Capítulo 42—La unidad de la iglesia
Amados hermanos: Así como todos los diferentes miembros del organismo humano se unen para formar el cuerpo entero, y cada uno cumple su parte obedeciendo a la inteligencia que gobierna el todo, así también los miembros de la iglesia de Cristo deben estar unidos en un cuerpo simétrico, sujeto a la inteligencia santificada del conjunto.
3TS 216.1
El progreso de la iglesia es retardado por la conducta errónea de sus miembros. El unirse con la iglesia, aunque es un acto importante y necesario, no le hace a uno cristiano ni le asegura la salvación. No podemos asegurarnos el derecho al cielo por hacer registrar nuestro nombre en el libro de la iglesia mientras nuestro corazón quede enajenado de Cristo. Debemos ser sus fieles representantes en la tierra, y trabajar al unísono con él. “Amados, ahora somos hijos de Dios.” Debemos tener presente esta santa relación, y no hacer nada que deshonre la causa de nuestro Padre.
3TS 216.2
Lo que profesamos es muy exaltado. Como adventistas que observan el sábado, profesamos obedecer todos los mandamientos de Dios, y esperar la venida de nuestro Redentor. Un solemnísimo mensaje de amonestación ha sido confiado a los pocos fieles de Dios. Debemos demostrar por nuestras palabras y obras que reconocemos la gran responsabilidad a nosotros impuesta. Nuestra luz debe resplandecer tan claramente que los demás puedan ver que glorificamos al Padre en nuestra vida diaria; que estamos en relación con el cielo, y somos coherederos con Cristo Jesús, para que cuando él aparezca en poder y grande gloria, seamos como él.
3TS 216.3
Todos debemos sentir nuestra responsabilidad individual como miembros de la iglesia visible y trabajadores en la viña del Señor. No debemos aguardar para que nuestros hermanos, que son tan frágiles como nosotros, nos ayuden; porque nuestro precioso Salvador nos ha invitado a unirnos a él, y a unir nuestra debilidad con su fortaleza, nuestra ignorancia con su sabiduría, nuestra indignidad con su mérito. Ninguno de nosotros puede ocupar una posición neutral; nuestra influencia se ejercerá en pro o en contra de Jesús. Somos agentes activos de Cristo, o del enemigo. O recogemos con Jesús, o derramamos. La verdadera conversión es un cambio radical. La misma tendencia de la mente y la inclinación del corazón serán desviados, y la vida llegará a ser nueva en Cristo.
3TS 216.4
Dios está conduciendo a un pueblo para que se coloque en perfecta unidad sobre la plataforma de la verdad eterna. Cristo se dió a sí mismo al mundo para que pudiese “limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Este proceso de refinamiento, está destinado a purificar a la iglesia de toda injusticia y del espíritu de discordia y contención, para que sus miembros edifiquen en vez de derribar y concentren sus energías en la gran obra que está delante de ellos. Dios quiere que sus hijos lleguen todos a la unidad de la fe. La oración de Cristo, precisamente antes de su crucifixión, fué de que sus discípulos fuesen uno, como él era uno con el Padre, para que el mundo creyese que el Padre le había enviado. Esta, la más conmovedora y admirable oración, alcanza, a través de los siglos, hasta nuestros días, porque sus palabras son: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos.”
3TS 217.1
¡Cuán fervorosamente deben tratar los que profesan seguir a Cristo de contestar esta oración en su vida! Muchos no se dan cuenta del carácter sagrado de la relación con la iglesia, y les cuesta someterse a la restricción y disciplina. Su conducta demuestra que exaltan su propio juicio por encima del de la iglesia unida, y no evitan cuidadosamente el estimular un espíritu de oposición a su voz. Los que ocupan posiciones de responsabilidad en la iglesia, pueden tener faltas como los demás, y pueden errar en sus decisiones; pero, no obstante eso, la iglesia de Cristo en la tierra les ha dado una autoridad que no puede ser considerada con ligereza. Cristo, después de su resurrección, delegó el poder a su iglesia diciendo: “A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: a quienes los retuviereis, serán retenidos.”
3TS 217.2
La relación con la iglesia no ha de ser cancelada con ligereza; sin embargo, cuando la senda de algunos que profesan seguir a Cristo resulta contrariada, o cuando su voz no tiene la influencia dominante que les parece merecer, amenazan con abandonar la iglesia. Es cierto que al abandonar la iglesia ellos serán los que más sufrirán, porque al retirarse de su esfera de influencia se someten plenamente a las tentaciones del mundo.
3TS 218.1
Todo creyente debe ser sincero en su unión con la iglesia. La prosperidad de ella debe ser su primer interés, y a menos que se sienta bajo la obligación sagrada de hacer que su relación con la iglesia sea un beneficio para ella en preferencia a sí mismo, la iglesia lo pasará mucho mejor sin él. Está al alcance de todos hacer algo para la causa de Dios. Hay quienes gastan grandes sumas para lujos innecesarios. Complacen sus apetitos, pero creen que es una carga pesada el contribuir con recursos para sostener la iglesia. Están dispuestos a recibir todo el beneficio de sus privilegios, pero prefieren dejar a otros pagar las cuentas. Los que realmente sienten un profundo interés por el adelanto de la causa, no vacilarán en invertir dinero en la empresa, cuando y dondequiera que sea necesario. También deben considerar como deber solemne ejemplificar en su carácter las enseñanzas de Cristo, estando en paz uno con otro y actuando en perfecta armonía, como un todo indiviso. Deben deferir su criterio individual al juicio del cuerpo de la iglesia. Muchos viven solamente para sí. Consideran su vida con gran complacencia, lisonjeándose de que son sin culpa, cuando de hecho no hacen nada para Dios y viven en directa oposición a su Palabra expresa. La observancia de las formas externas no habrá de satisfacer nunca la gran necesidad del alma humana. El profesar creer en Cristo no es suficiente para habilitarle a uno para resistir la prueba del día del juicio. Debe haber una perfecta confianza en Dios, una infantil dependencia de sus promesas y una completa consagración a su voluntad.
3TS 218.2
Dios probó siempre a su pueblo en el horno de la aflicción, a fin de hacerle firme y fiel, y limpiarle de toda iniquidad. Después que Abrahán y su hijo hubieron soportado la prueba más severa que se les podía imponer, Dios habló así a Abrahán por medio de su ángel: “Ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo, tu único.” Este gran acto de fe hace resplandecer el carácter de Abrahán con notable esplendor. Ilustra enérgicamente su perfecta confianza en el Señor, del cual no retuvo nada, ni aun el hijo que obtuviera por la promesa.
3TS 219.1
Nada tenemos que sea demasiado precioso para darlo a Jesús. Si le devolvemos los talentos de recursos que él ha confiado a nuestra custodia, él entregará aún más en nuestras manos. Cada esfuerzo que hagamos por Cristo será remunerado por él, y todo deber que cumplamos en su nombre contribuirá a nuestra propia felicidad. Dios entregó a su muy amado Hijo a la agonía de la crucifixión, para que todos los que creyesen en él pudiesen llegar a ser uno en el nombre de Jesús. Si Cristo hizo un sacrificio tan grande para salvar a los hombres y ponerlos en unidad unos con otros, así como él estuvo unido con el Padre, ¿qué sacrificio hecho por quienes le siguen será demasiado grande para conservar esa unidad?
3TS 219.2
Si el mundo ve que existe perfecta armonía en la iglesia de Dios, ello será para él una poderosa evidencia en favor de la religión cristiana. Las disensiones, las malhadadas divergencias y las pequeñas pruebas de la iglesia deshonran a nuestro Redentor. Todas estas cosas pueden ser evitadas si el yo se entrega a Dios, y los que siguen a Jesús obedecen la voz de la iglesia. La incredulidad sugiere que la independencia individual aumenta nuestra importancia, que es señal de debilidad renunciar a nuestras ideas de lo que es correcto y propio para acatar el veredicto de la iglesia; pero el seguir tales sentimientos y opiniones, es peligroso y nos llevará a la anarquía y confusión. Cristo vió que la unidad y la comunión cristianas eran necesarias para la causa de Dios y, por lo tanto, las ordenó a sus discípulos. Y la historia del cristianismo desde aquel tiempo hasta ahora demuestra en forma concluyente que tan sólo en la unión hay fuerza. Sométase el juicio individual a la autoridad de la iglesia.
3TS 219.3
Los apóstoles sentían la necesidad de la unidad estricta, y trabajaban con fervor para alcanzarla. Pablo exhortó a sus hermanos con estas palabras: “Os ruego pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.”
3TS 220.1
También escribió a sus hermanos filipenses: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo; si algún refrigerio de amor; si alguna comunión del Espíritu; si algunas entrañas y misericordias, cumplid mi gozo; que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria: antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos a los otros: no mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también a lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.”
3TS 220.2
A los romanos escribió: “Mas el Dios de la paciencia y de la consolación os dé que entre vosotros seáis unánimes según Cristo Jesús; para que concordes, a una boca glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, sobrellevaos los unos a los otros, como también Cristo nos sobrellevó para gloria de Dios.” “Unánimes entre vosotros: no altivos, mas acomodándoos a los humildes. No seáis sabios en vuestra opinión.”
3TS 220.3
Pedro escribió así a las iglesias dispersas: “Finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino antes por el contrario, bendiciendo; sabiendo que vosotros sois llamados para que poseáis bendición en herencia.”
3TS 220.4
Y Pablo en su epístola a los Corintios, dice: “Resta, hermanos, que tengáis gozo, seáis perfectos, tengáis consolación, sintáis una misma cosa, tengáis paz; y el Dios de paz y de caridad será con vosotros.”
3TS 221.1
*****
Es la ausencia de religión lo que hace tan obscura la senda de muchos que profesan tener religión. Hay quienes pueden pasar por cristianos, pero son indignos de ese nombre. No tienen carácter cristiano. Cuando su cristianismo es sometido a la prueba, su falsedad es demasiado evidente. La verdadera religión se ve en el comportamiento diario. La vida del cristiano se caracteriza por un trabajo ferviente y abnegado para hacer bien a otros y glorificar a Dios. Su senda no es obscura ni lóbrega. Un escritor inspirado ha dicho: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto. El camino de los impíos es como la obscuridad: no saben en qué tropiezan.” ...
3TS 221.2
Ahora es el tiempo de trabajar. Si somos hijos de Dios, mientras vivamos en el mundo, nos dará nuestro trabajo. Nunca podremos decir que no tenemos nada que hacer mientras quede un trabajo por hacer. Desearía que todos los jóvenes pudiesen ver, como yo la he visto, la obra que pueden hacer, y de cuya negligencia Dios los tiene por responsables. La mayor obra que haya sido realizada en el mundo fué hecha por Aquel que era varón de dolores y experimentado en quebranto. Una persona de ánimo frívolo no hará nunca bien alguno.—Testimonies for the Church 3:377, 378.
3TS 221.3
1860
3TS
Testimonios Selectos Tomo 3
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