Testimonios Selectos Tomo 3

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La dracma perdida

La moneda perdida está destinada a representar al pecador errante y descarriado. El cuidado de la mujer para encontrar la moneda de plata perdida, debe enseñar a los que siguen a Cristo una lección en cuanto a su deber para con los que yerran y están extraviados de la senda recta. La mujer encendió el candil para obtener más luz, y luego barrió la casa y buscó diligentemente hasta hallar la moneda. 3TS 126.3

En este relato se define claramente el deber de los cristianos hacia los que necesitan ayuda por haberse apartado de Dios. Los que yerran no han de ser abandonados en las tinieblas y el error; sino que deben emplearse todos los medios posibles para volverlos a traer a la luz. Se enciende el candil; y con ferviente oración por la luz del cielo para atender los casos de aquellos que están rodeados de tinieblas e incredulidad, los cristianos han de escudriñar la Palabra de Dios en busca de claros argumentos de la verdad, a fin de estar fortalecidos con tales argumentos y con los reproches, amenazas y estímulos de la Palabra de Dios, para poder alcanzar a los que yerran. La indiferencia y negligencia desagradan a Dios. 3TS 126.4

Cuando la mujer halló la moneda, llamó a sus amigas y vecinas diciendo: “Dadme el parabién, porque he hallado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” Si los ángeles de Dios se regocijan cuando los que yerran ven y confiesan sus pecados, y vuelven a la comunión de sus hermanos, cuánto más los seguidores de Cristo, que están ellos mismos errando, y que cada día necesitan del perdón de Dios y de sus hermanos, deberían regocijarse por el regreso de un hermano o una hermana que habían sido engañados por los sofismas de Satanás, y habían seguido un camino equivocado y sufrieron por causa de ello. 3TS 127.1

En vez de mantener a los que erraron a distancia, los hermanos deben ir a su encuentro donde están. En vez de censurarlos porque están en la obscuridad, deben encender su propia lámpara obteniendo más gracia divina y un conocimiento más claro de las Escrituras, a fin de poder despejar las tinieblas de aquellos que están en el error mediante la luz que les puedan llevar. Y cuando tienen éxito en ello; y los que yerran sienten su error y aceptan seguir la luz, se les debe recibir gozosamente y no con un espíritu de murmuración o un esfuerzo por hacerles sentir su excesiva pecaminosidad que requirió esfuerzos, ansiedad y penosa labor. Si los ángeles puros de Dios saludan el evento con gozo, cuánto más deben regocijarse sus hermanos, que necesitan ellos mismos simpatía, amor y ayuda, cuando ellos mismos han errado y en sus tinieblas no sabían cómo socorrerse a sí mismos. 3TS 127.2