Testimonios Selectos Tomo 4
Capítulo 7—¿Consultaremos a los médicos espiritistas?
“Y ochozías cayó por las celosías de una sala de la casa que tenía en Samaria; y estando enfermo envió mensajeros, y díjoles: Id, y consultad a Baal-zebub, dios de Ecrón, si tengo de sanar de esta mi enfermedad. Entonces el ángel de Jehová habló a Elías thisbita, diciendo: Levántate, y sube a encontrarte con los mensajeros del rey de Samaria, y les dirás: ¿No hay Dios en Israel, que vosotros vais a consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón? Por tanto así ha dicho Jehová: Del lecho en que subiste no descenderás, antes morirás ciertamente.” 1 4TS 31.1
Este relato presenta sorprendentemente el desagrado divino en que incurren aquellos que se apartan de Dios para dirigirse a los agentes satánicos. Poco tiempo antes de los acontecimientos arriba relatados, el reino de Israel había cambiado de gobernante. Acab había caído bajo el juicio de Dios, y había sido sucedido por su hijo Ochozías, personaje indigno, que hizo tan sólo lo malo ante los ojos de Jehová, andando en los caminos de su padre y de su madre, e induciendo a Israel a pecar. Servía a Baal, y le adoraba, provocando la ira de Jehová Dios de Israel, como lo había hecho su padre Acab. Pero los juicios siguieron pronto a los pecados del rey rebelde. Una guerra con Moab, y luego el accidente que amenazó su vida, atestiguaron la ira de Dios contra Ochozías. 4TS 31.2
¡Cuánto había oído y visto el rey de Israel en el tiempo de su padre, acerca de las obras asombrosas del Altísimo! ¡Qué terrible evidencia de su severidad y celo había dado Dios al apóstata Israel! Ochozías sabía todo esto; sin embargo, obró como si estas tremendas realidades, y aun el terrible fin de su propio padre, hubiesen sido un cuento. En vez de humillar su corazón ante el Señor, se atrevió a cometer el acto más audaz de impiedad que señalara su vida. Ordenó a sus siervos: “Id, y consultad a Baal-zebub, dios de Ecrón, si tengo de sanar de esta mi enfermedad.” 4TS 31.3
Se creía que el ídolo de Ecrón daba información, por medio de sus sacerdotes, acerca de los acontecimientos futuros. Esto era tan generalmente creído que muchos, desde distancias considerables, recurrían a dicho ídolo. Las predicciones allí hechas y la información dada, procedían directamente del príncipe de las tinieblas. Satanás es quien creó y quien sostiene el culto de los ídolos, para apartar de Dios la mente de los hombres. Es por su intervención cómo se sostiene el reino de las tinieblas y mentiras. 4TS 32.1
La historia del pecado y castigo de Ochozías encierra una lección y advertencia que nadie puede despreciar con impunidad. Aunque no tributen homenaje a los dioses paganos, millares están adorando ante el altar de Satanás tan ciertamente como lo hacía el rey de Israel. El mismo espíritu de idolatría pagana abunda hoy, aunque, bajo la influencia de la ciencia y la educación, ha asumido una forma más refinada y atrayente. Cada día añade tristes evidencias de que la fe en la segura palabra de la profecía está disminuyendo rápidamente, y de que en su lugar la superstición y hechicería satánicas están cautivando las mentes humanas. Todos los que no escudriñan fervientemente las Escrituras, ni someten todo deseo y propósito de la vida a esa prueba infalible, todos los que no buscan a Dios en oración para obtener el conocimiento de su voluntad, se extraviarán seguramente de la buena senda, y caerán bajo la seducción de Satanás. 4TS 32.2
Los oráculos paganos tienen su contraparte en los médiums espiritistas, clarividentes y agoreros de hoy. Las voces místicas que hablaban en Ecrón y Endor están todavía extraviando a los hijos de los hombres por sus palabras mentirosas. El príncipe de las tinieblas ha aparecido con nuevo disfraz. Los misterios del culto pagano han sido reemplazados por las asociaciones y sesiones secretas, las obscuridades y prodigios de los magos de nuestro tiempo. Estas revelaciones son recibidas ávidamente por millares que se niegan a aceptar la luz de la Palabra de Dios o de su Espíritu. Mientras hablan con desprecio de los magos antiguos, el gran engañador se ríe triunfalmente, pues ceden a sus artes bajo una forma diferente. 4TS 32.3
Sus agentes continúan pretendiendo curar la enfermedad. Atribuyen su poder a la electricidad, el magnetismo, o los así llamados “remedios simpáticos.” A la verdad no son sino conductos para las corrientes eléctricas de Satanás. Por este medio, él echa su ensalmo sobre los cuerpos y las almas de los hombres. 4TS 33.1
De vez en cuando he recibido cartas, tanto de nuestros ministros como de los miembros laicos de la iglesia, para averiguar si considero malo el consultar a médicos espiritistas y clarividentes. Por falta de tiempo no he contestado a esas cartas. Pero ahora el asunto ha sido nuevamente traído a mi atención. Tan numerosos se están volviendo estos agentes de Satanás, y tan general la práctica de pedirles consejo, que parece necesario proferir palabras de advertencia. 4TS 33.2
Dios ha puesto a nuestro alcance el obtener conocimiento de las leyes de la salud. Nos ha impuesto el deber de conservar nuestras facultades físicas en la mejor condición posible, a fin de que le prestemos servicio aceptable. Los que se niegan a aprovechar la luz y el conocimiento que han sido puestos misericordiosamente a su alcance, están rechazando uno de los medios que Dios les ha concedido para favorecer la vida espiritual tanto como la física. Se están colocando donde estarán expuestos a las seducciones de Satanás. 4TS 33.3
No pocos, en esta era cristiana y en esta nación cristiana, recurren a los malos espíritus, antes que confiar en el poder del Dios viviente. La madre, que vela junto al lecho de su hijo enfermo, exclama: “No puedo hacer más. ¿No hay médico que tenga poder para sanar a mi hijo?” Se le habla de las maravillosas curaciones realizadas por algún clarividente o sanador magnético, y ella le confía su amado, poniéndole tan ciertamente en las manos de Satanás como si éste estuviese a su lado. En muchos casos, la vida futura del niño queda dominada por una potencia satánica, que parece imposible quebrantar. 4TS 33.4
Muchos no quieren hacer el esfuerzo necesario para obtener un conocimiento de las leyes de la vida y de los sencillos medios que se pueden emplear para recuperar la salud. No se colocan en la debida relación con la vida. Cuando la transgresión de la ley natural provoca la enfermedad, no tratan de corregir sus errores, y luego pedir la bendición de Dios, sino que recurren a los médicos. Si recobran la salud, dan a las drogas y a los médicos toda la honra. Están siempre listos para idolatrar el poder y la sabiduría humana, pareciendo no conocer otro Dios que la criatura que es polvo y ceniza. 4TS 34.1
He oído a una madre rogar a un médico incrédulo que salvase la vida de su hijo; pero cuando le rogué que buscase ayuda del gran Médico que puede salvar hasta lo sumo a todos los que a él se allegan con fe, se dió vuelta con impaciencia. En esto vemos el mismo espíritu que manifestó Ochozías. 4TS 34.2
No es seguro confiar en los médicos que no tienen el temor de Dios. Sin la influencia de la gracia divina, el corazón de los hombres es “engañoso ... más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” 2 El engrandecimiento propio es su blanco. ¡Cuántas iniquidades se ocultan bajo el manto de la profesión médica, cuántos engaños se sostienen! El médico puede pretender que posee gran sabiduría y habilidad maravillosa, mientras que su carácter es relajado, y sus prácticas contrarias a las leyes de la vida. El Señor nuestro Dios nos asegura que él aguarda para ser misericordioso; nos invita a invocarle en el día de la angustia. ¿Cómo podemos apartarnos de él para confiar en un brazo de carne? 4TS 34.3
Venid conmigo a la pieza de un enfermo. Allí yace un esposo y padre, un hombre que es una bendición para la sociedad y la causa de Dios. Ha sido repentinamente postrado por la enfermedad. El fuego de la fiebre parece consumirlo. Anhela un poco de agua pura para mojar sus labios resecos, para aplacar la furiosa sed, y refrescar la frente febril. Pero no; el doctor ha prohibido el agua. Se le administra el estímulo de una bebida alcohólica, se añade combustible al fuego. La bendita agua, don del cielo, aplicada hábilmente, apagaría la llama devoradora, pero se la reemplaza por drogas venenosas. 4TS 35.1
Por un tiempo, la naturaleza contiende por sus fueros, pero al fin, vencida, renuncia a la lucha, y la muerte liberta al doliente. Dios deseaba que ese hombre viviese, a fin de que beneficiase al mundo; Satanás resolvió destruirlo, y logró hacerlo por el médico. ¿Hasta cuándo permitiremos que se apaguen así nuestras luces más preciosas? 4TS 35.2
Ochozías mandó a sus siervos para averiguar de Baal-zebub, en Ecrón; pero en vez de un mensaje del ídolo, oyó la terrible denuncia del Dios de Israel: “Del lecho en que subiste no descenderás, antes morirás ciertamente.” Fué Cristo quien ordenó a Elías que dijese esas palabras al rey apóstata. Jehová Emmanuel tenía motivo para estar muy agraviado por la impiedad de Ochozías. ¿Qué no ha hecho Cristo para ganar el corazón de los pecadores, para inspirarles inquebrantable confianza en sí mismo? Durante siglos ha visitado a su pueblo con manifestaciones de la más condescendiente bondad y amor sin ejemplo. Desde los tiempos de los patriarcas, ha mostrado que sus “delicias son con los hijos de los hombres.” 3 Ha sido un pronto auxilio para todos los que le buscaron con sinceridad. “En toda angustia de ellos él fué angustiado, y el ángel de su faz los salvó: en su amor y en su clemencia los redimió.” 4 Sin embargo, Israel se había rebelado contra Dios, y apartado para buscar la ayuda del peor enemigo del Señor. 4TS 35.3
Los hebreos eran la única nación favorecida con un conocimiento del verdadero Dios. Cuando el rey de Israel envió a consultar el oráculo pagano, proclamó a los gentiles que tenía más confianza en sus ídolos que en el Dios de su pueblo, Creador del cielo y de la tierra. Asimismo los que profesan conocer la Palabra de Dios le deshonran cuando se apartan de la Fuente de fuerza y sabiduría para pedir ayuda o consejo a las potestades tenebrosas. Si la ira de Dios fué provocada por una conducta tal de parte de un rey perverso e idólatra, ¿cómo considerará una conducta similar seguida por los que profesan ser sus siervos? 4TS 36.1
¿Por qué están los hombres tan poco dispuestos a confiar en Aquel que creó al hombre, y que puede por un toque, una palabra, una mirada, sanar toda enfermedad? ¿Quién es más digno de nuestra confianza que Aquel que hizo tan grande sacrificio para nuestra redención? Nuestro Señor nos ha dado instrucciones definidas por medio del apóstol Santiago, en cuanto a nuestro deber en caso de enfermedad. Cuando fracasa la ayuda humana, Dios será quien socorra a su pueblo. “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará.” 5 Si los que profesan seguir a Cristo quisieran, con pureza de corazón, ejercitar tanta fe en la promesa de Dios como la que ponen en los agentes satánicos, sentirían en su alma y cuerpo el poder vivificador del Espíritu Santo. 4TS 36.2
Dios ha concedido a este pueblo grande luz, aunque no estamos fuera del alcance de la tentación. ¿Quiénes de entre nosotros están solicitando ayuda de los dioses de Ecrón? Miremos este cuadro, que no ha sido trazado por la imaginación. ¿En cuántos, aun de entre los adventistas, pueden verse sus principales características? Un inválido—aparentemente muy consciente, pero fanático y lleno de suficiencia propia—confiesa libremente su desprecio por las leyes de la vida y la salud, que la misericordia divina nos ha inducido a aceptar como pueblo. Sus alimentos deben ser preparados de una manera que satisfaga sus anhelos mórbidos. Más bien que sentarse a una mesa donde se provee alimento sano, favorece los restaurantes donde puede satisfacer su apetito sin restricción. Locuaz defensor de la temperancia, desprecia sus principios fundamentales. Quiere alivio, pero se niega a obtenerlo al precio de la abnegación. Este hombre está adorando ante el altar del apetito pervertido. Es un idólatra. Las facultades que, santificadas y ennoblecidas, podrían ser empleadas para honrar a Dios, son debilitadas y hechas de poca utilidad. Un genio irritable, una mente confusa, nervios desquiciados, se cuentan entre los resultados de ese desprecio de las leyes naturales. No se puede confiar en este hombre, y no tiene eficiencia. 4TS 36.3
Quienquiera que tenga el valor y la honradez de advertirle su peligro, incurre por ello en su desagrado. La menor reprensión u oposición hasta para despertar su espíritu combativo. Pero ahora se le presenta una oportunidad de solicitar ayuda de una persona cuyo poder proviene de la hechicería. A esta fuente se dirige con avidez, gastando copiosamente tiempo y dinero con la esperanza de obtener la bendición ofrecida. Está engañado, infatuado. Hace del poder del hechicero tema de alabanza, y otros son inducidos a buscar su ayuda. Así queda deshonrado el Dios de Israel, mientras que se revela y ensalza el poder de Satanás. 4TS 37.1
En nombre de Cristo, quiero decir a quienes profesan seguirle: Permaneced en la fe que habéis recibido desde el principio. Apartaos de las charlas profanas y vanas. En vez de poner vuestra confianza en la hechicería, tened fe en el Dios vivo. Maldita es la senda que conduce a Endor o a Ecrón. Tropezarán y caerán los pies que se aventuren en el terreno prohibido. Hay un Dios en Israel, que puede proporcionar liberación a todos los oprimidos. La justicia es la habitación de su trono. 4TS 37.2
Hay peligro en apartarse en lo más mínimo de la instrucción del Señor. Cuando nos desviamos de la clara senda del deber, surgirá una cadena de circunstancias que parecerá arrastrarnos irresistiblemente siempre más lejos de lo recto. Antes que nos demos cuenta, nos seducirán innecesarias intimidades con aquellos que no tienen respeto a Dios. El temor de ofender a los amigos mundanales nos impedirá expresar nuestra gratitud a Dios, o reconocer cuánto dependemos de él. Debemos mantenernos cerca de la Palabra de Dios. Necesitamos sus amonestaciones y estímulos, sus amenazas y promesas. Necesitamos el ejemplo perfecto dado únicamente en la vida y carácter de nuestro Salvador. 4TS 38.1
Los ángeles de Dios preservarán a sus hijos mientras ellos anden en la senda del deber; pero no pueden contar con tal protección los que se aventuran deliberadamente en el terreno de Satanás. Un agente del gran engañador dirá y hará cualquier cosa para lograr su objeto. Poco importa que se llame espiritista, “médico eléctrico” o “sanador magnético.” Por pretensiones capciosas, se granjea la confianza de los incautos. Pretende leer la historia de la vida y comprender todas las dificultades y aflicciones de los que recurren a él. Disfrazándose como ángel de luz, mientras que en su corazón está la negrura del abismo, manifiesta gran interés en las mujeres que solicitan su consejo. Les dice que todas sus dificultades se deben a un casamiento desgraciado. Esto puede ser demasiado cierto, pero el tal consejero no mejora su condición. Les dice que lo que necesitan es amor y simpatía. Asumiendo gran interés en su bienestar, echa un ensalmo sobre sus víctimas desprevenidas, encantándolas como la serpiente encanta al ave temblorosa. Pronto están completamente en su poder; el pecado, la deshonra y la ruina son las terribles consecuencias. 4TS 38.2
Estos obreros de iniquidad no son pocos. Su senda está señalada por hogares desolados, reputaciones marchitadas, y corazones quebrantados. Pero de todo esto el mundo sabe poco; siguen haciendo nuevas víctimas, y Satanás se regocija por la ruina que ha producido. 4TS 39.1
El mundo visible y el invisible están en íntimo contacto. Si pudiese alzarse el velo, veríamos a los malos ángeles ciñendo sus tinieblas en derredor nuestro, y trabajando con todas sus fuerzas para engañar y destruir. Los hombres perversos están rodeados, influídos y ayudados por los malos espíritus. El hombre de fe y oración ha confiado su alma a la dirección divina, y los ángeles de Dios le traen luz y fuerza del cielo. 4TS 39.2
Nadie puede servir a dos señores. La luz y las tinieblas no son más opuestas entre sí que el servicio de Dios y el servicio de Satanás. El profeta Elías presentó el asunto con toda claridad cuando intrépidamente suplicó al apóstata Israel: “Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él.” 6 4TS 39.3
Los que se entregan al sortilegio de Satanás, pueden jactarse de haber recibido gran beneficio por ello, pero ¿prueba esto que su conducta era prudente o segura? ¿Qué importa que la vida haya sido prolongada? ¿O que se hayan obtenido o no ganancias temporales? ¿Valdrá la pena al fin el haber despreciado la voluntad de Dios? Todas esas ganancias aparentes resultarán al fin una pérdida irreparable. No podemos quebrantar con impunidad una sola barrera de las que Dios ha erigido para proteger a su pueblo contra el poder de Satanás. 4TS 39.4
Nuestra única seguridad consiste en conservar los antiguos hitos. “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” 7 4TS 39.5