, qué abnegación se practicaría! ¡Cuán incansablemente trabajaríamos, qué fervientes peticiones por poder y sabiduría elevaríamos a Dios! Si todos los que profesan ser hijos de Dios sintieran que es el negocio principal de la vida hacer la obra que él les ha ordenado que hagan, si trabajasen abnegadamente en su causa, ¡qué cambio se vería en los corazones y hogares, en las iglesias, sí, en el mundo mismo! 4TS 119.1

En toda época, los que siguieron a Cristo necesitaron vigilancia y fidelidad; pero ahora estamos en el mismo umbral del mundo eterno, y teniendo las verdades que tenemos, tanta luz, una palabra tan importante, debemos duplicar nuestra diligencia. Cada uno ha de obrar hasta lo sumo de su capacidad. Hermano mío, Vd. hace peligrar su propia salvación si retrocede ahora. Dios le pedirá cuenta si fracasa en el trabajo que le ha asignado. ¿Tiene Vd. un conocimiento de la verdad? Comuníquelo a otros. 4TS 119.2

¿Qué puedo decir para despertar a nuestras iglesias? ¿Qué puedo decir a aquellos que han desempeñado una parte prominente en la proclamación del postrer mensaje? “El Señor viene,” es el testimonio dado, no sólo por los labios, sino por la vida y el carácter; pero muchos de aquellos a quienes Dios ha dado luz y conocimiento, talentos de influencia y recursos, son hombres que no aman la verdad, y no la practican. Han bebido tan ávidamente de la copa intoxicante del egoísmo y la mundanalidad que se han embriagado eon los cuidados de esta vida. Hermanos, si continuáis siendo tan ociosos y mundanales y tan egoístas como antes, Dios os pasará seguramente por alto, y tomará a los que tienen menos cuidado de sí mismos, son menos ambiciosos de honores mundanales, y no vacilarán, como no vaciló su Maestro, en cuanto a ir fuera del campamento, llevando el oprobio. La obra será dada a aquellos que la acepten, a aquellos que la aprecien, que entretejan sus principios con su experiencia diaria. Dios elegirá a hombres humildes, que traten de glorificar su nombre y de hacer progresar su causa, más bien que honrarse y favorecerse a sí mismos. El suscitará hombres que no tengan tanta sabiduría mundanal, pero que estén relacionados con él, que busquen fuerza y consejo de lo alto. 4TS 120.1

Algunos de nuestros hermanos dirigentes están inclinados a manifestar el espíritu que manifestó el apóstol Juan cuando dijo: “Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.” 7 La organización y la disciplina son esenciales, pero hay ahora gran peligro de apartarse de la sencillez del evangelio de Cristo. Lo que necesitamos es depender menos de las meras formas y ceremonias, y mucho más del poder de la verdadera piedad. Si su vida y carácter son ejemplares, trabajen todos los que quieran, cualquiera que sea su capacidad. Aunque no se conformen exactamente a vuestros métodos, no debéis decir una sola palabra para condenarlos o desalentarlos. Cuando los fariseos deseaban que Jesús hiciese callar a los niños que cantaban sus alabanzas, el Salvador dijo: “Os digo que si éstos callaren, las piedras clamarán.” 8 La profecía debía cumplirse. Así en estos días, la obra debe ser hecha. Hay muchos ramos en la obra; desempeñe cada uno una parte lo mejor que pueda. El hombre que tiene un talento no debe ir a enterrarlo. Dios ha dado a cada uno su trabajo, según su capacidad. Aquellos a quienes han sido confiados cometidos y capacidades mayores, no deben tratar de hacer callar a otros que son menos capaces o expertos. Los hombres que tienen un talento pueden alcanzar una clase de personas que aquellos que tienen dos o cinco talentos no pueden alcanzar. Grandes y pequeños por igual, son vasos elegidos para llevar el agua de la vida a las almas sedientas. No repriman los predicadores al obrero más humilde, diciendo: “Vd. debe trabajar en este ramo, o no trabajar en absoluto.” Dejadlos libres, hermanos. Haga cada uno en su propia esfera, con su propia armadura puesta. cuanto pueda en su manera humilde. Fortaleced sus manos en la obra. Este no es un tiempo en que haya de predominar el farisaísmo. Dejad trabajar a Dios por medio de quienes quiera. El mensaje debe pregonarse. 4TS 120.2

Todos han de demostrar su fidelidad a Dios por el uso prudente del capital que les ha sido confiado, no sólo en recursos, sino en cualquier don que tienda a la edificación de su reino. Satanás empleará todo designio posible para impedir que la verdad llegue a aquellos que están sumidos en el error; pero la voz de la amonestación y la súplica debe llegarles. Y aunque son tan sólo pocos los que están empeñados en esta obra, millares debieran estar tan interesados como ellos. Dios no quiso nunca que los miembros laicos de la iglesia se excusasen de trabajar en su causa. “Id también vosotros a mi viña,” 9 es la orden del Maestro a cada uno de los que le siguen. Mientras en el mundo haya almas que no se han convertido. deben hacerse los esfuerzos más activos, fervientes, celosos y resueltos para su salvación. Los que han recibido la luz deben tratar de iluminar a aquellos que no la poseen. Si los miembros de la iglesia no emprenden individualmente esta obra, demuestran que no tienen relación viva con Dios. Su nombre está registrado como el de siervos perezosos. ¿No podéis discernir la razón por la cual no hay más espiritualidad en nuestras iglesias? Es porque no sois colaboradores con Cristo. 4TS 121.1

Dios ha dado a cada hombre su trabajo. Espere cada uno en Dios, y él nos enseñará a trabajar, y qué obra somos más aptos para cumplir. Sin embargo, nadie debe empezar con un espíritu independiente, para promulgar nuevas teorías. Los obreros deben estar en armonía con la verdad y con sus hermanos. Debe haber consejo y cooperación. Pero no han de sentir que a cada paso deben aguardar para preguntar a algún oficial superior si pueden hacer esto o aquello. No miréis al hombre para ser guiados, sino al Dios de Israel. 4TS 122.1

La obra que la iglesia no ha hecho en tiempo de paz y prosperidad, tendrá que hacerla durante una terrible crisis, en las circunstancias más desalentadoras y prohibitivas. Las amonestaciones que la conformidad al mundo ha hecho callar o retener, deberán darse bajo la más fiera oposición de los enemigos de la fe. Y en ese tiempo la clase superficial y conservadora, cuya influencia impidió constantemente los progresos de la obra, renunciará a la fe, y se colocará con sus enemigos abiertos, hacia los cuales sus simpatías han estado tendiendo durante mucho tiempo. Esos apóstatas manifestarán entonces la más acerba enemistad, haciendo cuanto puedan para oprimir y vilipendiar a sus antiguos hermanos, y para excitar la indignación contra ellos. Ese día está por sobrecogernos. Los miembros de la iglesia serán probados individualmente. Serán puestos en circunstancias donde se verán obligados a dar testimonio por la verdad. Muchos serán llamados a hablar ante concilios y tribunales, tal vez por separado y a solas. Descuidaron de obtener la experiencia que les habría ayudado en esta emergencia, y su alma queda recargada de remordimiento por las oportunidades desperdiciadas y los privilegios descuidados. 4TS 122.2

Hermano mío, hermana mía, meditad en estas cosas, os lo ruego. Cada uno de vosotros tiene una obra que hacer. Vuestra infidelidad y negligencia son anotadas contra vosotros en el libro mayor del cielo. Habéis cercenado vuestras facultades, y disminuído vuestra capacidad. Carecéis de la experiencia y eficiencia que podríais tener. Pero antes de que sea demasiado tarde, os ruego que despertéis. No demoréis más. El día está casi terminado. El sol poniente se está por esconder para siempre de vuestra vista. Mientras la sangre de Cristo intercede, podéis hallar perdón. Recurrid a todas las energías del alma, emplead las pocas horas que quedan en trabajar fervientemente para Dios y para vuestros semejantes. 4TS 123.1

Mi corazón está conmovido hasta lo sumo. Las palabras son inadecuadas para expresar mis sentimientos mientras intercedo por las almas que perecen. ¿Deberé interceder en vano? Como embajadora de Cristo, quisiera incitaros a trabajar como nunca habéis trabajado. Vuestro deber no debe ser transferido a otro. Nadie sino vosotros mismos puede realizar vuestra obra. Si retenéis vuestra luz, alguien quedará en tinieblas por vuestra negligencia. 4TS 123.2

La eternidad se extiende delante de nosotros. La cortina está por alzarse. Los que ocupamos esta posición de solemnidad y responsabilidad, ¿qué estamos haciendo, qué estamos pensando, que nos aferramos a nuestro egoísta amor a la comodidad, mientras las almas están pereciendo en derredor nuestro? ¿Se han encallecido completamente nuestros corazones? ¿No podemos sentir o comprender que debemos hacer una obra en favor de la salvación de los demás? Hermanos, ¿sois de la clase que teniendo ojos no ve, y teniendo oídos no oye? ¿Os ha dado Dios en vano el conocimiento de su voluntad? ¿Os ha mandado en vano amonestación tras amonestación? ¿Creéis las declaraciones de la verdad eterna concernientes a lo que está por sobrevenir a la tierra? ¿Creéis que los juicios de Dios están pendientes sobre la gente, y podéis, sin embargo, permanecer tranquilos, indolentes, negligentes, amando los placeres? 4TS 123.3

No es ahora tiempo para que el pueblo de Dios fije sus afectos o se haga tesoros en el mundo. No está lejano el tiempo en que, como los primeros discípulos, seremos obligados a buscar refugio en lugares desolados y solitarios. Así como el sitio de Jerusalén por los ejércitos romanos fué la señal para que huyesen los cristianos de Judea, así la asunción de poder por parte de nuestra nación [los Estados Unidos], con el decreto que imponga el día de descanso papal, será para nosotros una amonestación. Entonces será tiempo de abandonar las grandes ciudades, y prepararnos para abandonar las menores en busca de hogares retraídos en lugares apartados entre las montañas. Y ahora, en vez de buscar costosas moradas aquí, debemos prepararnos para trasladarnos a un país mejor, el celestial. En vez de gastar nuestros recursos en la complacencia propia, debemos estudiar la economía. Cada talento prestado por Dios debe ser empleado para su gloria en amonestar al mundo. Dios tiene una obra para sus colaboradores en las ciudades. Nuestras misiones deben ser sostenidas y deben abrirse nuevas. El llevar a cabo esta obra con éxito requerirá desembolsos no pequeños. Se necesitan casas de culto, donde la gente pueda ser invitada a oír las verdades para este tiempo. Con este mismo fin, Dios ha confiado un capital a sus mayordomos. No dejemos que nuestra propiedad esté invertida en empresas terrenales de carácter mundanal, de manera que esta obra sea impedida. Colocad vuestros recursos donde podáis manejarlos para beneficio de la causa de Dios. Enviad vuestros tesoros delante de vosotros al cielo. 4TS 124.1

Los miembros de la iglesia deben mantenerse individualmente, con todo lo que poseen, sobre el altar de Dios. Ahora, como nunca antes, se aplica la amonestación del Salvador: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega ni polilla corrompe. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.” 10 Los que están inmovilizando sus recursos en grandes casas, en tierras, en empresas mundanales, están diciendo por sus acciones: “Dios no los puede tener; los quiero para mí.” Han envuelto su único talento en un lienzo, y lo han ocultado en la tierra. Los tales tienen motivo para alarmarse. Hermanos, Dios no os ha confiado recursos para dejarlos ociosos, ni para retenerlos codiciosamente u ocultarlos, sino para emplearlos en hacer progresar su causa, en salvar las almas de los que perecen. No es ahora tiempo para invertir el dinero del Señor en vuestros costosos edificios y vuestras grandes empresas, mientras su causa se ve estorbada y debe avanzar mendigando, con su tesorería suplida a medias. El Señor no bendice esa manera de trabajar. Recordad que se acerca rápidamente el día en que se dirá: “Da cuenta de tu mayordomía.” 11 ¿No podéis discernir las señales de los tiempos? 4TS 125.1

Cada día que pasa nos trae más cerca del último grande e importante día. Estamos un año más cerca del juicio, más cerca de la eternidad, de lo que estábamos al principio de 1884. ¿Nos estamos acercando también más a Dios? ¿Estamos velando en oración? Otro año del tiempo en que podemos trabajar ha pasado a la eternidad. Cada día hemos estado asociados con hombres y mujeres que van encaminados hacia el juicio. Cada día puede haber sido la línea divisoria para algún alma; alguno puede haber hecho la decisión que determinará su destino futuro. ¿Cuál ha sido nuestra influencia sobre estos compañeros de viaje? ¿Qué esfuerzos hemos hecho para llevarlos a Cristo? 4TS 125.2

Es algo solemne morir, pero es mucho más solemne vivir. Cada pensamiento, palabra y acción de nuestra vida volverá a confrontarnos. Permaneceremos siendo durante toda la eternidad lo que hacemos de nosotros mismos en el tiempo de gracia. La muerte provoca la disolución del cuerpo, pero no produce cambio en el carácter. La venida de Cristo no cambia nuestro carácter; lo fija tan sólo para siempre sin posibilidad de cambio. 4TS 126.1

Vuelvo a llamar a los miembros de la iglesia a ser cristianos, a ser semejantes a Cristo. Jesús no trabajaba para sí mismo sino para los demás. Trabajaba para bendecir y salvar a los perdidos. Si sois cristianos, imitaréis su ejemplo. El echó el fundamento, y somos edificadores juntamente con él. Pero ¿qué material estamos poniendo sobre este fundamento? “La obra de cada uno será manifestada: porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba.” 12 Si estáis dedicando toda vuestra fuerza y talento a las cosas de este mundo, el trabajo de vues. tra vida está representado por madera, heno y hojarasca, que serán consumidos por el fuego en el postrer día. Pero la labor abnegada por Cristo y la vida futura será como oro y plata y piedras preciosas; es imperecedera. 4TS 126.2

Hermanos y hermanas, despertad, os ruego, del sueño mortal. Es demasiado tarde para dedicar la fuerza del cerebro, de los huesos y de los músculos a servir al yo. No permitáis que el último día os halle privados del tesoro celestial. Tratad de fomentar los triunfos de la cruz, de iluminar las almas, de trabajar por la salvación de vuestros semejantes, y vuestra obra soportará la prueba del fuego. 4TS 126.3

“Si permaneciere la obra de alguno, ... recibirá recompensa.” Gloriosa será la recompensa concedida cuando los obreros fieles sean congregados en derredor del trono de Dios y el Cordero. Cuando Juan, en su estado mortal, contempló la gloria de Dios, cayó como muerto; no pudo soportar esa visión. Cuando lo mortal se haya vestido de inmortalidad, los redimidos serán como Jesús, porque le verán tal cual es. Estarán delante del trono, lo cual significa que habrán sido aceptados. Todos sus pecados habrán sido borrados, todas sus transgresiones, disipadas. Entonces podrán mirar sin velo la gloria del trono de Dios. Habrán sido participantes con Cristo en sus sufrimientos, habrán trabajado juntamente con él en el plan de la redención, y habrán de participar con él en el gozo de contemplar las almas salvadas por su medio para que alaben a Dios durante toda la eternidad. 4TS 127.1

*****

Dios ha revelado lo que ha de suceder en los postreros días, para que su pueblo pueda estar preparado, a fin de que pueda resistir la tempestad de la oposición y la ira. Los que han sido advertidos de los sucesos que les esperan, no han de quedar sentados en calmosa expectación de la venidera tormenta, consolándose con que el Señor protegerá a sus fieles en el día de la tribulación. Hemos de ser como hombres que esperan a su Señor, no en ociosa expectativa, sino en trabajo ferviente, con fe inquebrantable. No es tiempo ahora de dejar que nuestra mente se cargue con cosas de menor importancia.—Testimonies for the Church 5:452. 4TS 127.2