Testimonios Selectos Tomo 3

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Capítulo 41—El poder del apetito

Una de las más fuertes tentaciones que el hombre tenga que arrostrar, es la referente al apetito. Entre la mente y el cuerpo hay una relación misteriosa y maravillosa. El uno reacciona sobre el otro, y viceversa. El mantener el cuerpo en una condición sana para que desarrolle su fuerza, para que cada parte de la maquinaria viviente pueda obrar armoniosamente, debe ser el primer estudio de nuestra vida. El descuidar el cuerpo es descuidar la mente. No puede ser para gloria de Dios que sus hijos tengan cuerpos enfermizos y mentes atrofiadas. El complacer al gusto a expensas de la salud, es un perverso abuso de los sentidos. Los que participan en cualquier especie de intemperancia, sea en comer o beber, malgastan sus energías físicas y debilitan su poder moral. Sentirán la retribución que sigue a la transgresión de la ley física. 3TS 209.1

El Redentor del mundo sabía que la complacencia del apetito produciría debilidad física y embotaría de tal manera los órganos de la percepción, que las cosas sagradas y eternas no serían discernidas. Cristo sabía que el mundo estaba entregado a la glotonería y que esta sensualidad pervertiría las facultades morales. Si la complacencia del apetito era tan fuerte sobre la especie que, a fin de romper su poder, el divino Hijo de Dios hubo de ayunar casi seis semanas, en favor del hombre, ¡qué obra confronta al cristiano a fin de poder vencer como Cristo venció! La fuerza de la tentación a complacer el apetito pervertido puede medirse únicamente por la angustia indecible de Cristo en aquel largo ayuno en el desierto. 3TS 209.2

Cristo sabía que a fin de llevar a cabo con éxito el plan de la salvación, debía comenzar la obra de redimir al hombre donde la ruina había empezado. Adán cayó por satisfacer el apetito. A fin de grabar en el hombre sus obligaciones a obedecer a la ley de Dios, Cristo empezó su obra de redención reformando los hábitos físicos del hombre. La decadencia de la virtud y la degeneración de la especie, se deben principalmente a la complacencia del apetito pervertido. 3TS 209.3

A todos, especialmente a los predicadores que enseñan la verdad, incumbe una solemne responsabilidad de vencer en lo tocante al apetito. Su utilidad sería mucho mayor si dominasen sus apetitos y pasiones; y sus facultades mentales y morales serían más vigorosas si combinasen el trabajo físico con el ejercicio mental. Combinando los hábitos de estricta temperancia con el trabajo mental y físico, lograrían hacer mucho más trabajo, y conservarían la claridad mental. Si siguiesen una conducta tal, sus pensamientos y palabras fluirían más libremente, sus ejercicios religiosos serían más enérgicos, y las impresiones hechas en sus oyentes serían más notables. 3TS 210.1

La intemperancia en el comer, aunque se trate de alimentos de la debida calidad, tendrá una influencia agotadora sobre el organismo, y embotará las emociones más sensibles y santas. La temperancia estricta en el comer y beber es altamente esencial para la sana conservación y el ejercicio vigoroso de todas las funciones del cuerpo. Los hábitos estrictamente temperantes, combinados con el ejercicio de los músculos tanto como de la mente, conservarán el vigor mental y físico, y darán fuerza de resistencia a los que se dedican al ministerio, a los redactores y a todos los demás cuyos hábitos sean sedentarios. Como pueblo, con toda nuestra profesión de la reforma pro salud, comemos demasiado. La complacencia del apetito es la más importante causa de la debilidad física y mental y es el cimiento de la debilidad que se nota por doquiera. 3TS 210.2

La intemperancia comienza en nuestras mesas, en el consumo de alimentos malsanos. Después de un tiempo, por la complacencia continua del apetito, los órganos digestivos se debilitan, y el alimento ingerido no satisface el apetito. Se establecen condiciones malsanas, y hay un anhelo de alimentos más estimulantes. El te, el café y la carne producen un efecto inmediato. Bajo la influencia de estos venenos, el sistema nervioso queda excitado y, en algunos casos, por el momento, el intelecto parece vigorizado y la imaginación más vívida. Por el hecho de que estos estimulantes producen pasajeramente resultados tan agradables, muchos concluyen que los necesitan realmente y continúan su consumo. Pero hay siempre una reacción. El sistema nervioso, habiendo sido excitado indebidamente, sacó para su empleo inmediato fuerzas de las reservas futuras. Toda esta vigorización pasajera del organismo, va seguida de una depresión. En la misma proporción en que estos estimulantes vigorizan temporariamente el organismo, será la pérdida de fuerzas de los órganos excitados después que el estímulo haya pasado. El apetito se acostumbra a desear algo más fuerte, lo cual tenderá a aumentar la excitación agradable, hasta que su complacencia viene a ser un hábito y hay un continuo deseo de estimulantes más fuertes, como el tabaco, los vinos y los licores. Cuanto más se complace el apetito, tanto más frecuentes serán sus demandas, y más difíciles serán de dominar. Cuanto más se debilite el organismo, y menos pueda pasarlo sin los estimulantes contrarios a la naturaleza, tanto más aumentará la pasión por esas cosas, hasta que la voluntad quede avasallada y no haya ya fuerza para negarse la satisfacción del antinatural deseo de aquellas cosas. 3TS 210.3

La única conducta segura consiste en no tocar, no probar, ni manejar el te, café, vino, tabaco, opio y bebidas alcohólicas. Lo que necesitan los hombres de esta generación es invocar en su ayuda el poder de la voluntad, fortalecida por la gracia de Dios, a fin de resistir a las tentaciones de Satanás, y la menor complacencia del apetito pervertido; y aquella necesidad es dos veces mayor hoy que hace algunas generaciones. Pero la generación actual tiene menos poder de dominio propio que aquellos que vivían entonces. Los que han complacido su apetito por estos estimulantes han transmitido sus depravados apetitos y pasiones a sus hijos, y se requiere mayor poder moral para resistir a la intemperancia en todas sus formas. La única conducta perfectamente segura consiste en colocarse firmemente de parte de la temperancia y no aventurarse en la senda del peligro. 3TS 211.1

El gran fin por el cual Cristo soportó aquel largo ayuno en el desierto, consistía en enseñarnos la necesidad de la abnegación y temperancia. Esta obra debe comenzar en nuestra mesa, y debe llevarse estrictamente a cabo en todas las preocupaciones de la vida. El Redentor del mundo vino del cielo para ayudar al hombre en su debilidad, para que, en el poder que Jesús vino a traerle, pudiese llegar a ser fuerte para vencer el apetito y la pasión, y pudiese ser vencedor en todo punto. 3TS 212.1

Muchos padres educan los gustos de sus hijos, y forman su apetito. Les permiten comer carne, y beber te y café. Los alimentos a base de carne altamente sazonados, y el te y café cuyo consumo algunas madres estimulan en sus hijos, los preparan para desear estimulantes más fuertes, como el tabaco. El uso de tabaco estimula el deseo de bebida; y el consumo de tabaco y bebidas reduce invariablemente la fuerza nerviosa. 3TS 212.2

Si las sensibilidades morales de los cristianos fuesen aguzadas en el tema de la temperancia en todas las cosas, ellos podrían, por su ejemplo, y principiando en sus mesas, ayudar a los que son débiles en el dominio propio, a los que son casi impotentes para resistir a los anhelos del apetito. Si pudiésemos comprender que los hábitos que adquirimos en esta vida afectarán nuestros intereses eternos, que nuestro destino eterno depende de hábitos estrictamente temperantes, trabajaríamos para alcanzar una estricta temperancia en la comida y bebida. Por nuestro ejemplo y esfuerzo personales, podemos ser los medios de salvar a muchas almas de la degradación de la intemperancia, el crimen y la muerte. Nuestras hermanas pueden hacer mucho en la obra de la salvación de los demás, al poner sobre sus mesas únicamente alimentos sanos y nutritivos. Ellas pueden dedicar su precioso tiempo a educar los gustos y apetitos de sus hijos, a hacerles adquirir hábitos de temperancia en todas las cosas, y a estimular la abnegación y la benevolencia para beneficio de los demás. 3TS 212.3

No obstante el ejemplo que Cristo nos dió en el desierto de la tentación al negarse al apetito y vencer su poder, son muchas las madres cristianas que, por su ejemplo y por la educación que dan a sus hijos, los están preparando para llegar a ser glotones y bebedores. Con frecuencia se permite a los niños que coman lo que prefieren y cuando quieren, sin tener en cuenta su salud. Son muchos los niños a quienes se educa desde su infancia para que lleguen a ser glotones. Por la complacencia del apetito, son hechos dispépticos en edad temprana. La sensualidad y la intemperancia en el comer se van desarrollando juntamente con su crecimiento y fortaleciendo con su fuerza. El vigor mental y físico queda sacrificado por la indulgencia de los padres. Adquieren gusto por ciertos manjares de los cuales no reciben beneficio, sino perjuicio, y como el organismo queda recargado, la constitución se debilita. 3TS 213.1

Los predicadores, maestros y alumnos no se enteran como debieran de la necesidad del ejercicio al aire libre. Descuidan este deber, que es de lo más esencial para la conservación de la salud. Se aplican detenidamente al estudio de los libros, e ingieren la alimentación de un trabajador manual. Con tales hábitos, algunos adquieren corpulencia porque el organismo está obstruído. Otros se enflaquecen y debilitan, porque sus fuerzas vitales se agotan en el trabajo de desechar el exceso de alimentos; el hígado se recarga y le es imposible eliminar las impurezas de la sangre; y la enfermedad es el resultado. Si el ejercicio físico se combinase con el mental, la sangre sería apresurada en su circulación, la acción del corazón sería más perfecta, las impurezas serían eliminadas, y en todo el cuerpo se experimentaría nueva vida y vigor. 3TS 213.2

Cuando el cerebro de los ministros, los maestros y los estudiantes está continuamente excitado por el estudio, y se deja al cuerpo inactivo, los nervios de la emoción quedan recargados, mientras que los nervios del movimiento son inactivos. Por ser impuesto el desgaste a todos los órganos mentales, éstos se ven agobiados de trabajo y debilitados, mientras que los músculos pierden su vigor por falta de empleo. No hay inclinación a ejercitar los músculos dedicándose a trabajos físicos, porque el ejercicio parece penoso. 3TS 213.3

Los ministros de Cristo que profesan ser sus representantes, deben seguir su ejemplo, y ante todo lo demás, adquirir hábitos de la más estricta temperancia. Deben mantener la vida y el ejemplo de Cristo delante de la gente por su propia vida de abnegación, sacrificio propio y benevolencia activa. Cristo venció al apetito en favor del hombre; y en su lugar ellos deben presentar a otros un ejemplo digno de imitación. Los que no sienten la necesidad de dedicarse a la obra de vencer en lo referente al apetito, dejarán de obtener preciosas victorias que podrían ganar, y llegarán a ser esclavos del apetito y la concupiscencia, que están llenando la copa de iniquidad de los que moran en la tierra. 3TS 214.1

Los hombres que se dedican a dar el último mensaje de amonestación al mundo, un mensaje que ha de decidir el destino de las almas, deben hacer en su propia vida una aplicación práctica de las verdades que predican a los demás. Deben ser para la gente ejemplos en su comida, en su bebida y en su casta conversación y comportamiento. En todas partes del mundo, la glotonería, la complacencia de las pasiones viles y los pecados graves, son ocultados bajo el manto de santidad por muchos que profesan representar a Cristo. Hay hombres de excelente capacidad natural, cuya labor no alcanza a la mitad de lo que podría ser si ellos fuesen templados en todas las cosas. La complacencia del apetito y de la pasión embota la mente, disminuye la fuerza física y debilita el poder moral. Sus pensamientos no son claros. Sus palabras no son pronunciadas con poder, no son vivificadas por el Espíritu de Dios para alcanzar los corazones de los oyentes. 3TS 214.2

Así como nuestros primeros padres perdieron el Edén por la complacencia del apetito, nuestra única esperanza de reconquistar el Edén consiste en la firme negación del apetito y la pasión. La abstinencia en el régimen alimenticio y el dominio de todas las pasiones conservarán el intelecto y darán vigor mental y moral que habiliten a los hombres a poner todas sus propensiones bajo el dominio de las facultades superiores, para discernir entre lo bueno y lo malo, lo sagrado y lo profano. Todos los que tienen un verdadero sentido del sacrificio hecho por Cristo al abandonar su hogar del Cielo para venir a este mundo a fin de mostrar al hombre, por su propia vida, cómo resistir la tentación, se negarán alegremente a sí mismos y elegirán participar de los sufrimientos de Cristo. 3TS 215.1

El temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Los que venzan como Cristo venció, necesitarán guardarse constantemente contra las tentaciones de Satanás. El apetito y las pasiones deben ser restringidos bajo el dominio de la conciencia iluminada, para que el intelecto no sufra perjuicio, y las facultades de percepción se mantengan claras a fin de que las obras y trampas de Satanás no sean interpretadas como providencia de Dios. Muchos desean la recompensa y la victoria finales que han de ser concedidas a los vencedores, pero no están dispuestos a soportar los trabajos, las privaciones y la abnegación como lo hizo su Redentor. Únicamente por la obediencia y el esfuerzo continuo seremos vencedores como Cristo lo fué. 3TS 215.2

El poder dominante del apetito resultará en la ruina de millares, cuando, si hubiesen vencido en ese punto, habrían tenido fuerza moral para obtener la victoria sobre todas las demás tentaciones de Satanás. Pero los que son esclavos del apetito no alcanzarán a perfeccionar el carácter cristiano. La continua transgresión del hombre durante seis mil años ha producido la enfermedad, el dolor y la muerte. Y a medida que nos acerquemos al fin, la tentación de complacer al apetito será más poderosa y más difícil de vencer. 3TS 215.3